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Mamá, y si no estoy enamorada ¿qué?
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Mamá, y si no estoy enamorada ¿qué?

C.S. Lewis escribió The Screwtape Letters en el año 1942. Se trata de un ensayo vigoroso, como tantos otros del profesor de Cambridge, que transita por

C.S. Lewis escribió The Screwtape Letters en el año 1942. Se trata de un ensayo vigoroso, como tantos otros del profesor de Cambridge, que transita por los vericuetos del alma humana y las contradicciones de la sociedad.

 

Un joven diablo intenta, con poco tino, salvar un puñado de almas de las garras del cristianismo. Cansado de su impericia, su tío, el Demonio, le alecciona sobre las mejores artimañas. Dice Escrutopo: “Tu hombre, sobrino, se ha acostumbrado, desde que era un muchacho, a tener dentro de su cabeza, bailoteando juntas, una docena de filosofías incompatibles. Ahora no piensa si las doctrinas son ciertas o falsas, sólo si son (…) actuales o convencionales ¡No pierdas el tiempo haciéndole creer que el materialismo es la verdad, hazle pensar que es poderoso y valiente, la filosofía del futuro!”.

Setenta años después, la instrumentalización del pensamiento sigue intacta. Las cosas ya no son buenas o malas, verdaderas o falsas, sólo son de izquierdas o de derechas, trasnochadas o progresistas. Como la píldora postcoital. 

Hasta hace una semana, el levonorgestrel era un fármaco. Con su indicación terapéutica y sus efectos secundarios (sangrado no relacionado con la menstruación, aumento de la sensibilidad en las mamas, dolor de cabeza y mareos, diarrea y vómitos)  y estaba totalmente contraindicado para aquellas mujeres que tenían algún problema de hígado. Por tanto, debía ser administrado bajo la supervisión de un médico.  

Hoy es sólo una pastilla al servicio de un ideario político. No necesita ni médico ni receta y no tiene efectos secundarios. Y todo, gracias al arte del birlibirloque que con tanto acierto practican Zapatero y sus ministros. De ser la medicina que salvaba del embarazo en caso de extrema necesidad se ha convertido en un simple complemento del bolso adolescente, junto al rimel, los pantys y el teléfono móvil. Como si las mujeres fueran habitualmente violadas o los preservativos se rompieran con extrema facilidad. Los fabricantes de condones deberían protestar por esta campaña de desprestigio tan bien orquestada. 

Amarrar votos

Durante décadas, los gobiernos utilizaron a los pensionistas para amarrar votos. Ahora les ha tocado el turno a los jóvenes. Las televisiones fabrican programas basura para adocenarlos, los ayuntamientos construyen botellódromos para que se emborrachen y el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero dispensa fármacos para que no den la paliza con el aborto. Eso sí, estos chicos carecen de un sistema educativo capaz de enseñarles a ser hombres cultos, libres y críticos. Resulta curioso. 

Dicen algunos que España avanza a la vanguardia de los derechos civiles. Sin duda. Vivimos en un país progresista, que defiende el sexo sin compromiso y piensa que abortar sin plazos no es delito. Y así se lo estamos contando a nuestros adolescentes. No sé por qué, pero hay algo en este territorio pantanoso que hace agua. Parece que nos hemos olvidado del imperativo categórico. Si el aborto no es un crimen y aprobamos leyes para ratificarlo, ¿por qué tanto empeño en ocultar a las mujeres que lo practican como si fueran unas apestadas? Y si el coito es un simple atributo del placer, ¿por qué nuestras adolescentes no pueden tomar el levonorgestrel con todas las garantías médicas? ¿Será, quizá, que en el fondo nos avergonzamos?

Tengo la impresión de que no estamos haciendo bien los deberes. Los griegos inventaron la moral, y desde entonces el hombre no ha dejado de reflexionar sobre ella. Ahora, la hemos arrumbado. En lugar de acompañar a nuestros hijos por los senderos de la ética para que reflexionen sobre el bien, el mal, las acciones y sus consecuencias, nos hemos dado por vencidos: les consideramos incapaces de practicar virtudes como la prudencia, la templanza, la fortaleza y la justicia. Por eso necesitan la píldora y el aborto, porque desconocen con qué materia prima se fabrica la libertad.

Banalizando el amor, las costumbres saludables, la amistad, la autoestima y el compromiso, nos estamos cargando su futuro. Como nos hemos cargado la economía dejando que la burbuja inmobiliaria creciera y creciera hasta explotar sin poner los cimientos de un sistema productivo sólido y competitivo. Y así nos va.

Lo triste es que, cuando el ladrillo empezaba a dar sus primeros tumbos, fueron muchas las voces autorizadas que alertaron al Gobierno, aunque Zapatero hiciese oídos sordos. Con nuestros chicos ni siquiera eso. Hoy, muchos de los que debieran estar protestando a grito pelado, callan. Unos, porque temen que sus voces se confundan con las de la Conferencia Episcopal, otros, porque no quieren alinearse con los postulados conservadores. Sin darse cuenta de que la jerga, no la argumentación, es el mejor aliado del adoctrinamiento. Por eso, el otro día mi hija me respondió airada: “Mamá, y si no estoy enamorada, ¿qué?” Y yo, la verdad, no supe que responderle.

C.S. Lewis escribió The Screwtape Letters en el año 1942. Se trata de un ensayo vigoroso, como tantos otros del profesor de Cambridge, que transita por los vericuetos del alma humana y las contradicciones de la sociedad.