Es noticia
Suárez, ejemplo siempre vivo
  1. España
  2. Tribuna
El Confidencial

Tribuna

Por
EC

Suárez, ejemplo siempre vivo

En estos últimos días me he preguntado si la Historia reciente de España hubiese discurrido del mismo modo si no hubiésemos contado con Adolfo Suárez

Foto:

En estos últimos días me he preguntado muchas veces si la Historia reciente de España habría discurrido del mismo modo si no hubiésemos contado con Adolfo Suárez. Estoy profundamente convencido de que la respuesta a esa pregunta es negativa. En 1976 España le necesitaba precisamente a él, y por eso su elección fue un gran acierto. Para conducir la Transición española a la democracia como se hizo, para lograr un profundo cambio de nuestro sistema político sin enfrentamientos civiles y en sólo doce meses, para conseguir que esa operación se viese coronada por el éxito, hacía falta un líder como él.

Suárez unía una visión clara sobre la España que debíamos construir, y la valentía y determinación necesarias para hacerlo y para sobreponerse a todos los obstáculos y dificultades, con una permanente disposición al diálogo y al acuerdo, y un profundo respeto a todas las personas, cualesquiera que fuesen sus convicciones y planteamientos. Sólo esas cualidades podían garantizar el buen fin del camino iniciado en 1976.

Es mucho, pues, lo que los españoles debemos a Adolfo Suárez. Como hace algunos años resumiera gráficamente el otro gran protagonista de la Transición, el rey Juan Carlos I, sin Suárez España no habría volado tan lejos ni tan alto. Por ello, los españoles debemos al presidente Suárez el homenaje permanente de nuestra admiración y nuestra memoria.

Pero yo quisiera destacar que Adolfo Suárez no es, en modo alguno, tan sólo una figura para el recuerdo. Ha de ser, por el contrario, un ejemplo siempre vivo. Los valores que presidieron su conducta política constituyen una enseñanza perenne para todos, y de un modo muy particular para cuantos hoy desempeñamos responsabilidades públicas.

Hemos de aprender de su profundo amor a España y a los españoles; de su hondo sentido democrático, que le llevó a la convicción de que las primeras elecciones generales no serían legítimas si no contaban con la participación de todas las fuerzas políticas, aunque para lograr este objetivo tuvo que adoptar decisiones que en aquel momento no fueron comprendidas por la mayoría de los españoles; de su permanente disposición al diálogo, ejercitada muy particularmente en los Pactos de la Moncloa y en el proceso constituyente.

Los valores que presidieron la conducta política de Adolfo Suárez constituyen una enseñanza perenne para todos, y de un modo muy particular para cuantos hoy desempeñamos responsabilidades públicas

También hemos de aprender de su generosidad, que le llevó a dimitir de la Presidencia del Gobierno cuando tuvo la convicción de que su retirada sería mejor para España; de su fortaleza, que le llevó a enfrentarse a todos los obstáculos, y quedó gráficamente simbolizada en la imagen, que grabaron las cámaras de Televisión Española y que todos los españoles conocemos, de su actitud ante la entrada de la Guardia Civil en el hemiciclo del Congreso el 23 de febrero de 1981.

Pero pienso que la principal lección de Adolfo Suárez es su preocupación por la concordia entre todos los españoles. Fue esa la razón que le llevó a liderar un partido de centro, que en aquel momento resultaba particularmente necesario para evitar la división política de los españoles en dos frentes antagónicos, que tan perjudicial había sido en momentos anteriores de nuestra Historia reciente. Y esa misma preocupación por la concordia le llevó a poner todo su esfuerzo en lograr que la Constitución fuese fruto del más amplio consenso, pues –como el mismo afirmó, en un discurso en el Congreso de los Diputados– “la Constitución no debe constituir el logro de un partido, sino la plataforma básica de convivencia aceptada por la inmensa mayoría de los españoles, cualquiera que sea su ideología o su proyecto de sociedad”.

El fruto de ese esfuerzo de concordia es evidente: los españoles hemos vivido un período –que ya cuenta 35 años, desde la promulgación de la Constitución– de convivencia en paz y libertad, de progreso, de éxito colectivo. Debemos agradecérselo, muy especialmente, a Adolfo Suárez.

En uno de sus discursos más célebres –un discurso brillantemente improvisado, en la tribuna del Congreso de los Diputados, en el que comparó la creación del nuevo sistema político democrático con la construcción de un edificio–, Adolfo Suárez formuló el objetivo de que en el edificio que se estaba construyendo hubiese “una habitación cómoda y confortable para todas las opciones políticas democráticas y una habitación confortable para cada uno de los treinta y seis millones de españoles”. Adolfo Suárez logró hacer realidad ese sueño.

Le costó mucho, tuvo que soportar enormes sufrimientos y sacrificios, y durante algunos años críticas despiadadas, pero lo hizo realidad. Pienso que ese ha de ser el mejor consuelo para cuantos le quisimos, especialmente para su familia, a la que he tenido el gran honor de poder expresar en la capilla ardiente del Congreso mi sincera y profunda condolencia.

* Jesús Posada es presidente del Congreso de los Diputados

En estos últimos días me he preguntado muchas veces si la Historia reciente de España habría discurrido del mismo modo si no hubiésemos contado con Adolfo Suárez. Estoy profundamente convencido de que la respuesta a esa pregunta es negativa. En 1976 España le necesitaba precisamente a él, y por eso su elección fue un gran acierto. Para conducir la Transición española a la democracia como se hizo, para lograr un profundo cambio de nuestro sistema político sin enfrentamientos civiles y en sólo doce meses, para conseguir que esa operación se viese coronada por el éxito, hacía falta un líder como él.

Adolfo Suárez Constitución Democracia