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Todavía hay esperanza para España

El mundo ha cambiado mucho en pocos años. Desde la década de los 80 del siglo pasado ha tenido lugar un rápido proceso de globalización que,

El mundo ha cambiado mucho en pocos años. Desde la década de los 80 del siglo pasado ha tenido lugar un rápido proceso de globalización que, unido a la disciplina monetaria impuesta por el euro, ha hecho muy difícil que  España pueda competir en costes (al no ser posible realizar devaluaciones del tipo de cambio sólo cabe la “devaluación interna”, esto es, un menor incremento de los salarios y precios y de los márgenes empresariales y un mayor aumento de la productividad). Ante esta situación algunos países reaccionaron. Alemania  llevó a cabo importantes reformas en el marco institucional y laboral con efectos a largo plazo; España, sin embargo, no afrontó las reformas necesarias para mejorar su competitividad. Según algunos autores, lo que tradicionalmente ha condicionado la política económica ha impedido afrontar las reformas necesarias; optar por mantener el status quo ha sido la pinza  formada por el capitalismo castizo (las grandes empresas e instituciones habituadas a prosperar gracias al favor político) y un sindicalismo aferrado a unas estructuras heredadas del franquismo.

La ausencia de reformas y la peculiar estructura del sistema productivo español contribuyen a explicar la elevada tasa de paro y a que la intensidad de la burbuja inmobiliaria haya propiciado que la deuda exterior bruta se sitúe en el 160% del PIB. Para poder pagar esta deuda es necesario crecer, y ello requiere que se cumplan dos condiciones: 1) que crezca Europa; y 2) que en España se hayan realizado las reformas necesarias para ser competitivos  dentro de la zona euro y de la economía global. Las dudas sobre su cumplimiento explican la preocupación de nuestros acreedores.

Lo primero para salir de la crisis sería restituir el flujo de crédito. La austeridad no podrá propiciar el crecimiento hasta que no funcione el sistema financiero. España necesita un proyecto económico de país, claro y solvente, que defina y potencie los sectores de futuro y estimule la exportación de bienes y servicios

¿Qué se está haciendo?

La desconfianza internacional en las finanzas públicas y en la viabilidad del sistema financiero, alentada por el  elevado endeudamiento y la ausencia de crecimiento, ha forzado a las autoridades económicas a desplegar una amplia política de recortes. Aunque es imprescindible alcanzar la consolidación de las finanzas públicas, el problema es que se está recurriendo más a los recortes que a las reformas, cuando buena parte de los problemas del sector público tienen su origen en que éste se ha dimensionado acorde con los ingresos generados por la burbuja inmobiliaria. Consecuentemente, lo que habría que hacer es un adecuado redimensionamiento del sector público.

En lugar de ello, apremiados por las exigencias de la Unión Monetaria, lo que se está haciendo es implementar de forma precipitada una serie de recortes. Esta forma de actuar se ha plasmado, por ejemplo, en unos presupuestos que generan desconfianza en que se cumpla el objetivo del déficit público (gastos subestimados en lo referente a pensiones y prestaciones de desempleo e ingresos excesivos por cotizaciones sociales). Además, los recortes aplicados contribuirán a deprimir aún más el crecimiento pues éstos han sido especialmente acusados en el capítulo de  inversiones y en I+D+i (en los presupuestos de 2012, los gastos corrientes crecen un 2,5% mientras que la inversión pública se reducen un 36% y la inversión en programas de investigación se contrae un 34%). El resultado es que los mercados desconfían no creen que sin crecimiento se pueda cumplir con el compromiso de déficit público ni llevar a cabo el saneamiento financiero del sector privado (debido a la evolución de la morosidad y al deterioro de los balances bancarios). La moraleja de lo señalado es que no siempre la austeridad es “expansiva” (al evitar el efecto “desplazamiento” del sector privado por el público) sino que cuando ésta se lleva a cabo de forma poco meditada puede abocar a una recesión. Por ello, habría que encontrar una adecuada combinación de saneamiento financiero público en un contexto plurianual y estímulos al crecimiento.   

¿Qué se debe hacer para salir de la crisis?

En este contexto, son imprescindibles políticas que fomenten la iniciativa y la creatividad y directrices para que los individuos retomen la responsabilidad de sus decisiones sobre sus propias vidas (preservando una red de protección no desincentivadora del esfuerzo personal)

Lo primero sería restituir el flujo de crédito para lo cual, urgentemente, habría que reestructurar las entidades financieras. La austeridad no podrá propiciar el crecimiento hasta que no funcione el sistema financiero. En cualquier caso, lo que España necesita es un proyecto económico de país, claro y solvente, que defina y potencie los sectores de futuro y estimule la exportación de bienes y servicios. Para superar la crisis hay que diseñar una estrategia de crecimiento audaz. Esto es más necesario en España que en otros países europeos pues su grado de cohesión nacional es inferior, por lo que se debe compensar con una ambición de futuro más explícita. Un plan de futuro ilusionante podría ser el mejor antídoto ante las fuerzas centrífugas y la previsible resistencia a las reformas, dado que todo apunta a una larga duración de la crisis.

El énfasis se debe poner en la construcción de una sociedad que aproveche las oportunidades que la globalización y las TIC ofrecen a los individuos. Ante la dificultad  de competir en costes hay que apostar decididamente por el conocimiento y la I+D+i. Un cambio del modelo productivo sólo se conseguirá aceptando que la economía es digital (Internet, los teléfonos inteligentes, la nube y el mundo de las aplicaciones) y que ésta ha provocado una aceleración de las innovaciones y de la necesidad de cambio. En este contexto, son imprescindibles  políticas que fomenten la iniciativa y la creatividad, y directrices para que los individuos retomen la responsabilidad de sus decisiones sobre sus propias vidas (preservando una red de protección no desincentivadora del esfuerzo personal y garantizando las igualdades básicas de los individuos). Hay que admitir que nos dirigimos hacia un mundo global que conlleva menos certidumbres personales.

El plan de futuro se debe orientar a potenciar el conocimiento, el capital humano y la investigación. Para ello, una eficiente gestión de los gastos en educación y  una potenciación de la  I+D+i deberían ser una prioridad (todo lo contrario a lo que ha ocurrido en los presupuestos de 2012, en los que de nuevo a la I+D+i se le ha otorgado el carácter de gasto suntuario y se ha pensado que, dada la recesión, es algo que puede reducirse). La investigación y el talento es lo único que puede asegurar el mantenimiento futuro del Estado del Bienestar. Por ello, habría que facilitar un flujo estable de financiación hacia la I+D+i, teniendo en cuenta que la investigación que más empleo genera es la realizada por las pymes innovadoras. En este sentido, es un problema que especialmente las start-up no puedan beneficiarse de las desgravaciones, pues se requiere tener beneficios y éstos no suelen aparecer a corto plazo. Requeriría un tratamiento diferenciado. Por estas razones, habría que llevar a cabo, como política de Estado, un esfuerzo especial en educación, investigación y talento (algo similar a lo que se hizo hace unos años en materia de infraestructuras, pero mucho menos costoso, pues en la partida más relevante la mayor necesidad es de un cambio en el modelo de gestión) para no quedarnos descolgados del nuevo mundo digital. De esta forma se podrían generar vías de crecimiento futuro que devuelvan la ilusión y la esperanza a los ciudadanos y la confianza a los mercados.

*Francisco Mochón es catedrático de análisis económico.

El mundo ha cambiado mucho en pocos años. Desde la década de los 80 del siglo pasado ha tenido lugar un rápido proceso de globalización que, unido a la disciplina monetaria impuesta por el euro, ha hecho muy difícil que  España pueda competir en costes (al no ser posible realizar devaluaciones del tipo de cambio sólo cabe la “devaluación interna”, esto es, un menor incremento de los salarios y precios y de los márgenes empresariales y un mayor aumento de la productividad). Ante esta situación algunos países reaccionaron. Alemania  llevó a cabo importantes reformas en el marco institucional y laboral con efectos a largo plazo; España, sin embargo, no afrontó las reformas necesarias para mejorar su competitividad. Según algunos autores, lo que tradicionalmente ha condicionado la política económica ha impedido afrontar las reformas necesarias; optar por mantener el status quo ha sido la pinza  formada por el capitalismo castizo (las grandes empresas e instituciones habituadas a prosperar gracias al favor político) y un sindicalismo aferrado a unas estructuras heredadas del franquismo.

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