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La misma cara para otra América Latina
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La misma cara para otra América Latina

Esta semana, bajo los auspicios de la Fundación Euroamérica y el diario ABC, con el patrocinio del BBVA, América Latina ha sido protagonista en Madrid. Banqueros,

Esta semana, bajo los auspicios de la Fundación Euroamérica y el diario ABC, con el patrocinio del BBVA, América Latina ha sido protagonista en Madrid. Banqueros, políticos, politólogos, comunicadores, hombres de empresa de uno y otro lado del Atlántico, han escrutado con su bisturí cómo la crisis va a impactar el maltrecho cuerpo del continente, al que los cursis de ahora llaman LATAM, como si hablaran inglés acronomizado.

Arturo Valenzuela, que trajo su saber e influencia demócrata desde Washington DC, alertó ante el hecho de que la región no registra un golpe de Estado desde los inicios de los noventa. ¡Qué tiempos aquellos en que cada dos por tres un militarote se animaba a poner las cosas en su sitio, que no era otro que su propio bolsillo, con el aliento o la pasividad de la potencias democráticas, sobre todo los vecinos del Norte!. Eso parece que ya pasó a la historia, gracias a Dios.

José Manuel Rodriguez Páramo, desde su sapiencia y fina analítica, atacó otra excepción. Esta crisis no la ha provocado América Latina, pero la va a sufrir como el primero. Atrás también quedan los tequilazos y corralitos, pero la economía de la región la va a pasar igualmente canutas. Los precios de las materias primas siguen su cuesta abajo, con el petróleo, el cobre y la soja a la cabeza, y las empresas padecerán problemas de liquidez, al tiempo que la consecución de financiación se adivina con muchas dificultades para todos. Es cierto que el conjunto de los gobiernos y sus bancos centrales han mejorado su disciplina monetaria y cuentan con reservas para afrontar malos tiempos.

América Latina ha cambiado en lo político y en lo económico. Los gobiernos del populismo de izquierda están animando una política económica intervencionista que llena de inquietud al inversor internacional. El fantasma del default pende sobre algunos países. La pregunta es sí está América Latina también ha cambiado su imagen, ha cambiado su cara ante el exterior. No hay una América Latina, hay muchas y distintas, pero también es cierto que en todas ellas podemos ver una constante.

La respuesta no es fácil. América Latina ha mudado su imagen de convulsión, persecución, guerrillas, sangre y cárcel, golpes y botas militares, por una especie de estabilidad tensa que tiene a las urnas por protagonista dominadas por tardorevolucionarios de distinto signo. Los indígenas también llaman con fuerza a las puertas del poder y suben escalones en cada votación. No cabe duda que es un salto adelante de enorme peso histórico. La estética y la ética no resistirían imágenes que inundaban los telediarios hace apenas 15 o 20 años cuando tanques y fusiles se adueñaban de voluntades y países.

La economía  también ha cambiado. La inversión extranjera está más diversificada y las empresas locales son pujantes e internacionalizadas. Es cierto que algunos países levantan serias dudas sobre la seguridad jurídica, pero también es verdad que la región es mejor hoy para invertir y desarrollar que hace 20 años. Las mejoras sociales son palpables. La barrera entre la riqueza y la pobreza se ha estrechado algo, al tiempo que una clase media profesional y bien formada se ha ido multiplicando en los años de bonanza.

Pese a estos cambios la imagen de la región sigue dominada por las constantes de agitación política, altibajos económicos y brecha social, como dando la impresión de que la región sigue moviéndose entre “las venas abiertas” de Galeano y el “manual del idiota” de Vargas Llosa. Eso añadiendo el hecho de que los líderes de América Latina siguen sin saber hablar a la prensa y a la televisión. Sus gestos son airados y nerviosos, sus rostro, enrojecido, su voz gritona, sus palabras grandilocuentes y vacuas, preñadas de declaraciones de intenciones sobre el bien y el mal.

La imagen, la cara, la comunicación de América Latina debería cimentarse en una corriente de estabilidad, normalidad y solvencia, que evitase las sorpresas al máximo. Unos mensajes sobrios y concisos, soportados más sobre hechos que sobre promesas. Un discurso que se centrase más en el kennediano cómo puedo yo ayudar a mi país, que pensase en los otros, en la población, en esa ciudadanía que lucha cada día por buscar un lugar al sol. Una puesta en escena sencilla, escueta y eficaz. Una comunicación más construida sobre lo factual que sobre la promesa, más sustantiva que adjetiva. Y, por supuesto, interpretada por unos líderes que dominaran el lenguaje de la comunicación y el poder que emana de saber hablar a la televisión que llega a los hogares y se engancha a youtube. El objetivo no es otro que dotar a la región de credibilidad y confianza en la opinión pública. Eso sí sería una revolución.

*Juan Francisco Polo es socio y director general de Llorente & Cuenca.

Esta semana, bajo los auspicios de la Fundación Euroamérica y el diario ABC, con el patrocinio del BBVA, América Latina ha sido protagonista en Madrid. Banqueros, políticos, politólogos, comunicadores, hombres de empresa de uno y otro lado del Atlántico, han escrutado con su bisturí cómo la crisis va a impactar el maltrecho cuerpo del continente, al que los cursis de ahora llaman LATAM, como si hablaran inglés acronomizado.