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El silencio de Agamenón y los gritos de su porquero
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José Antonio Zarzalejos

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El silencio de Agamenón y los gritos de su porquero

Recordaba el fallecido periodista Javier Ortiz, precisamente en el diario El Mundo (agosto de 1992), que de continuo se desvirtuaba el dicho escrito por Antonio Machado

Recordaba el fallecido periodista Javier Ortiz, precisamente en el diario El Mundo (agosto de 1992), que de continuo se desvirtuaba el dicho escrito por Antonio Machado en su Juan de Mairena, según el cual “la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero”, porque a esta reflexión el rey de Micenas respondía “estoy conforme” a lo que replicaba el porquero: “No me convence”. Puede, en consecuencia, que el porquero de Agamenón diga la verdad que calla su señor, pero siempre será la verdad de un hombre que trabaja rodeado de los excrementos porcinos y no la del cultivado monarca que ganaba batallas y gobernaba pueblos. O sea, que en la verdad hay clases y hay grados.

Nuestro particular Agamenón, Mariano Rajoy Brey, calla obstinadamente ante las graves acusaciones que, por ser verosímiles, se tienen por verdades dichas por su porquero, el tal Luis Bárcenas, al que se atribuye credibilidad en la acusación de cobros irregulares por el presidente del Gobierno en el final de los noventa porque resultan verosímiles, aunque nadie cree la otra verdad que grita sobre la legalidad de su exorbitante y evadida fortuna. Cuando tanto enmudece Agamenón y tanto grita su porquero, tengamos una cierta prudencia porque si la callada por respuesta de Rajoy es sospechosa por indolencia o desconcierto -o simplemente porque le han pillado con el carrito del helado-, los gritos acusatorios de Bárcenas resultan demasiado estridentes y sugieren que el porquero quiere salir del enrejado en el que le ha depositado un juez.

Las razones por las que grita Bárcenas, con la megafonía de ese incansable luchador por la verdad que es Pedro J. Ramírez, gloria de nuestra profesión, que lo mismo entrevista a la cúpula de ETA en 1989 que pasa un fin de semana en Carabaña con la familia Aznar y Rato componiendo aquel balcón entrañable en la Semana Santa de 1998, están muy claras. El extesorero del PP quiere salir del trullo de inmediato y el director de marras vender periódicos y mandar en el cotarro que le gusta bastante más que dirigir el diario. Ahora, ¿por qué calla Rajoy? Quizás siga el consejo de Alejandro Dumas (“Para toda clase de males hay dos remedios: el tiempo y el silencio”), acaso a Borges (“No hables a menos que puedas mejorar el silencio”) o tal vez a Confucio (“El silencio es el amigo que nunca te traiciona”). Pero Rajoy debería saber a estas alturas que la Magdalena no está para tafetanes ni un presidente del Gobierno para citas literarias, así que mejor será que salga al paso de las supuestas verdades de su porquero porque, de lo contrario, causarán estado y aquí se va a desatar una crisis política de mil demonios.

Entre el silencio de Agamenón y los gritos de su porquero establezcamos una breve moratoria para que Rajoy reaccione y adquiera conciencia de lo que está en juego y para que Bárcenas y Pedro J. sean conscientes de que han cometido gravísimos errores de fondo y de forma

En buena ley, habría que concederle a Mariano Rajoy el beneficio de la duda, teniendo en cuenta que entre Bárcenas y Pedro J. -'amigos para siempre' como cantaban Monserrat Caballé y Freddie Mercury- le han montado una envolvente tributaria de intereses diversos pero convergentes. El periodista se quiere cargar al presidente del Gobierno porque no se lo 'come a besos' como hacía Zapatero, ni le rehabilita socialmente tras la villanía de su vídeo triple equis como hizo Aznar. Bárcenas quiere disfrutar de su fortuna aduciendo su carácter emprendedor y creativo, echando la culpa de su conducta al maestro armero, que en este caso es un Lapuerta en estado comatoso.

Entre el silencio de Agamenón y los gritos de su porquero establezcamos una breve moratoria para que Rajoy reaccione y adquiera conciencia de lo que está en juego y para que Bárcenas y Pedro José sean conscientes de que han cometido -en distinto grado y diferente naturaleza- gravísimos errores de fondo y de forma. Esas ‘Cuatro horas con Bárcenas’ del domingo pasado en El Mundo tienen, a ojo técnico, más trampas que una película de chinos.

La inanidad política del presidente está fuera de toda duda, pero la coalición de perdedores que se ha formado contra él -y acaso como esté diciendo la verdad- debería ponernos en guardia. Especialmente cuando la lideresa, nuestra inmarcesible Esperanza Aguirre, que con todos sus arrestos fue incapaz de plantar cara a Rajoy en el Congreso de Valencia de 2008, sale ahora sugiriendo responsabilidades, cuando ella ha incurrido en dos del tamaño de las pirámides de Egipto: una responsabilidad in vigilando (tenía a los gurtelianos en su grupo parlamentario autonómico) y una responsabilidad in eligendo (ella nombró consejero de su Gobierno a López Viejo, buen amigo de Francisco Correa).

En resumen: demos un poco de tiempo para saber si el silencio de Agamenón-Rajoy es mejorable hablando y si su porquero-Bárcenas se ha pasado de listo como sugiere la carrera en pelo que ha emprendido un hombre prestigioso de foro como Miguel Bajo, que no acostumbra a llevar la defensa letrada en las pocilgas.

Recordaba el fallecido periodista Javier Ortiz, precisamente en el diario El Mundo (agosto de 1992), que de continuo se desvirtuaba el dicho escrito por Antonio Machado en su Juan de Mairena, según el cual “la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero”, porque a esta reflexión el rey de Micenas respondía “estoy conforme” a lo que replicaba el porquero: “No me convence”. Puede, en consecuencia, que el porquero de Agamenón diga la verdad que calla su señor, pero siempre será la verdad de un hombre que trabaja rodeado de los excrementos porcinos y no la del cultivado monarca que ganaba batallas y gobernaba pueblos. O sea, que en la verdad hay clases y hay grados.