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¿Por qué no hay que olvidarse de China?
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Javier Molina

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¿Por qué no hay que olvidarse de China?

El yuan, que lleva depreciándose desde 2014, parece querer mantenerse por debajo de la referencia de los siete frente al dólar y el banco central chino parece que quiere frenar esa caída

Foto: Bolsa de China. (EFE)
Bolsa de China. (EFE)

A finales de la semana pasada, el banco central de China subió los tipos de corto plazo como muestra de continuación de cierta restricción monetaria, encaminada a intentar controlar la salida de flujos del país y a frenar el alto apalancamiento existente. El crecimiento económico se ha basado en una expansión brutal del crédito (el no oficial sigue creciendo todavía a un ritmo muy importante), lo que está dando lugar a fuertes distorsiones en el sistema financiero y a un aumento vertiginoso de los precios del sector inmobiliario. Por poner un ejemplo, los precios en Shangai han visto alzas en un año cercanas al 40%, todo ello pese a los avisos del gobierno y al encarecimiento del precio del dinero cuya finalidad reside, justamente, en evitar en la medida de los posible esa burbuja creada. Además, mucho de este crédito se ha utilizado en actividades no productivas que, autofinanciadas con más deuda, parecen tener un final nada positivo.

El alza de los tipos de interés pretende, como decía, frenar la salida de capitales del país que en 2016 marcaron una cifra de 725.000 millones de dólares y supone la salida anual más importante en los últimos 20 años. Atendiendo al gráfico del balance del banco central en posiciones de divisas extranjeras, vemos también la caída de activos que se está produciendo y parece que la situación puede mantenerse en este primer trimestre de 2017.

El yuan, que lleva depreciándose desde 2014, parece querer mantenerse por debajo de la referencia de los siete frente al dólar y el banco central parece que quiere frenar esa caída ante tal salida de capitales del país.

Esta situación compleja de la economía china se ha visto reflejada en los mercados y si atendemos a la evolución del índice, medido por el iShares FTSE China (FXI) desde el 2008 y lo comparamos en total return, con Japón, Corea del Sur o Singapur, vemos como la rentabilidad ha sido mucho peor e incluso, negativa. El peso de las empresas estatales y los bancos explican mucha de esta mala evolución, pero lo interesante es ver cómo a pesar de que la economía China sigue creciendo, la bolsa no lo hace y que muchos de aquellos especuladores que entraron en mercado atraídos por la alta rentabilidad pasada, están saliendo y buscando en otros sectores como el inmobiliario, esas revalorizaciones tan deseadas.

Sin embargo, ese crecimiento del 6,5% en términos de PIB se ha hecho en gran medida, en base a inversiones improductivas financiadas con más deuda. Si tomamos la construcción o el sector infraestructuras en general, vemos como no existe capacidad de devolver esos créditos concedidos para tales desarrollos y que se está acudiendo a más deuda para pagar la inicial o refinanciar las mismas. Superado el 250% del total deuda sobre PIB, hay que mencionar que existen partidas fuera de balance que no se incluyen (WMP) que podrían llevar a colocar la deuda incluso por encima del 500%.

Esta situación de exceso de deuda, que además está denominada una gran parte en dólares, está llevando a situaciones donde la falta de cash disponible compromete el funcionamiento de muchas empresas. Y si no se concede más crédito para el funcionamiento de esas corporaciones, muchas de ellas serán inviables. Una encuesta de Bloomberg citaba que las empresas chinas tardan unos 88 días de media en pagar sus obligaciones exteriores y, para cobrar, el promedio necesario es de 83 días, casi el doble que en otras economías emergentes. Así mismo, los inventarios han crecido también a un ritmo no visto en mucho tiempo.

Así las cosas y, sin entrar en lo que una posible guerra comercial entre Estados Unidos y China podría provocar, el problema de la deuda en China es muy serio y se debe seguir muy de cerca. Si el crecimiento económico se resiente, el dólar se fortalece, las reservas del banco central se siguen reduciendo a ese ritmo visto y se empiezan a ver situaciones de estrés en el sector financiero, el final no pinta muy bien y debe ser considerado en todo proceso de asignación de activos. La historia demuestra que China es cada vez más importante para la economía y para los mercados y que, por tanto, no podemos olvidarnos de lo que allí sucede.

A finales de la semana pasada, el banco central de China subió los tipos de corto plazo como muestra de continuación de cierta restricción monetaria, encaminada a intentar controlar la salida de flujos del país y a frenar el alto apalancamiento existente. El crecimiento económico se ha basado en una expansión brutal del crédito (el no oficial sigue creciendo todavía a un ritmo muy importante), lo que está dando lugar a fuertes distorsiones en el sistema financiero y a un aumento vertiginoso de los precios del sector inmobiliario. Por poner un ejemplo, los precios en Shangai han visto alzas en un año cercanas al 40%, todo ello pese a los avisos del gobierno y al encarecimiento del precio del dinero cuya finalidad reside, justamente, en evitar en la medida de los posible esa burbuja creada. Además, mucho de este crédito se ha utilizado en actividades no productivas que, autofinanciadas con más deuda, parecen tener un final nada positivo.

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