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Cataluña, Homs y las hienas
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José Antonio Zarzalejos

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Cataluña, Homs y las hienas

Lo que queda de Convergència ha decidido enviar a Madrid a negociar a Francesc Homs, cabeza de lista de Democracia y Libertad y quizás el político catalán menos indicado para hacerlo

Foto: El presidente de la Generalitat en funciones, Artur Mas (d), y el 'conseller' de la Presidencia en funciones, Francesc Homs (i). (EFE)
El presidente de la Generalitat en funciones, Artur Mas (d), y el 'conseller' de la Presidencia en funciones, Francesc Homs (i). (EFE)

En Cataluña, una buena parte de la clase dirigente del secesionismo está perdiendo el sentido común. Ha entrado en una espiral de descalificación insultante contra todos y contra todo que, a algunos, les lleva a disparatar. Ya lo ha hecho el presidente en funciones de la Generalitat al proclamar que el Estado quiere “residualizar” (¡qué palabro!) la comunidad, desea “barrerla”. Hay que entender que Artur Mas se encuentra en una tesitura difícil, personal y políticamente, fuertemente cuestionado dentro y fuera de Cataluña, con retratos periodísticos muy duros (el de Manuel Vicent en 'El País' del pasado día 21 titulado 'El burócrata bajo el volcán' resultaba particularmente agrio), con editoriales que piden su retirada y le reclaman una rectificación completa a su errática trayectoria. Él sabe que su tiempo se ha acabado -sea o no de nuevo presidente- y se comporta con la agresividad del hombre herido en su orgullo. A estas alturas, se puede tomar a beneficio de inventario esta retahíla de disparates.

No ocurre lo mismo con Francesc Homs, cabeza de lista por Democracia y Libertad (que absorbe la siglas de CDC el 20-D), quien después de reclamar “negociación, diálogo y pacto” para cuando llegue al Congreso de los Diputados, se ha soltado el pelo afirmando que “nuestros adversarios son las hienas que nos quieren comer”. Los separatistas serían las 'gacelas' que escapan de las fieras carroñeras. Luego, el ínclito Homs, que es la mano derecha de Mas -¿sigue siéndolo?-, se saca de la manga que el artículo segundo de la Constitución (“indisoluble unidad de la nación española”) se hizo poco menos que bajo coacción militar en 1978 (Carlos Herrera ayer no daba crédito al consejero de Presidencia cuando argumentaba históricamente de forma tan basta), olvidando que su propio partido en el periodo constituyente se cuidó muy mucho de votar la “enmienda Letamendía” en el mes de julio de 1978 a favor de la autodeterminación de los pueblos “del Estado español”. Nueve de los 11 diputados de la entonces Minoría Catalana se abstuvieron. Pau Bernau fue el único parlamentario catalán que la respaldó. Quizás todo esto le suene a chino al señor Homs que, además de arrogante e impulsivo, demuestra una colosal ignorancia sobre lo que ocurrió durante el tiempo constituyente.

En la calle el “ánimo es bajo”: ahora se comienza a reparar que JxS y CUP no sólo no suman, sino que restan en términos de propósito independentista

A medida que la declaración unilateral de independencia diferida se perfila como un descomunal error de JxS, y por lo tanto de CDC, el nerviosismo en la Generalitat se agudiza. La deslocalización de empresas con sede en Cataluña -un goteo incesante que se justifica en eufemismos, sean fiscales u operativos- está coincidiendo con una progresiva indignación de los sectores más dinámicos de la sociedad catalana, especialmente el empresarial, como lo demostraría la última declaración del Círculo de Economía que advierte a Mas de la necesidad de la rectificación. En la calle -lo ha dicho el propio Jordi Sánchez, presidente de la ANC- el “ánimo es bajo” porque ahora se comienza a reparar que JxS y CUP no solo no suman, sino que restan en términos de modelos de país y de propósito independentista. De lo que se ha debido apercibir la propia sociedad catalana proclive a las tesis secesionistas que el domingo se quedó en casa. Solo -y en el mejor de los casos- 3.000 personas convocadas por la ANC se concentraron ante el Parlamento para reclamar un Gobierno soberanista para la Generalitat.

CDC -o lo que queda de ella- envía a Madrid a Francesc Homs, que es el político catalán menos indicado de los posibles para “pactar, negociar, dialogar” -cualquiera de los que le siguen en la lista tiene más credibilidad, sea Campuzano o Puig-, más aún cuando se refiere a sus adversarios como “hienas” y reinventa la historia constituyente española. Homs y todos sus compañeros, que, al margen de procedimientos transparentes y democráticos, urdieron la declaración independentista del 9-N, deben arrostrar sus responsabilidades por tamaño error y, si no lo hacen retirándose, debieran, al menos, comportarse discretamente y no friccionar aún más el enrarecido ambiente que la cuestión catalana está generando dentro y fuera de Cataluña.

Artur Mas sabe que su tiempo se ha acabado –sea o no de nuevo presidente- y se comporta con la agresividad del hombre herido en su orgullo

Todavía los intelectuales orgánicos del independentismo siguen apelando a Agustí Calvet, 'Gaziel', indagando en nuevos escritos del que fuera director de 'La Vanguardia' en los años treinta del siglo pasado. Bastaría que se remitiesen en bloque a 'Tot s´ha perdut' (Todo se ha perdido) de la Biblioteca del Catalanismo (RBA) que, con prólogo de Enric Juliana y nota a la edición de Jordi Amat, recoge los escritos de los años autonómicos republicanos de aquel catalanista que, en diciembre de 1934, en un artículo titulado 'La clara lección' comenzaba diciendo: “Todo se ha perdido, incluso el honor. Con ese retoque de una frase histórica, podría resumirse el desastroso final del primer ensayo autonomista realizado en Cataluña. Las Cortes de la república acaban de rematarlo: el Estatuto queda suspenso sine die”. Para Gaziel no fueron las 'hienas' sino la torpeza de los propios catalanes la que llevó a aquel desastre que -salvando las distancias- tanto se parece a este sobre el que balbucea el señor Homs.

En Cataluña, una buena parte de la clase dirigente del secesionismo está perdiendo el sentido común. Ha entrado en una espiral de descalificación insultante contra todos y contra todo que, a algunos, les lleva a disparatar. Ya lo ha hecho el presidente en funciones de la Generalitat al proclamar que el Estado quiere “residualizar” (¡qué palabro!) la comunidad, desea “barrerla”. Hay que entender que Artur Mas se encuentra en una tesitura difícil, personal y políticamente, fuertemente cuestionado dentro y fuera de Cataluña, con retratos periodísticos muy duros (el de Manuel Vicent en 'El País' del pasado día 21 titulado 'El burócrata bajo el volcán' resultaba particularmente agrio), con editoriales que piden su retirada y le reclaman una rectificación completa a su errática trayectoria. Él sabe que su tiempo se ha acabado -sea o no de nuevo presidente- y se comporta con la agresividad del hombre herido en su orgullo. A estas alturas, se puede tomar a beneficio de inventario esta retahíla de disparates.

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