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Jorge Dezcallar

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Oriente Medio convulso

Hace dos años, había en Oriente Medio un conflicto que enfrentaba a los israelíes con los palestinos y con los árabes en general. Hoy, hay al menos siete confrontaciones

Foto: Campamento de aspirantes a migrantes en Trípoli (Libia). (EFE)
Campamento de aspirantes a migrantes en Trípoli (Libia). (EFE)

Siria, Irak, Yemen y Libia sufren crisis terribles, con millares de muertos y refugiados, y además ha aparecido un monstruo surgido del medioevo con tecnología informática de punta que es el Estado Islámico (ISIS). No se puede pedir más para esa torturada región, que no conocía tal desorden desde que Hulagu, hermano de Kublai Jan, destruyó Bagdad en 1259 y los mongoles sembraron el terror en la tierra situada "entre los dos ríos".

Parte de la culpa de cuanto ocurre la tiene el pasado colonial de la región. Tras la derrota de los otomanos al final de la Gran Guerra, británicos y franceses hicieron caso omiso de los 14 puntos de Wilson, que defendían la autodeterminación de los pueblos sometidos a dominación colonial. Ni unos ni otros estaban dispuestos a renunciar a sus ambiciones imperiales.

Los británicos engañaron los sueños de libertad que habían fomentado en los árabes a cambio de su ayuda contra los turcos (Lawrence de Arabia) y junto con los franceses se repartieron alegremente la región, trazando una línea en el mapa que iba "desde la a de Acre hasta la k de Kirkuk" y que luego el mismo Churchill modificó ligeramente sin tener en cuenta ni etnias, ni lenguas ni religiones. Esa línea, que solo ahora empieza a ponerse en discusión por parte del ISIS, dejaba el norte para una Gran Siria dependiente de Francia, y le arrebataron luego el Líbano para dar un hogar a los cristianos maronitas, algo que los sirios siguen sin aceptar 100 años más tarde, mientras dejaba el sur para Londres, que creó reinos en Jordania, Irak, Egipto y Arabia y se reservó parte de Transjordania para hacer un "hogar judío" (Declaración Balfour).

Para complicar más las cosas, en Irak, donde los otomanos habían hecho tres gobiernos independientes para los kurdos (capital Mosul), los suníes (capital Bagdad), y los chiíes (capital Basora), los británicos reunieron en un solo país el petróleo de Kirkuk y de Basora. Por eso inventaron Irak y luego le separaron Kuwait para que no tuviera todo el petróleo ni tampoco salida franca al mar y poder dominarlo mejor.

No contentos con esta 'ingeniería diplomático-político- geográfica', británicos y franceses "convirtieron la dependencia en condición para la independencia", como sintéticamente ha descrito el poeta palestino Tamir Barghouti, con lo que esos países nacieron sin legitimidad y endeudados con las viejas potencias coloniales, que les impusieron sus propios modelos organizativos sin respeto por las tradiciones locales: el resultado fue ineficacia económica, corrupción política y frustración general. Y luego los occidentales seguimos cometiendo errores, como apoyar a muyahidines para debilitar a los soviéticos en Afganistán, o a los radicales de Hamas para segar la hierba bajo los pies de la OLP, favoreciendo de esta forma la organización y el ascenso de un islam radical.

Luego los occidentales seguimos cometiendo errores, como apoyar a muyahidines para debilitar a los soviéticos en Afganistán, o a los radicales de Hamas

Es lo que se llama jugar con fuego. Y el tiro nos salió por la culata. Después se hicieron mal otras cosas, como estacionar soldados americanos (entre ellos, judíos y mujeres) en la tierra sagrada de Arabia Saudí durante las operaciones para liberar Kuwait (ahí se produjo la radicalización de Osama bin Laden), o invadir Irak y luego romperle el espinazo al disolver su Ejército y el partido Baath y entregar el poder a la mayoría chií, que gobierna sectariamente y se ha enajenado a la minoría suní, que estaba en el poder con el dictador. Por eso hoy los jefes militares y administradores del Estado Islámico son coroneles y burócratas de la época de Saddam Hussein.

Para acabar de arreglarlo, hemos apoyado a dictadores siempre que nos ha convenido. La lista es larga, desde Mubarak a Ben Alí o el Sha de Persia, y las mismas monarquías del Golfo que nadan en un mar de petróleo.

Pero no toda la culpa es nuestra, ni mucho menos. El corruptor necesita corruptos, y en el mundo árabe los estados fueron secuestrados tras la pseudoindependencia por minorías que los esquilmaron en beneficio propio, mientras el conflicto árabe-israelí no solo chupaba energía a las masas árabes, sino que era esgrimido por sus dirigentes para proyectar una apariencia de unidad que en realidad no existía y como excusa para evitar las reformas democráticas, mientras reprimía a los disidentes en sus propios países.

Al mismo tiempo, las monarquías del Golfo, con los bolsillos llenos de dinero, exportaban imanes que difundían por todo el mundo el wahabismo, una versión intransigente y radical del islam, y no dudaban en ahogar a las fuerzas democráticas que ven como una amenaza a su propia supervivencia. El apoyo de Riad al golpe de Estado del general Al Sisi en Egipto contra el torpe presidente Morsi y el gobierno de los Hermanos Musulmanes, en 2013, es solo el último ejemplo.

Y sobre estas culpas compartidas ha llegado como un huracán la llamada Primavera Árabe, que antes de convertirse en mustio otoño ha puesto a la región patas arriba, derribando a los regímenes corruptos herederos de la descolonización, que ni tuvieron legitimidad de origen ni la han tenido luego de ejercicio y que al caer han reabierto viejos conflictos étnicos o religiosos que permanecían artificialmente asfixiados bajo los regímenes opresores. No otra cosa ha sucedido en Libia tras la muerte de Muamar el Gadafi.

Al desaparecer la estructura artificial que quiso construir en torno de su Tercera Teoría Universal superadora del marxismo y del capitalismo (Libro Verde), la muerte del líder dejó al país sin parlamento, sin partidos políticos, sin sindicatos...,y entonces resurgieron con fuerza lo que siempre había existido en Libia: las tribus que se armaron con los arsenales de Gadafi en busca de hacerse con las riquezas y el petróleo del país. Pero la Primavera Árabe ha abierto también la 'caja de Pandora' del papel de islam en la política, un debate oculto durante años por las dictaduras. A diferencia del Occidente cristiano, el islam no ha conocido ni el Renacimiento, que puso al hombre en el centro de la Creación, ni la Ilustración, que colocó la duda en el centro del debate racional, y, en consecuencia, no se ha producido en el mundo musulmán la separación entre Estado y religión, lo que facilita la pretensión de la segunda de regular todos los aspectos de la vida y, por lo tanto, también de la política, pues no hay que olvidar su carácter totalizador. Hoy, en un país musulmán hay que respetar el Ramadán en público, sea uno o no creyente y aunque sea cristiano.

La consecuencia es que hoy hay en el mundo árabe más de media docena de enfrentamientos y cuatro estados que podemos considerar fallidos en este momento: Yemen, Libia, Siria e Irak. Y una frustración muy grande que muchos musulmanes (los salafistas) consideran que es producto de haber abandonado la pureza del islam original para copiar mal los modelos occidentales. Esa rabia, como dice Brzezinski, se vuelca hoy sobre Occidente. Y por si fuera poco ha aparecido un proyecto milenarista que pretende acabar con el Estado westfaliano y borrar las fronteras heredadas de la descolonización, las dibujadas hace 100 años por Sykes y Picot, y agrupar al conjunto de los creyentes desde Mauritania hasta Indonesia, lo que se conoce como la Umma, bajo la bandera negra del nuevo califa Abubaker al Bagdadi. Y ejercer sobre ellos no solo un dominio terrenal sino también espiritual.

Al Qaeda (AQ) es un grupo terrorista que lanza sus ataques primordialmente contra Occidente y contra los regímenes árabes corruptos que lo apoyan, mientras el Estado Islámico (ISIS) se esfuerza en derribar el orden establecido por la descolonización para crear el reino de Dios sobre la tierra, aquí y ahora. Afortunadamente se llevan tan mal que el Frente al Nusra, franquicia de Al Qaeda que opera en Siria, pide públicamente el asesinato del califa del llamado Estado Islámico. Sus diferencias son tanto tácticas como doctrinales, pero ambos pugnan por el liderazgo mundial del islamismo radical... con ventaja ahora para el ISIS, cuyos mensajes son mucho más atractivos para los jóvenes indignados, inadaptados o con problemas identitarios que constituyen su base principal de reclutamiento.

Al Qaeda (AQ) lanza sus ataques contra Occidente mientras que el Estado Islámico (ISIS) se esfuerza en derribar el orden establecido tras la descolonización

AQ se mantiene allí donde tiene sucursales, como Al Qaeda de la Península Arábiga (AQPA), Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI), Al Morabitun en el Sahel (suyos son los recientes ataques a hoteles frecuentados por extranjeros en Bamako, en Uagadugu y en Costa de Marfil) o Al Shahab en Somalia. En estos lugares, cumplen la máxima revolucionaria de Mao Zedong de moverse como pez en el agua y lo hacen como pirañas enfurecidas por el olor de la sangre y la perspectiva del Paraíso prometido. Mientras, el Estado Islámico no para de crecer a lugares tan distantes como Nigeria (Boko Haram), Yemen o la vecina Libia, donde ya controla unos 120 km. de costa en torno a Sirte, donde ha trasladado no solo a combatientes (entre 5.000 y 6.000) sino también el modo de organizarse y de funcionar diseñado en Bagdad por militares y funcionarios del viejo Baath, el partido de Saddam Hussein.

Desde Sirte, ambiciona ocupar el nudo exportador de petróleo de Ras Lanuf y amenaza con echar al Mediterráneo otra ola de refugiados como los que huyen de la guerra de Siria. Su presencia tan cerca de España debe ser un motivo de preocupación muy especial para nosotros, pues nos puede afectar de muchas otras maneras, como son los ataques terroristas o la desestabilización de otros países del norte de África, como Túnez o Argelia.

Afortunadamente, Al Qaeda y el Estado Islámico se llevan muy mal, pero es muy preocupante que estén ambas de acuerdo en reivindicar Al Andalus y Ceuta y Melilla como tierras irredentas que un día fueron islamizadas y que es deber de todo buen musulmán devolver a "la fe verdadera". No es broma. Por absurdo que nos parezca a nosotros, no lo es para los yihadistas salafistas, y en consecuencia también nosotros debemos tomar en serio esta amenaza y no bajar la guardia en ningún momento. Por eso, España no debería estar ausente en la operación occidental que se prepara por parte de Italia, Francia, Reino Unido y los Estados Unidos contra la presencia del Estado Islámico en Libia.

Siria, Irak, Yemen y Libia sufren crisis terribles, con millares de muertos y refugiados, y además ha aparecido un monstruo surgido del medioevo con tecnología informática de punta que es el Estado Islámico (ISIS). No se puede pedir más para esa torturada región, que no conocía tal desorden desde que Hulagu, hermano de Kublai Jan, destruyó Bagdad en 1259 y los mongoles sembraron el terror en la tierra situada "entre los dos ríos".

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