Es noticia
Cuando las falsedades del debate nuclear alimentan la confusión
  1. España
  2. Tribuna
Vidal Coy

Tribuna

Por

Cuando las falsedades del debate nuclear alimentan la confusión

Lo que más sorprende de un asunto de profundidad económica y trascendencia política y social es la premura, por no decir precipitación, con que se ha

Lo que más sorprende de un asunto de profundidad económica y trascendencia política y social es la premura, por no decir precipitación, con que se ha planteado públicamente la disyuntiva de cerrar o mantener abierta por otro periodo añadido la central nuclear de Santa María de Garoña, al margen de la campaña pro-nuclear que desde hace muchos meses se desarrolla. La confusión sobre las intenciones gubernamentales y su verdadera política socioenergética es la sensación hoy primordial.

 

Se diría que el Gobierno ha estado pensando en las musarañas desde que asumió sus funciones, dando por hecho que el cierre iba a ser una mera concreción del programa electoral del PSOE, sin que nada ni nadie se manifestara no ya en contra sino simplemente dubitativo. Sabemos fehacientemente que ese cálculo era falso, pues en el seno del mismo Ejecutivo hay quienes no son partidarios de cerrar Garoña o, por lo menos, de no decidirlo ya y prolongar la vida de la central.

 

El resultado es que, salvo quienes estamos decidida e históricamente en contra de la energía nuclear, hay muchas voces, cada una representando sus legítimos intereses -y alguno, dicen que el del Estado, como el CSEN­-, que cuestionan ahora la conveniencia de que Garoña inicie su proceso para dejar funcionar.

 

Incluso desde el punto de vista de la oposición sociopolítica a la energía nuclear, parece palmario que no se han hechos los deberes para que la conversión pretendida de una España parcialmente nuclear a otra energéticamente renovable fuera sin muchos problemas. ¿Cómo se explica, pues, que la población de los aledaños de Garoña esté decididamente a favor de la continuidad de la central? Sencillamente, porque no se les ha convencido con actuaciones reales y concretas de que puede haber otros medios de creación de riqueza para los menos de diez mil habitantes cuyo bienestar económico está relacionado con la instalación.

 

Ni se les ha convencido de que hay vida después de Garoña (quizá más) mediante una reconversión del tejido productivo. Claro, que esto último lleva tiempo. ¿Pero acaso no lo ha tenido el actual Gobierno en los años que lleva al frente del Estado? Indudablemente, ha habido tiempo y lugar para ello, sobre todo si tenemos en cuenta que, salvo el paréntesis de ocho años de Aznar, la suma temporal de ejecutivos socialistas contrarios, por lo menos teóricamente, a la extensión de la energía nuclear en España es de 19 años, desde 1982.

 

Resuena en el fondo el eco de otro falso debate en el que la actitud de quien ahora gobierna ha sido sino idéntica, sí al menos parecida. No es otro que el de los trasvases, en el que se adoptó una postura radicalmente correcta -eliminar el del Ebro-Segura del Plan Hidrológico Nacional-, pero no las actuaciones consecuentes: apuestas decididas, claras, explicadas y firmes por las alternativas hídricas subsiguientes al no-trasvase. Una vez escribí en este mismo medio algo titulado “Muerta Narbona, vivan los trasvases”. Pues eso. Y ahora estamos en el debate de si es viable, o no, un trasvase desde el Tajo en Villacañas (Extremadura) hasta el canal Tajo-Segura en La Roda (Albacete) para alimentar el caudal del Segura (Murcia, fundamentalmente).

 

Como es igualmente falso el debate de si la energía nuclear es “limpia”, porque no produce dióxido de carbono. Efectivamente, de eso no hay en el paquete nuclear. Pero hay unos residuos que no se conoce cómo eliminar, si acaso se pudiera, y que dejaremos en herencia a decenas de brotes de nuestros respectivos, por individuales, árboles genealógicos.

 

En el caso concreto de Garoña, quienes estamos en contra de su continuidad productiva argumentamos que su aportación porcentual al input energético estatal es mínima. Por desgracia para quienes así argumentamos, no hay respaldo oficial, que debería haberlo, para tal argumento. Porque ¿cómo podría explicar el órgano colegiado que es el Gobierno sus recientes restricciones a la expansión de la producción de energía solar fotovoltaica, fuente limpia y “opuesta” a la nuclear?

 

Sorprende, por demás, ese corte precisamente en vísperas, como quien dice, del deadline de Garoña, después de casi una década de expansión de la energía solar que nos ha colocado casi en lo alto de la lista de países productores de energías renovables. Otra cosa no, pero hay razones suficientes para estar confuso, al menos en cuanto a la actual política energética se refiere.

Lo que más sorprende de un asunto de profundidad económica y trascendencia política y social es la premura, por no decir precipitación, con que se ha planteado públicamente la disyuntiva de cerrar o mantener abierta por otro periodo añadido la central nuclear de Santa María de Garoña, al margen de la campaña pro-nuclear que desde hace muchos meses se desarrolla. La confusión sobre las intenciones gubernamentales y su verdadera política socioenergética es la sensación hoy primordial.