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¿Cuándo se volvió nacionalista una parte de la izquierda española?
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¿Cuándo se volvió nacionalista una parte de la izquierda española?

Sorprende que, en lugar de propugnar la Europa federal, la izquierda convertida al nacionalismo dé la batalla por perdida proponiendo irse del campo de juego, como si fuera imposible ganar el partido

Foto: Alexis Tsipras y Pablo Iglesias en un acto electoral en Atenas (Reuters)
Alexis Tsipras y Pablo Iglesias en un acto electoral en Atenas (Reuters)

Criticar a las instituciones europeas por la gestión de la crisis económica no solo es legítimo, sino correcto. A estas alturas, nadie puede considerar seriamente que la política de austeridad a ultranza haya sido precisamente un éxito, a la vista del débil crecimiento, el alto desempleo y la expansiva desigualdad que caracterizan actualmente a buena parte de la Eurozona.

Pero de ahí a proponer como solución a los problemas una suerte de nacionalismo que reclama la vuelta a la soberanía de los países frente a la UE, con una crítica acerba a Alemania, considerada como un todo demoníaco y un aplauso sin fisuras al referéndum organizado por el señor Tsipras en Grecia, va un trecho que, sorprendentemente, buena parte de la izquierda no socialista ha recorrido a velocidad de vértigo.

Al contrario, los problemas europeos –“benditos problemas”, pensarán en otras partes del planeta–no se resuelven con menos UE y con un repliegue nacionalista sobre la base de un concepto de soberanía que la globalización ha dejado obsoleto. Es exactamente lo opuesto lo que necesitamos: más y mejor Europa.

No otra Europa, sino esta, que forma parte del mejor patrimonio político de la izquierda y que debe culminar su unión política, económica y social en un sentido federal. Solo por esa vía la ciudadanía europea –antes que los Estados–conseguirá ser soberana a la hora de decidir lo que quiere para su futuro.

En ese sentido, el euro no peca por exceso, sino por defecto. Sus fallos solo se corregirán si forma parte de una UE que cuente con un Tesoro propio, un presupuesto suficiente, eurobonos, armonización fiscal y Europa social. Es decir, que ponga en común todo el arsenal propio de la política económica.

Sorprende que, en lugar de propugnar esa Europa federal, esa izquierda convertida al nacionalismo dé la batalla por perdida proponiendo abandonar el campo de juego, como si fuera imposible ganar el partido.

Los problemas no se resuelven con menos UE y con un repliegue nacionalista sobre la base de un concepto de soberanía que la globalización ha dejado obsoleto

Lo que la izquierda tiene que hacer es plantear propuestas europeístas que ganen elecciones, ser capaz de construir grandes coaliciones de progreso que tengan entre sus prioridades la Europa federal. Es decir, debe promover más competencias comunitarias y conseguir el mandato ciudadano en las urnas para gobernarlas de otra manera. Así es como se combate la austeridad por la austeridad, de esa manera se la complementa con políticas de crecimiento y empleo.

Es particularmente llamativo que, en ese contexto, diversos sectores de la izquierda no socialista española, cuando se conmemora el 30º aniversario del ingreso de nuestro país en la UE, se hayan hecho nacionalistas y empiecen a presentar preocupantes síntomas euroescépticos, por decirlo suavemente. Aunque quizá no lo sea tanto si pensamos que esa misma izquierda lleva algún tiempo tratando de ponerse al frente de la manifestación nacionalista en diversas comunidades autónomas.

Afortunadamente, los socialistas no se han dejado arrastrar por ese viaje a ninguna parte y están sabiendo combinar su compromiso europeísta con una crítica a la austeridad como política exclusiva frente a la crisis. Y no era fácil resistir la tentación, porque el discurso más fácil siempre es atractivo. Basta fijarse en lo poco que cuesta decir “Alemania o España nos roban” frente al esfuerzo de elaborar un discurso complejo que proponga profundizar la construcción europea y, sobre todo, se proponga la tarea de ganar las elecciones para proponer nueva política en una UE más política y social todavía.

Tras el acuerdo 'in extremis' de la Cumbre del Euro sobre y con Grecia (positivo, sin duda), es más imprescindible y posible que nunca defender más y mejor Europa, lo que significa promover la superación de la austeridad a favor del crecimiento y dotarnos de una verdadera unión económica con medios suficientes y mecanismos de decisión eficaces.

Y, por cierto, va siendo hora de parar algo que en algunos ambientes es cada vez más habitual: referirse a la izquierda excluyendo a los socialistas. No sea que negar incluso la ubicación ideológica al adversario termine formando parte natural del nuevo 'razonamiento' nacionalista de una parte de la izquierda y los europeístas terminemos siendo tildados de traidores a la patria.

*Carlos Carnero es director gerente de la Fundación Alternativas

Criticar a las instituciones europeas por la gestión de la crisis económica no solo es legítimo, sino correcto. A estas alturas, nadie puede considerar seriamente que la política de austeridad a ultranza haya sido precisamente un éxito, a la vista del débil crecimiento, el alto desempleo y la expansiva desigualdad que caracterizan actualmente a buena parte de la Eurozona.

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