Todo está en la #querellaBankia

Caprichos de la actualidad: el día del histórico hallazgo del bosón de Higgs, se admite a trámite en la Audiencia la querella contra los responsables de Bankia presentada por UPyD. No han tardado mucho viñetistas y periodistas en dejarse tentar por el paralelismo: el bosón es a la materia lo que Bankia es a la crisis española.

En efecto, el juez Andreu tiene ante sí la madre de todas las instrucciones. Su labor consiste en delimitar las responsabilidades penales, pero a medida que escarbe allí donde todo se ha encubierto, irá recomponiendo lo que hemos vivido estos años, que hasta ahora se nos presentaba fragmentado y absurdo.

El punto de partida de su investigación será la salida a bolsa de Bankia, pero la presunta estafa le llevará pronto al funcionamiento de las cajas. De hecho, ya señala en su auto que concedían créditos de acuerdo al “favor político” y no al “rendimiento económico”. Esa apropiación por parte del poder político-sindical-empresarial de la mitad del sistema financiero español explica la burbuja crediticia. Los bajos tipos de interés ayudaron, pero la realidad es que el sistema bancario privado no ha quebrado, aunque tenga problemas. Se verá entonces que los gestores de las cajas concedieron créditos por encima de nuestras posibilidades. ¿Y por qué? Porque convenía para cimentar una economía basada en el ladrillo. Por eso nunca se pinchó la burbuja. Beneficiaba al poder político, que recaudaba a mansalva, creaba mucho empleo, construía infraestructuras rentables electoralmente aunque fueran innecesarias y, de paso, daba trabajo a los paniaguados del partido. Por días, hasta les llegaba para una sisa.

Por este camino, el juez caerá de lleno en la investigación de corruptelas mayores y menores: créditos a interés cero, condonados o concedidos a cambio de algún favor. Pero si esos préstamos no se ajustaban a un criterio económico, ¿no vieron que las cajas acabarían quebrando? Seguramente alguno lo vio, pero pensó: si los de mi partido me lo mandan, ellos me sacarán del atolladero.

En este punto, todo casa a la perfección: se empezaron a acercar al atolladero hace tres años y no se puede decir que desde instancias políticas no se hayan hecho esfuerzos denodados para disimular el falseamiento, el saqueo, el despilfarro. Desde el Banco de España hasta la CNMV pasando por los gobiernos autonómicos y el Gobierno central, nadie ha dejado de buscar una vía de impunidad para los responsables de Bankia y de muchas otras cajas. ¡Si hasta un continente entero les ha ofrecido todo el dinero público que necesiten!

¿Y esto qué es?, se preguntará tal vez el juez Andreu. ¿Es un delito? ¿Es una forma de corrupción? ¿Es el establishment tratando de ponerse a salvo como sea? Básicamente, es la podredumbre, es la crisis de valores en su más pura esencia: renunciar a cumplir las obligaciones propias con diligencia y justicia, mientras se presta servicio a intereses inconfesables. En el fondo, nada muy distinto a cobrar una pensión millonaria por quebrar una caja. Y todo sin dejar de decirnos ni un minuto que estaban ahí por la obra social. Muchos de estos comportamientos no figurarán en ningún artículo del Código Penal, pero saldrán a relucir, como lo hará la razón última de la crisis de legitimidad que sufren los partidos: defienden sus intereses y no a los ciudadanos.

Toda la trama se verá en la Audiencia. Será el relato colectivo más útil, veraz y fidedigno de la crisis que hemos tenido hasta ahora. Constituirá el resarcimiento que muchos ciudadanos necesitan para seguir soportando la crisis. Y tendrá el efecto de una catarsis. Confío en que aprenderemos de ello para avanzar hacia una democracia de calidad. Y habrá que insistir en que es el partidismo lo que nos ha llevado a esto, no la política. De hecho la política constituye la única alternativa al partidismo ciego y autodestructivo. La política, o sea, la gestión por parte de los ciudadanos de sus propios asuntos. ¿Es o no es el bosón de Andreu?