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¿Qué necesita España?

Requiere un proyecto de reforma y regeneración, demanda que los partidos políticos reconozcan qué les une bajo una ética de mínimos, que antepongan el interés general

Foto: Foto: Reuters.
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Hagamos un ejercicio que podría ser tachado de excéntrico, atípico y casi revolucionario. Tras las elecciones generales del 20-D y vistas las alternativas capaces, o no, de conformar Gobierno, respondamos a una pregunta: ¿qué es lo que más conviene a España y a los españoles? Acaso este sea un planteamiento insólito, tanto como lo es el riesgo de que la sociedad española agudice su anomia, su deslizamiento hacia un desgobierno que alimente las tendencias centrífugas y populistas de nuestro sistema político.

En las democracias liberales, la lógica sociopolítica está condicionada por la competencia entre partidos según una agenda electoral que empuja a concentrar razonamientos, estrategias y energías en planteamientos cortoplacistas con los que ganar el máximo número de votantes posibles en los distintos ciclos electorales. Esta es una cuestión sin trascendencia, hasta que la coyuntura socioeconómica hace -como ahora mismo en España- que las instituciones no respondan ya a los objetivos para los que surgieron, y no solventen las contradicciones del sistema. De modo que no resuelven los problemas de la sociedad e incluso son percibidas como parte misma del problema.

Volvamos a la pregunta inicial y desgranémosla en cuestiones que permitan llegar a una conclusión racional. ¿Un adelanto electoral es la mejor solución al actual laberinto de la política española? Las últimas prospecciones demoscópicas indican que, tras unas nuevas elecciones, podríamos encontrarnos en una situación muy similar a la actual, con una pluralidad de partidos minoritarios que en las condiciones habituales de competencia y de negociación dejarían España en el callejón sin salida de la ingobernabilidad. Esta vía debiera desecharse, siendo así que no responde a las necesidades y desafíos que deben afrontar los españoles. Y, sin embargo, esta posibilidad tiene una probabilidad no pequeña de suceder, debido al lacerante cortoplacismo señalado más arriba, así como debido al pánico existente al diálogo sincero entre partidos.

Falta una idea de progreso, de igualdad, de unión en la diversidad, de horizonte europeo, falta un mensaje de futuro, racional, emocional y simbólico

En cambio, un diálogo hondo entre partidos constitucionalistas a buen seguro derivaría en un acuerdo óptimo para el bien común y para los partidos políticos. Sin este entendimiento y pacto, España corre un alto riesgo. Los nuevos agentes políticos tienen una eficacia comunicativa mucho mayor que los tradicionales, básicamente porque son adaptativos a la coyuntura y a los anhelos y miedos de la población. Puede darse el dilema del prisionero en el que los partidos constitucionalistas opten por la solución más ineficiente (la de convocar elecciones), obviando por falta de comunicación que la solución óptima es la cooperación y el compromiso, sobre cuestiones mínimas, sobre lo esencial de la democracia en España.

Más allá de la competencia partidista y de la negociación política, hay un aspecto adicional que agrava y ensombrece el pronóstico: la ausencia de una narración que dé coherencia, ilusione y encare los desafíos actuales de España. Es el célebre relato. En este caso, es la conocida ausencia de relato sobre España, ausencia de la que se nutren, precisamente, el separatismo y el populismo.

Falta una idea de progreso, de igualdad, de unión en la diversidad, de horizonte europeo, falta un mensaje de futuro, racional, emocional y simbólico. Este vacío y esta renuncia a liderar el relato nacional y europeo dejan el campo libre y abonado a la retórica vacía, a proyectos perversos en tanto anclados en metarrelatos escatológicos y en romanticismos excluyentes.

Nuevamente, volvamos a la pregunta inicial. ¿Qué necesita España? Requiere un proyecto de reforma y regeneración, demanda que los partidos políticos reconozcan qué les une bajo una ética de mínimos, que antepongan el interés de todos los españoles y que lleguen a un acuerdo intergeneracional. En base al respeto, la confianza y la transversalidad, las sociedades civil y política españolas necesitan urgentemente dialogar sobre lo esencial y negociar un periodo de entendimiento en el que, eludiendo la lógica competitiva tradicional, se pueda acometer una profunda reforma institucional y rehacer el relato de la democracia española.

* Ferran Brunet, vocal de la junta directiva de Sociedad Civil Catalana.

* Josep Ramon Bosch, expresidente de Sociedad Civil Catalana.

* José Rosiñol, expresidente de Sociedad Civil Catalana.

Hagamos un ejercicio que podría ser tachado de excéntrico, atípico y casi revolucionario. Tras las elecciones generales del 20-D y vistas las alternativas capaces, o no, de conformar Gobierno, respondamos a una pregunta: ¿qué es lo que más conviene a España y a los españoles? Acaso este sea un planteamiento insólito, tanto como lo es el riesgo de que la sociedad española agudice su anomia, su deslizamiento hacia un desgobierno que alimente las tendencias centrífugas y populistas de nuestro sistema político.