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Grecia y la idealización de la revuelta
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Grecia y la idealización de la revuelta

La interpretación de los recientes acontecimientos que han conmovido a la sociedad griega durante este diciembre negro como si de un nuevo “mayo del 68” de

La interpretación de los recientes acontecimientos que han conmovido a la sociedad griega durante este diciembre negro como si de un nuevo “mayo del 68” de tratara, además de una increíble ingenuidad, ceguera política y anclaje en el pasado, nos demuestra que la realidad virtual creada por los medios de comunicación, es mucho más importante que la real.

Como es sabido, la revuelta comenzó como reacción y consecuencia del asesinato durante la noche del 6 de diciembre del adolescente Aléxandros Grigorópulos a manos de un policía en el barrio de Exarhia, situado en el corazón de Atenas, en lo que viene siendo durante las últimas décadas el centro de acción de los movimientos anarquistas griegos.

A raíz de este fatal accidente y de una serie de particularidades griegas, así como de la tremenda debilidad demostrada por el Gobierno, el aparato del Estado, la policía y los medios de comunicación, se ha creado un insólito fenómeno cuyas dimensiones y consecuencias se verán dentro de algunos años. En primer lugar, la respuesta del Gobierno griego a la violencia desatada por grupos de jóvenes la misma noche del asesinato ha sido la impasibilidad institucionalizada. A partir de aquella noche, las órdenes dadas a la policía, y seguidas con una devoción cuasi religiosa, estuvieron marcadas por la “actitud defensiva” a la que se refirió el ministro de Interior, Procopios Pavlópulos.

Como se han encargado de dejar bien claro los dirigentes del partido conservador gobernante -Nueva Democracia-, el objetivo era evitar más muertes aún a costa de cualquier sacrificio. Así pues, la policía se ha dedicado a contemplar cómo unas hordas de jóvenes destruían Atenas sin hacer absolutamente nada, lanzando enormes cantidades de gases lacrimógenos cuyas nubes se mezclaban con las de las llamas de los edificios que ardían, lo cual contribuyó a crear un ambiente de guerra tanto en Atenas como en otras ciudades griegas.

A la impasibilidad de la policía se ha sumado la existencia en Grecia del controvertido derecho de asilo universitario. Esto significa que a la fuerza policial le está vetado entrar a cualquier espacio considerado universitario, incluidos los parques que lo rodean. Es decir, que los anarquistas tienen a su disposición fortalezas inexpugnables en el centro de Atenas, cuyo núcleo es el conjunto de escuelas politécnicas sitas en Exarhia, donde pueden fabricar cócteles molotov u otro tipo de armas, lanzar ataques y protegerse de la policía cuando ésta contraataca. De este modo, grupos relativamente pequeños en número son capaces de provocar grandes destrucciones tanto en Atenas como en otras ciudades donde hay universidades.

La propia policía, incluso en el caso de no haber recibido en esta ocasión órdenes claras y tajantes de “apaciguar” a los anarquistas, ha practicado la política de “tierra quemada” para conseguir que el fenómeno se desinflara. Hay que tener en cuenta, por lo demás, que tampoco está realmente capacitada para hacer grandes cosas, teniendo en cuenta que el modo de afrontar disturbios, el armamento, los métodos y la filosofía de acción que emplea pertenecen a la década de los sesenta.

No ha sido una rebelión popular

En ningún caso lo ocurrido puede calificarse de revolución popular, revuelta juvenil o cualquier otro tipo de fenómeno de masas. Como subrayó la Secretaria General del Partido Comunista de Grecia (KKE), Aleka Papariga, este fenómeno no tiene ninguna relación con una revuelta popular. En las concentraciones, manifestaciones y enfrentamientos con la policía ha participado un pequeño número de personas, probablemente no más de 10.000 en toda Grecia. Los intentos de explicar el fenómeno invocando a la llamada generación de los 700 euros, es decir, la de los jóvenes con estudios que no tienen perspectivas de futuro, a quienes se les atribuye el protagonismo inicial de este suceso, están simplemente fuera de la realidad.

Se trata de una explosión de violencia extrema y descontrolada que ha surgido de la parte más antisocial del pueblo griego. Un grupo demográfico microscópico, cuyo centro es Exarhia, pero que, debido a los enormes daños provocados, ha adquirido enorme resonancia. Y ésta ha sido aún mayor debido al gran número de intelectuales y analistas que han corrido a los medios de comunicación a “interpretar” el fenómeno a través de las lentes deformadas por las experiencias vividas por ellos mismos en la época de la lucha contra la dictadura.

No olvidemos que una de las particularidades de la sociedad griega actual es la idealización de la revuelta. Desde la revolución de 1821 contra el yugo turco que condujo a la creación del Estado griego actual, pasando por la guerrilla contra los alemanes en 1940-44 y el levantamiento de los estudiantes del Politécnico en 1973, que condujo a la caída de la dictadura de los coroneles, los griegos aprenden ya en la escuela primaria a santificar la revolución, la rebelión y a los rebeldes, de modo que, al menos de partida, existe una cierta inclinación a idealizar todo fenómeno que se le parezca.  

Esta vez, en cambio, la aplastante mayoría de la sociedad griega se ha vuelto claramente contra los “rebeldes”, algo muy fácil de detectar si se hace el esfuerzo de entrar en contacto con la sociedad real y no con la mayoría de los narcisistas intelectuales griegos que hablan por boca de ésta, o con los analistas “sabelotodo” de los medios de comunicación, cuyos análisis suelen provocar hilaridad pero también la cólera de la mayoría de los ciudadanos.

Teorías conspirativas

En la sociedad griega conviven hoy diferentes teorías sobre supuestos “complots”. Una de las más extendidas sostiene que todos estos sucesos significan una “revolución naranja” como la ucraniana, pero al estilo griego. Una situación dirigida por los servicios secretos de Estados Unidos, cuyo objetivo es combatir la nueva inclinación geoestratégica del Primer Ministro, Constantinos Caramanlís, es decir, el giro del gobierno conservador de Nueva Democracia hacia Rusia, lo cual incluye la colaboración energética con Putin mediante la creación de oleoductos y gaseoductos que pasarían por suelo griego, así como la compra a este país de sistemas armamentísticos, etc., todo lo cual habría causado una profunda inquietud en los USA.

Así pues, no son pocos los que en Grecia están hoy convencidos de que lo que estamos viviendo es una especie de guerra encubierta por parte de EEUU para hacer que caiga el Gobierno y lograr con ello que Grecia cambie de orientación. También están comenzando a aparecer artículos de opinión que caracterizan los acontecimientos como una versión metamoderna del golpe de los coroneles de 1967, que abolió la democracia en Grecia. Pero, incluso los “devotos” de esta teoría no justifican al Gobierno, a quien acusan de haber hecho gala de incapacidad y debilidad absolutas, de estar fuera de la realidad y de ser el verdadero creador de esta situación, dado que ha ofrecido a los alborotadores las ciudades griegas como regalo.

¿Son correctas estas afirmaciones? Según la opinión del que esto escribe, no. Son intentos de racionalizar el caos que azota al país. Igual, e incluso más erráticas, son las teorías opuestas en torno a este fenómeno nihilista recubierto con el manto romántico de la sublevación de los no privilegiados. En algún momento los griegos tendremos que encarar la realidad tal como es y no tal como debería ser.

* Costas Grivas es escritor y periodista especializado en temas de defensa y análisis geopolítico. Actualmente trabaja como profesor en la Universidad del Jónico de Corfu.

(Traducción de Natividad Gálvez)

La interpretación de los recientes acontecimientos que han conmovido a la sociedad griega durante este diciembre negro como si de un nuevo “mayo del 68” de tratara, además de una increíble ingenuidad, ceguera política y anclaje en el pasado, nos demuestra que la realidad virtual creada por los medios de comunicación, es mucho más importante que la real.