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Ajustes de cuentas
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Irene Lozano

Palabras en el Quicio

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Ajustes de cuentas

Lo de menos es cuántos miles de millones le debe el Estado a la Generalitat. Lo importante es la idea subyacente a ese memorial de agravios:

Lo de menos es cuántos miles de millones le debe el Estado a la Generalitat. Lo importante es la idea subyacente a ese memorial de agravios: el ajuste de cuentas. Ahí aflora la concepción pandillera y narcótica de la realidad que le es tan propia al nacionalismo, con la particularidad de que un ajuste de cuentas de 35 años es mucho más de lo que nunca pudo mantener el cártel. Un ajuste que consagra el nosotros frente a ellos. Lo sabemos: "nosotros" es una palabra peligrosa. Y "nosotros frente a ellos", aun restringido al mundo contable, es un sintagma temerario. Este genuino Memorándum of misunderstanding busca perseverar en el malentendido.

En la pandilla urbana, en la tribu, en el cártel, "nosotros" es un concepto clave. Se construye siempre frente a otros: ellos nos deben o ellos nos humillan o ellos nos desprecian... Da igual, la idea-fuerza estriba en el “nosotros frente a ellos”. Lo que se añade detrás suele ser irrelevante.

España es el país donde el poder nunca rinde cuentas. En los últimos tiempos, esto ha creado un claro nosotros: los ciudadanos. Y enfrente un inequívoco ellos: el poder político y económico que se enriqueció en la época de bonanza y queda al margen del recorte en los malos tiempos

Qué extraña coincidencia sintáctica: el nosotros y el ajuste de cuentas en la misma frase. En unos días se acumulan titulares sobre el poder irresponsable: la vicepresidenta miente sobre el fraude en el desempleo y no pasa nada. La sentencia del Faisán justifica el delito con fines políticos sin que nadie espere una explicación de un responsable político. El proyecto Castor nos va a costar 1.700 millones gracias a un contrato leonino firmado por el Estado en nuestro nombre, y no sabemos quién lo firmó, con nombre, apellidos y foto, quiero decir. Como ese se han firmado también cientos de contratos en los Programas Especiales de Armamento de Defensa, para favorecer a los "amigantes", y nadie consigue escandalizarse siquiera un poco. La exministra de Cultura recibe un premio de un editor cuando aún no se han cumplido ni dos años del fin de su gestión en Cultura –que hasta donde a mí me enseñaron incluye los libros– y nadie sabe, nadie oye, nadie ve un posible conflicto de intereses.

España es el país donde el poder nunca rinde cuentas. En los últimos tiempos, esto ha creado un claro nosotros: los ciudadanos. Y, enfrente, un inequívoco ellos: el poder político y económico que se enriqueció en la época de bonanza y queda al margen del recorte en los malos tiempos. Ese es el “nosotros frente a ellos” que la mayoría habíamos comprendido. Pero como el cártel siempre viola la lógica, plantea un ajuste de cuentas con el rival para que nos pase desapercibido cuánto se parecen: la ruina, el saqueo y la corrupción, no habrían sido posibles sin el concurso de CiU con los diversos Gobiernos de España. Ellos mismos presumieron durante años de su contribución a la “gobernabilidad de España”. ¡Y resulta que la deuda generada con su participación la cobran también ellos! Hay que admitir que organizando finanzas son prodigiosos.

Ahora se ponen enfrente y gritan: “¡Son ellos! ¡Mirad las cuentas!”. Y aún hay gente dispuesta a creerlos, porque el país está desmoralizado frente a la devastación del establishment. El botín no son los 9.000 millones. La pieza mayor que aspiran a obtener con ese memorial de agravios es el certificado de su irresponsabilidad en la ruina del país. Y eso puede salir tan caro como amnistiar a un cártel.

Lo de menos es cuántos miles de millones le debe el Estado a la Generalitat. Lo importante es la idea subyacente a ese memorial de agravios: el ajuste de cuentas. Ahí aflora la concepción pandillera y narcótica de la realidad que le es tan propia al nacionalismo, con la particularidad de que un ajuste de cuentas de 35 años es mucho más de lo que nunca pudo mantener el cártel. Un ajuste que consagra el nosotros frente a ellos. Lo sabemos: "nosotros" es una palabra peligrosa. Y "nosotros frente a ellos", aun restringido al mundo contable, es un sintagma temerario. Este genuino Memorándum of misunderstanding busca perseverar en el malentendido.

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