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El caso de "la mujer del ministro..." y la insidia
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José Antonio Zarzalejos

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El caso de "la mujer del ministro..." y la insidia

“La  envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come” (Francisco de Quevedo) Voy a referirles una breve historia que, es posible, les

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La  envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come” (Francisco de Quevedo)

Voy a referirles una breve historia que, es posible, les interese. En los primeros años noventa, siendo este periodista director adjunto de El Correo Español-El Pueblo Vasco, recibí en mi despacho a una joven investigadora que realizaba su tesis doctoral sobre los intelectuales en Euskadi. Era una universitaria euskaldunzarra (es decir, hablaba el euskera en su ámbito familiar como idioma materno) que militaba en el PSE-PSOE formando parte de su ejecutiva en Vizcaya, disponía de amplios conocimientos de ciencia política y parecía inclinada a participar en el debate social desde los medios de comunicación. Así conocí a Edurne Uriarte. Ya en la dirección del diario bilbaíno, y tras la lectura de su sólida tesis doctoral, la invité a colaborar en las páginas del periódico; lo hizo con frecuencia y brillantez. Y no sin riesgo, porque Uriarte mantenía de manera progresiva posturas nítidas, tanto frente a la banda terrorista ETA y sus cómplices, como frente a la exasperante ambigüedad del nacionalismo del PNV, EA y otros. La novel articulista, además, se desenvolvía en un ambiente entonces hostil: la Universidad Pública Vasca (UPV), muy controlada por un profesorado con pronunciada debilidad por el abertzalismo radical.

Uriarte no cedió un metro y cuando su partido lo hizo, y así lo entendió ella, lo abandonó para ganar en independencia personal, profesional y periodística. Cuando en 1999 se me encomendó la dirección de ABC pedí a varios colaboradores de El Correo que firmasen en las páginas del diario. Y así recalaron en el periódico que fundara Torcuato Luca de Tena nombres tan significativos como los de Jon Juaristi (¡si supieran de su militancia democrática y de su entereza los que le impidieron entonar el Gaudeamos Igitur en la apertura del curso académico en las universidades de Madrid!), Carlos Martínez Gorriarán, ahora en UPyD y entonces en ¡Basta Ya! con Fernando Savater y, entre otros más, Edurne Uriarte. En esas fechas, Uriarte ya peleaba por la cátedra en la UPV que le fue injustamente arrebatada -por motivos estrictamente ideológicos- y en la que le repuso un tribunal de justicia al que recurrió gallardamente enmendándose la arbitrariedad de la que fue víctima. Los terroristas de ETA quisieron asesinarla: pusieron un artefacto en el ascensor que habitualmente utilizaba en uno de los edificios del campus de Lejona (Vizcaya) que, por fortuna, no explosionó. A estas alturas de su vida, Edurne Uriarte es catedrática en la Universidad Juan Carlos I (otra militante del exilio interior), sigue escribiendo en las páginas del diario ABC y ha venido participando en programas de debate y en tertulias radiofónicas y televisivas desde hace muchos años. Quizás sea ilustrativo relatar que Uriarte es autora de ‘Introducción a la Ciencia Política’ (va por su tercera edición), de ‘Cobardes y rebeldes, ¿por qué pervive el terrorismo?’, de ‘Terrorismo y democracia tras el 11-M’, de ‘España, Patriotismo y Nación’, de ‘Contra el feminismo’ y acaba de publicar ‘Desmontando el progresismo’.

Confundir la crítica legítima y ponderada al ministro (la velocidad) con la descalificación de su compañera o esposa (el tocino) y lanzarse a la tarea insidiosa de denigrarla mediante el ninguneo, es un vicio necesariamente denunciable porque ahoga la excelencia en una sociedad que, como la nuestra, tiende a la mediocridad y abomina, como escribió Ortega, 'de los mejores'

Edurne Uriarte es mi amiga; la veo de higos a brevas; hablamos de vez en cuando y nos leemos allí donde uno y otra publicamos. Seguramente -aunque no es algo que nos preocupe- no estaremos de acuerdo en temas diversos y nos expresamos de manera diferente, pero eso no deja de ser un aspecto accesorio en la consideración y afecto que nos profesamos. Su relación con José Ignacio Wert, ahora ministro de Educación, Cultura y Deportes, es bastante posterior a la construcción de su sólida biografía como universitaria y como publicista. De ahí que en estos días me haya quedado perplejo ante la noticia dada por algunos medios, según la cual “La esposa del ministro de Educación, fichada en TVE” (de la que fue desalojada por la dirección anterior de la Corporación). La banalidad de estos titulares trata de hacer ver que la incorporación de Uriarte a los programas de debate y tertulia de la radio y la televisión pública es una prueba del nepotismo gubernamental y, concretamente, del titular de Educación. Planteamiento insidioso. De un plumazo se ignora la trayectoria de Uriarte para ser reducida a la condición de “esposa de…”. Me parece una desvergüenza en toda regla, un machismo de la peor especie intelectual y una gravísima injusticia.

Traigo a colación el caso de la “esposa del ministro…” porque, al margen del caso concreto, el sectarismo está desatado en nuestro país, la envidia sigue siendo un vicio nacional (envidia, en este caso, de los que no están precisamente en la izquierda y zahieren a Uriarte por el procedimiento de boca a oreja) y en la esgrima contra el adversario parece valer todo, incluso ventear una relación personal para descalificar a una profesional intachable que hoy se llama Edurne Uriarte y mañana podría ser Pepita Pérez. Todos conocemos -yo, desde luego, a manta de Dios- periodistas, publicistas, tertulianos, analistas… que están relacionados familiarmente con políticos de la izquierda y de la derecha sin que esa circunstancia vaya en detrimento de su profesionalidad y rigor. Claro es que también existen ejemplos de todo lo contrario. Pero la aplicación de la ley del embudo con Edurne Uriarte me ha parecido una expresión de insidioso sectarismo y de envidia -según de donde proceden los dardos contra esta catedrática- que encanalla el ambiente social, banaliza la información, malmete a la opinión pública y reduce la excelencia intelectual a cenizas en la pira de un integrismo odioso.

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La  envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come” (Francisco de Quevedo)