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El FMI, el nuevo paladín contra la austeridad
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Kike Vázquez

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El FMI, el nuevo paladín contra la austeridad

Como una película con final inesperado, así podemos definir la transformación del FMI en los últimos años. El otrora calificado como ejecutor y azote “neoliberal” ofrece

Como una película con final inesperado, así podemos definir la transformación del FMI en los últimos años. El otrora calificado como ejecutor y azote “neoliberal” ofrece ahora soporte para el control de capitales o para el gran debate de nuestro tiempo; el si debe implementarse más o menos austeridad. En concreto ha planteado en el WEO de octubre de 2012 una de las cuestiones más interesantes y menos estudiadas para el correcto análisis de la coyuntura que nos rodea, el conocido como multiplicador fiscal, muy lucidamente expuesto por la columna del miércoles de S. McCoy. La pregunta de fondo es la siguiente, ¿cómo afecta la consolidación fiscal a la economía? Y en función de la respuesta elegir si debemos aplicarla o no.

 

Podemos definir el multiplicador fiscal como el efecto que se produce tras un aumento o reducción del gasto público, ya que cuando un gobierno aumenta o disminuye el gasto en 1€ dicha actuación tiene repercusiones, por lo que raramente veremos simplemente un aumento o disminución proporcional en la economía. Podemos ver una cifra mayor si causa sinergias o menor si no lo hace, y lo mismo pero en sentido inverso ocurriría en la consolidación fiscal, pudiendo ver una disminución del gasto público que no repercute en el crecimiento, o que por la contra lo daña totalmente.

 

¿Por qué este concepto es clave en nuestros días? Pues porque si el multiplicador es superior a 1 entonces la austeridad tendría un efecto autodestructivo, de ahí que se haya montado un follón cuando el FMI ha afirmado que el multiplicador se encuentra hoy por hoy en el rango del 0.9 – 1.7. O lo que es lo mismo, para pasar de un déficit del 11.1% en 2009 al 2.8% en 2014, 8.3 puntos, deberíamos ver una caída del PIB de entre 7 y 14 puntos. Y dado que los periféricos muy probablemente se sitúen en el rango superior de la estimación o incluso por encima, hablaríamos ya no de década perdida sino también de depresión. En lugar del “gangnam style” tendríamos el “greek style”, aunque dudo que lo moneticemos igual de bien que el cantante coreano…

 

En otras palabras, el multiplicador nos dice cómo de doloroso es aplicar la austeridad, ¡si es menor a 1 no se hable más y aplíquese! Pero si por la contra es alto, o tal y como se habla cercano a 2, entonces dado el ajuste necesario podría plantearse la posibilidad de la quita en lugar del ajuste, ya que el efecto destructivo es enorme en ambos escenarios y al menos en uno se ahorra sufrimiento de forma directa. El FMI, quizá por miedo a lo que pueda ocurrir, reclama de forma implicita una menor austeridad por medio del análisis de los multiplicadores y explícitamente cuando reclama más tiempo para Grecia, o cuando alerta de que “la recuperación podría descarrilar” nombrando específicamente a la Eurozona, convirtiéndose así en el nuevo paladín contra la austeridad. No obstante creo que estamos olvidando algunos puntos muy importantes que hay que poner sobre la mesa.

 

Los fallos del multiplicador

 

1.- No todo el gasto ni todos los países son iguales: El FMI llega a la conclusión de los altos multiplicadores tras comprobar que aplicar un 0.5 para todos los países y todas las situaciones no funciona. Es increíble que a estas alturas pueda creerse que un país es igual a otro o que da igual el tipo de gasto público realizado. No tiene lógica pensar que el multiplicador pueda ser igual en Grecia, China o España por ejemplo, al igual que no tiene sentido decir que es lo mismo gastar en levantar aceras o en innovación. El no ir más allá del concepto del multiplicador puede llevarnos a pensar que ocurrencias como el “Plan E” son fantásticas, porque si al fin y al cabo el multiplicador es un determinado número, ¡pues gastemos en lo que sea y que haga su efecto! 

 

2.- El corto y el largo plazo: Una gran discrepancia entre keynesianos y no keynesianos es que los segundos ven en el multiplicador una distorsión a corto plazo que a largo plazo pierde su efecto por el “crowding out”, esto es, por darle el protagonismo al gobierno en lugar de a la iniciativa privada. Y es que no por crecer a corto plazo estamos necesariamente haciendo algo bueno, especialmente porque podemos caer en la tentación de estimular sectores que afecten más al crecimiento y que sean de un modelo totalmente muerto, como sería el “ladrillo”. Así, estímulos que pueden funcionar a corto plazo podrían ser dañinos a largo, y viceversa.

 

3.- Variables ocultas: Si ya de por si las anteriores razones sirven para poner cautela al debate del multiplicador, creo que queda aun la razón más importante para ello, y es que el problema no es tanto la falta de crecimiento como que esa falta de crecimiento pueda hacer crecer la deuda y convertirnos en insolventes. Siendo esto así el debate se modifica y entran al partido variables que hasta el momento no han salido a jugar, ya que en el crecimiento de la deuda no solo influyen el volumen de la misma, el crecimiento nominal de la economía y el déficit primario, tan importante como ellos son los costes de financiación.

 

Para ello me gustaría recurrir a un paper de la Comisión Europea publicado este verano, sin tanto protagonismo como el del FMI pero tremendamente instructivo. En él se analiza el número de años que una economía necesita para ver reducido su nivel de deuda realizando un ajuste de un 1% del PIB y teniendo en cuenta que dicho ajuste afecta negativamente al crecimiento. Hay una buena y una mala noticia, la buena es que los períodos son breves, la mala es que a corto plazo la deuda puede crecer. Por tanto las subidas vistas en el ratio “deuda/PIB” en toda la periferia serían normales, como también normal sería que en 3 – 4 años tras el ajuste la deuda empezase a bajar.

 

¿Problema? Los costes de financiación, este escenario “normal” se vería invalidado si los costes de financiación no reaccionan ante los ajustes. En un escenario que la Comisión llama “mercado miope” (sic) los costes de financiación, en lugar de bajar ante las mejores perspectivas futuras, no lo hacen por diversos motivos calificados como “miopía”. A continuación vemos una gráfica en un escenario en el que “todo sale mal”; el multiplicador fiscal es alto ante los recortes, permanece siéndolo a lo largo del tiempo, y los ajustes no consiguen que los intereses bajen. Una hipótesis “improbable”, pero en la que podríamos estar metidos, con el resultado de que la deuda simplemente… no baja.

 

 

Por ello mi conclusión es que no debemos dejarnos llevar por lo que diga un multiplicador fiscal a corto plazo (salvo que sea extremo), porque no todas las consolidaciones fiscales son iguales, ni todos los países son iguales, ni que las cosas empeoren en el corto plazo tiene porque ser malo para el largo plazo. Aun con un alto multiplicador es posible recuperar la sostenibilidad de las finanzas públicas en un “breve” período de tiempo (3 – 4 años tras el ajuste), quizá no con multiplicadores extremos, pero sí del 1-2 que se estiman para España. La clave está en que los acreedores perciban las reformas como positivas y por tanto bajen los tipos de interés, si lo hacen perfecto, en caso contrario… la deuda no para de crecer, situándonos en el peor escenario posible.

 

No me extraña por tanto la noticia de que el Gobierno está buscando actualmente garantías para que, en caso de pedir el rescate, el BCE se comprometa a mantener la prima en los 200 puntos. O lo que es lo mismo, unos costes de la deuda lo suficientemente bajos para que junto con el crecimiento nominal hagan sostenible la trayectoria de la deuda a largo plazo. Dado el alto multiplicador fiscal, los ajustes podrían tener consecuencias inesperadas en el PIB, espantando a los ya de por sí asustados inversores y empeorando los costes de financiación que son la clave del juego. Si Europa acepta y se procede correctamente podría haber luz al final del túnel, no a corto plazo pero sí a medio, y si no... entonces el peor escenario podría hacerse realidad. El tiempo dirá.

 

 

Como una película con final inesperado, así podemos definir la transformación del FMI en los últimos años. El otrora calificado como ejecutor y azote “neoliberal” ofrece ahora soporte para el control de capitales o para el gran debate de nuestro tiempo; el si debe implementarse más o menos austeridad. En concreto ha planteado en el WEO de octubre de 2012 una de las cuestiones más interesantes y menos estudiadas para el correcto análisis de la coyuntura que nos rodea, el conocido como multiplicador fiscal, muy lucidamente expuesto por la columna del miércoles de S. McCoy. La pregunta de fondo es la siguiente, ¿cómo afecta la consolidación fiscal a la economía? Y en función de la respuesta elegir si debemos aplicarla o no.