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México lindo y no querido
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Jorge Dezcallar

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México lindo y no querido

Donald Trump y Peña Nieto están protagonizando una pelea fea, en la que ambos se pueden hacer daño, y donde es fundamental que se respete el derecho internacional

Foto: Enrique Peña Nieto estrecha la mano a Donald Trump.(EFE)
Enrique Peña Nieto estrecha la mano a Donald Trump.(EFE)

Tras la independencia mexicana de España en 1821, las relaciones con los Estados Unidos pasaron por momentos muy difíciles durante la guerra de 1846 en la que México perdió nada menos que Texas, Nevada, Arizona, Nuevo México y partes de Colorado, California y Utah. Casi nada. Tampoco fueron fáciles esas relaciones cuando el general Pershing entró en México persiguiendo a Pancho Villa durante la Revolución de 1917, cuyo centenario se celebra este año. Pero desde entonces ambos países habían disfrutado de un siglo de buenas relaciones en términos generales, que habían culminado en 1994 con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (conocido como NAFTA, por sus siglas en inglés) entre los EEUU, Canadá y México.

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump, saluda a la multitud durante su toma de posesión, en Washington, el 20 de enero de 2016. (Reuters)

Hasta que ha llegado Donald Trump y lo ha puesto todo patas para arriba. Empezó llamando ladrones y violadores a los inmigrantes mexicanos, que son gente honrada y trabajadora en su inmensa mayoría; luego amenazó con deportar a los once millones que están en situación irregular para lo que afirma que va a crear una fuerza especial de deportaciones o a reforzar la ya existente; a continuación se permitió dudar de la imparcialidad de un juez californiano por el hecho de ser de origen mexicano; forzó a la compañía Ford, presente en México desde 1925, a cancelar una inversión de 1.600 millones de dólares en una nueva planta automovilística (también amenazó a General Motors); y ahora ha ordenado construir un muro a lo largo de los 3.300 kilómetros de frontera común, de los que ya hay 1.300 km construidos. He visto el muro desde El Paso, frente a Ciudad Juárez, siguiendo el curso del Río Grande, y comprendo la indignación que provoca en México. Y, finalmente, Trump amenaza con abolir o reformar el NAFTA porque afirma que está mal negociado. Y lo ha hecho con los malos modos que parecen ser marca de la casa, con insultos y en plan matón barriobajero con el vecino más débil.

El presidente mexicano no para de hablar de defender la dignidad y soberanía de su país cuando ha sido humillado públicamente dos veces

Todo esto ha causado una enorme tormenta política en México, cuyo presidente, Enrique Peña Nieto, no para de hablar de defender la dignidad y soberanía de su país cuando ha sido humillado públicamente ya dos veces. La primera en agosto cuando invitó al entonces candidato republicano a visitar el Distrito Federal (también invitó a Hillary Clinton, que declinó), en lo que fue un claro error de cálculo pues Trump, en cuanto regresó a Washington, insistió en su mantra electoral de construir el muro entre los dos países y en que se lo haría pagar a México. Fuerte y en la frente. La segunda vez ha sido ahora, cuando la firma por Trump de la orden de comenzar los preparativos para la construcción del dichoso muro le han obligado a cancelar un viaje a Washington que estaba programado para el próximo martes. No contento con ello, Trump dice que ha sido él quién ha cancelado el encuentro "hasta que México trate con respeto" (sic) a los Estados Unidos.

En la realidad Peña Nieto está entre la espada y la pared ante su poderoso vecino del norte. Por una parte, sus conciudadanos le piden firmeza y que defienda la dignidad nacional y, por otra, sabe que preservar una buena relación con el vecino del norte es esencial para México, que es la parte más débil de la ecuación.

placeholder Fragmento de un muro de acero de la localidad de Sunland Park, en Nuevo México (México), en la frontera con Estados Unidos. (EFE)
Fragmento de un muro de acero de la localidad de Sunland Park, en Nuevo México (México), en la frontera con Estados Unidos. (EFE)

La actitud de Donald Trump le plantea al menos tres tipos de problemas a México:

Políticos: En un país con graves problemas de transparencia, corrupción y seguridad (recuérdese el dramático asesinato de 43 estudiantes hace unos meses o la insultante impunidad con la que se mueven los carteles de la droga), lo último que necesitaba el acosado presidente Peña Nieto era ser humillado en público.

Lo que ocurre le debilita y juega en favor del radicalismo de izquierdas del eterno opositor Andrés López Obrador, líder del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA). Hay elecciones en 2018. También debilita al país y siembra incertidumbre entre sus socios y amigos. Por no hablar de las inversiones que tanto necesita, por ejemplo en el sector petrolífero.

Lo que ocurre le debilita. Hay elecciones en 2018. También debilita al país y siembra dudas entre los socios y amigos de Peña Nieto

Económicos: La balanza comercial entre ambos países alcanza los 500.000 millones de dólares anuales. A los EEUU va el 80% de las exportaciones mexicanas y a este país el 16% de las norteamericanas, con un saldo de 60.000 millones al año favorables a México, país en el que se encuentran las llamadas "maquilas" que producen solo para la exportación hacia el norte y que en muchos casos son de propiedad norteamericana. Y seis millones de empleos en los EEUU dependen de este comercio, en una frontera por la que cada día circulan mercancías por valor de 1.400 millones de dólares. Para disuadir a quien piense en invertir en México, creando los puestos de trabajo que quiere para su "America First", Trump amenaza con un arancel del 35% a los productos de empresas norteamericanas establecidas en el vecino del sur.

Sociales: Imposible pensar en lo que puede suceder si efectivamente se llevan a cabo expulsiones masivas de emigrantes en situación irregular (son once millones), se separan familias, pues los hijos nacidos en los EEUU tienen nacionalidad norteamericana en virtud de la aplicación del 'ius soli' y los padres no, o si se ponen trabas a la remesas que los emigrantes envían a sus familiares al sur del Río Grande y que suponen un volumen muy importante para la economía mexicana y sus reservas de divisas.

placeholder Frontera sur de México con Estados Unidos en Río Grande. (EFE)
Frontera sur de México con Estados Unidos en Río Grande. (EFE)

Naturalmente México ha dicho que de ninguna manera va a pagar el muro y ahora está Trump buscando la forma de hacérselo pagar, aunque tenga que poner Washington el dinero por delante (entre 13.000 y 20.000 millones de dólares, según los primeros cálculos) y recuperarlo luego de los bolsillos mexicanos. Y la primera idea que se le ha ocurrido ha sido establecer un impuesto del 20% a todas las importaciones procedentes de México, lo que ha provocado tal protesta en los propios Estados Unidos que el portavoz de la Casa Blanca, Spicer, se ha visto forzado a decir que se trata solo "de una idea" mientras Priebus, jefe de gabinete de Trump, ha añadido que en realidad trabajan con "una variedad de opciones".

Porque si esta idea sale adelante los que pagarían el muro serían los consumidores norteamericanos, a los que se repercutiría la tasa en el precio final, y los fabricantes, que verían encarecerse su producto y hacerse menos competitivo. Otro tiro que puede salirle a Trump por la culata es la devaluación del peso mexicano. Un dólar valía 15 pesos en julio de 2015, hoy vale 22, y según fuentes mexicanas puede valer 40 si se va a una confrontación más seria entre los dos países. Pero esta debilidad, que puede llevar a una salida masiva de divisas y tener otros efectos internos muy nocivos para México, también aumentará la competitividad de la economía exportadora mexicana y hará más atractivo invertir en ese país para las compañías del norte.

La revisión del NAFTA puede no ser necesariamente negativa si se aprovecha para negociar de buena fe e incluir aspectos que no existían en 1994

Y si hablamos del NAFTA, su revisión no será fácil pues su negociación fue larga, pero como toda crisis es también una oportunidad, puede no ser necesariamente negativa si se aprovecha para negociar de buena fe e incluir aspectos que simplemente no existían en 1994 como protección de datos o comercio 'online', u otros aspectos que puede ser conveniente considerar ahora como normas laborales o estándares medioambientales.

Esta pelea es fea y en ella se pueden hacer mucho daño los dos, sin hablar del que pueden hacer a terceros países inversores en México, como es el caso de España, que tiene allí fuertes inversiones y algunas empresas de primer nivel. Y no hay que olvidar que, aunque México sea en principio la parte más débil, también tiene armas con las que jugar como son, además del comercio y la pérdida de puestos de trabajo a él vinculados en el norte, la cooperación en temas migratorios, en temas de seguridad (incluida la de la misma frontera) y la colaboración frente a amenazas terroristas, o para combatir tráficos ilegales de todo tipo: drogas, armas, personas, dinero...

Es, como digo, una pelea fea, hecha con malos modos, en la que ambos se pueden hacer daño a pesar de la disparidad de fuerzas en presencia, y que puede acabar afectando a los intereses de países terceros con intereses a ambos lados de la frontera, desbordando sus efectos y creando un precedente muy malo. Incluso podría degenerar en una guerra comercial. Por eso es importante evitar que las cosas se hagan de esta forma, es fundamental que se respete el derecho internacional y que no se imponga la ley del más fuerte y el puñetazo en la mesa. Porque eso es lo que ocurre en la selva y porque el derecho se ha inventado precisamente para evitar el abuso de los fuertes sobre los débiles. Se debe encontrar una salida negociada a tanto despropósito o nos acabaremos arrepintiendo todos.

Tras la independencia mexicana de España en 1821, las relaciones con los Estados Unidos pasaron por momentos muy difíciles durante la guerra de 1846 en la que México perdió nada menos que Texas, Nevada, Arizona, Nuevo México y partes de Colorado, California y Utah. Casi nada. Tampoco fueron fáciles esas relaciones cuando el general Pershing entró en México persiguiendo a Pancho Villa durante la Revolución de 1917, cuyo centenario se celebra este año. Pero desde entonces ambos países habían disfrutado de un siglo de buenas relaciones en términos generales, que habían culminado en 1994 con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (conocido como NAFTA, por sus siglas en inglés) entre los EEUU, Canadá y México.

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