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Zaplana y la bochornosa reaparición de Zapatero
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José Antonio Zarzalejos

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Zaplana y la bochornosa reaparición de Zapatero

El pasado día 25 de junio se consumó en el Club Siglo XXI uno de los actos más bochornosos de los últimos años en cuanto a

El pasado día 25 de junio se consumó en el Club Siglo XXI uno de los actos más bochornosos de los últimos años en cuanto a impostura política y personal se refiere. Eduardo Zaplana, responsable de la revitalización de ese foro a pachas con José Bono, presentó a un conferenciante que sobre el papel debía de resultarle embarazoso: José Luis Rodríguez Zapatero. El expresidente de la Generalitat Valenciana (1995-2002), previo paso por el caso Naseiro, el que fuera ministro de Trabajo y Asuntos Sociales y portavoz del Gobierno (2002-2004) con José María Aznar y portavoz del grupo parlamentario popular con Rajoy (2004-2008), sin embargo, no pareció incómodo oficiando de telonero. Se “deshizo en elogios” tituló algún periódico. Era la recepción que necesita un Zapatero que ha tomado la decisión de salir de la hura en la que estaba.

Dijo Zaplana que el “imprevisto” de presentar al expresidente le resultaba “grato” y, desde luego, “un honor”, porque Rodríguez Zapatero ha sido -y quizá lo es ahora también- todo un ejemplo de “talante abierto y democrático” que acepta la discrepancia y le hace consecuente con su concepto de “democracia deliberativa”. No se quedó ahí Eduardo Zaplana: sostuvo también que, como todos los presidentes, el socialista “siempre pensó en lo mejor para su país”, de tal forma que su voz es “una referencia de la que los españoles no podemos prescindir”, recordando con admiración cómo tomó aquellas heroicas decisiones anticrisis en mayo de 2010 (repitiendo, para adornarse, la frase egregia de Zapatero del “cueste lo que me cueste”).

Zaplana, sin embargo, se olvidó como por ensalmo de que él fue el gran jefe, el guía permanente de la legión de los denominados valedores de la teoría de la conspiración que explicaría, de modo bien distinto al judicial (sentencias de la Audiencia Nacional y del Tribunal Supremo) la autoría de los terribles atentados del 11 de marzo de 2004 y que el programa Parlamento de TVE la semana pasada atribuyó a ETA. Una nota de la Corporación pública pidió el lunes disculpas por lo que se ha tenido por un lapsus, según algunos, freudiano.

Las referencias de la hemeroteca sobre las barbaridades que Zaplana espetó a Zapatero se cuentan a cientos, casi a miles. Baste recordar que fue el cartagenero quien el 14 de diciembre de 2004 declaró que el expresidente había dejado “el camino sembrado de bombas” de lo cual “se va a arrepentir”Las referencias de la hemeroteca sobre las barbaridades que Zaplana espetó a Zapatero se cuentan a cientos, casi a miles. Baste recordar que, el 13 de diciembre de 2004, fue el cartagenero el que interrogó al entonces presidente del Gobierno en la Comisión de Investigación sobre el 11-M, y lo hizo en unos términos inquisitoriales. Fue Zaplana el que el 14 de diciembre de ese mismo año declaró que Zapatero había dejado “el camino sembrado de bombas”, de lo cual se “va a arrepentir”. Fue Zaplana el que acusó al expresidente del Gobierno de mantener “una voluntad inequívoca de obstruccionismo”. Fue el mismísimo Zaplana el que acusó al exsecretario general del PSOE y presidente del Gobierno entonces (5 de marzo de 2006) con las siguientes palabras: “La democracia española sigue sin saber quiénes fueron los autores materiales y menos aún quiénes estaban detrás de aquella masacre, y no sabemos por qué a Zapatero le dejó de interesar la verdad sólo tres días después del 14 de marzo”, palabras que fueron recogidas con aplausos de los miembros asistentes a la convención de aquel PP, que palmoteaban la espalda de Zaplana cuando sostuvo que los socialistas “echan cemento sobre el mayor drama de nuestra historia”.

Apenas una década después, ¿qué ha ocurrido? Pues que, o bien Zaplana y otros con él mentían como cosacos (2004-2008), o bien que mienten ahora (2013), y que lo uno y lo otro estaría sólo en función de sus conveniencias. Mientras, en aquellos días se linchaba por enfervorizado conspiranoico a cualquiera que, siendo razonable y mínimamente coherente con los indicios y pruebas aportadas, considerase que el discurso de la oposición consistía en un dislate que le llevaría -como así sucedió- a perder las elecciones de 2008. El gran pecado de la izquierda no fue el 11-M, sino su comportamiento dinamitero de la jornada de reflexión y el acoso totalitario a las sedes del PP, asunto que no interesó demasiado al hoy partido en el gobierno, ni sobre el que insistió Zaplana en su liderazgo opositor transmutado hoy en elegías a Zapatero y su “democracia deliberativa”.

Zapatero se dejó acunar por los elogios del que le acusó con las peores insidias y escribe de cuando en vez en el periódico que fue la vanguardia de aquella estratagema de naturaleza mixta: política y de marketing. Cabe preguntarse qué concepto de la dignidad existe en quien elogia al que insultó sin pedir perdón previamente y en quien acepta el elogio del que le denigró sin exigir anterior reparación.

No sé quién lo escribió, pero tenía razón: “El tiempo es el mejor autor porque siempre encuentra el final perfecto”. Es preferible, una vez sentado que Zapatero ni fue cómplice del 11-M ni es ahora referencia imprescindible de los españoles (al menos de la mayoría), abonarse a la tesis de Miguel de Unamuno que advertía: “Procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado”. Siempre y cuando -habría que añadir- que del pasado se haga historia veraz y se rasgue así el velo de las mentiras que tanto dolor y daño han causado.

El pasado día 25 de junio se consumó en el Club Siglo XXI uno de los actos más bochornosos de los últimos años en cuanto a impostura política y personal se refiere. Eduardo Zaplana, responsable de la revitalización de ese foro a pachas con José Bono, presentó a un conferenciante que sobre el papel debía de resultarle embarazoso: José Luis Rodríguez Zapatero. El expresidente de la Generalitat Valenciana (1995-2002), previo paso por el caso Naseiro, el que fuera ministro de Trabajo y Asuntos Sociales y portavoz del Gobierno (2002-2004) con José María Aznar y portavoz del grupo parlamentario popular con Rajoy (2004-2008), sin embargo, no pareció incómodo oficiando de telonero. Se “deshizo en elogios” tituló algún periódico. Era la recepción que necesita un Zapatero que ha tomado la decisión de salir de la hura en la que estaba.

Eduardo Zaplana