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Un perro que no ladra condiciona el debate económico
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Kike Vázquez

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Un perro que no ladra condiciona el debate económico

Quizá el mundo nunca vaya a ponerse de acuerdo sobre cuanta austeridad es necesaria o si es preciso un mayor estímulo, pero en lo que sí

Quizá el mundo nunca vaya a ponerse de acuerdo sobre cuanta austeridad es necesaria o si es preciso un mayor estímulo, pero en lo que sí empieza a existir un pequeño consenso que gana cada día más adeptos es en la “inflación”. ¿Qué ocurre con la inflación? O mejor dicho, ¿qué no ocurre con la inflación? Eso es lo que se pregunta el FMI en su último “World Economic Outlook” (pág. 79), donde introduce esta cuestión con una conocida anécdota del famoso detective Sherlock Holmes:

 

Antes de partir, el inspector Gregory, de Scotland Yard, le preguntó a Sherlock Holmes: “¿Existe algún otro detalle acerca del cual desearía usted llamar mi atención?”. Sherlock contestó: “Sí, acerca del curioso incidente del perro durante la noche”. Gregory exclamó perplejo: “¿El curioso incidente del perro? ¡Pero si esa noche el perro no hizo nada!”. A lo que Sherlock Holmes, con su temple habitual, contestó: “Ese es, precisamente, el curioso incidente”.

 

El perro de esta historia debería haber ladrado y no lo hizo, lo que dio una importante pista a Sherlock Holmes para resolver el caso en el que trabajaba. El FMI hace una brillante analogía y lo compara con la inflación en el mundo actual, ¿cómo es posible que sufriendo una de las peores crisis de la historia moderna, y con una situación de desempleo preocupante, no suframos la deflación? O si lo prefieren, ¿cómo es posible que con la mayor intervención de la historia por parte de los bancos centrales la inflación no se dispare?

 

Si en los primeros compases de esta crisis hubiésemos hecho una encuesta sobre qué ocurriría con la inflación, probablemente se polarizaría entre los que esperaban deflación y los que esperaban una inflación por encima de lo admisible. De hecho ese debate existió y recuerdo pocos nombres que se postulasen por la tercera vía: una inflación estable. Un resultado lógico por otra parte, pero que ejemplifica cuán importante es, con las condiciones actuales, “que el perro no ladre”.

 

 

En la gráfica izquierda podemos comprobar cómo las tendencias inflacionarias no han cambiado en la presente crisis con respecto a años anteriores, manteniéndose la inflación subyacente en el rango del 0-2% con la única y limitada excepción de Reino Unido. En la gráfica derecha vemos algo aun más asombroso, y es que, a pesar del aumento del desempleo, la inflación no se ve afectada como siempre ha ocurrido. O lo que es lo mismo, ni la inflación se disparó cuando la burbuja se creaba, ni ahora se hunde una vez que ésta explotó.

 

Una variable económica que tradicionalmente ha sido la que más quebraderos de cabeza ha dado, se ha quedado “muda”, estable, contemplativa. Algo inaudito. Y seguramente haya quien vea en esto una manipulación de la estadística, pero la metodología usada puede consultarse y replicarse, además de ser muy similar a la empleada anteriormente, obteniéndose de una forma u otra un resultado novedoso, un cambio de tendencia en lo que tradicionalmente veníamos viendo en la evolución de los precios. ¿Por qué?

 

 

El FMI analiza cuatro posibles explicaciones. Una es del desempleo estructural, o lo que es lo mismo, si el desempleo es estructural entonces muchas personas estarían “fuera del mercado” y no competirían realmente con los trabajadores bajando sus salarios, lo que reduciría su efecto en la inflación. Como muestra la gráfica 1 del cuadro superior, existe un importante desempleo cíclico, y por tanto esta variable no explicaría lo que vemos.

 

Otra hipótesis se basa simplemente entre la relación entre el desempleo y el nivel de precios, analizando dicho supuesto por medio de la Curva de Phillips. La imagen 2 nos muestra que la relación entre ambas variables está en mínimos históricos, nunca desempleo y precios tuvieron tan poco que ver unos con el otro.

 

Me salto la gráfica 3 y paso a la 4, en donde se muestra la importancia de la globalización en la evolución de los precios debido a la “inflación o deflación importada”, encontrando que si bien dicha variable tiene relevancia en ciertos momentos y países, también carece de ella en otros. Por ello, según el FMI, es inconcluyente. He de decir que se echa en falta algo más de profundidad en esta hipótesis, pues la globalización no solo afecta en la compra de bienes foráneos, también provoca una competencia global por los puestos de trabajo de ciertos sectores, lo que podría tener efectos en los salarios y el nivel de precios.

 

Y por último tenemos la imagen 3, la cual dejo para el final por representar la que, según el FMI, es la apuesta ganadora. And the winner is… ¡los bancos centrales! Según el organismo el hecho de que creamos que los bancos centrales mantendrán la inflación donde tiene que estar es el factor determinante para explicar lo sucedido. La gráfica 3 muestra el “anclaje” en nuestras expectativas, de forma que cuanto más arriba se dibuja la línea azul más “ancladas” estarán. Actualmente los niveles alcanzados son tan altos que, para el FMI, serían el factor número uno en explicar por qué el perro no ladra.

 

Consecuencias

 

¿Están de acuerdo con el FMI? ¿Barre para casa? En cualquier caso, tan importante como entender qué causa el anclaje de la inflación es entender sus efectos. A mi juicio hay dos consecuencias que merece la pena mencionar, una negativa y otra positiva. La negativa es que, aunque la inflación permanezca estable, existen otros riesgos igual de importantes. Como dice el FMI policymakers must remain alert to possible imbalances that may not be reflected in consumer price inflation, se ha avanzado mucho en el control de la evolución de los precios, sí, pero eso no quiere decir que no se formen importantes burbujas que aun no tenemos ni la menor idea de cómo controlar.

 

La parte positiva es que, aun existiendo burbujas latentes que no detectamos, la estabilidad en los precios es tremendamente positiva. Es más sencillo planificar a largo plazo, evitamos la deflación y las subidas repentinas, pero principalmente, la estabilidad de precios es una de las mejores recetas para combatir las burbujas por exceso de endeudamiento. ¿Qué favorece el desapalancamiento? Básicamente que los costes de financiación sean inferiores al crecimiento nominal de la economía, siendo el crecimiento nominal el real más la inflación.

 

 

Las crisis por exceso de deuda tiene generalmente desenlaces con tendencias deflacionarias, eso es lo que pasó, por ejemplo, en Japón como pueden ver en el gráfico superior. Pero también podemos comprobar que la inflación dibuja la trayectoria seguida por la economía nipona: el estancamiento. Y es que, si el crecimiento nominal es muy bajo (crecimiento real + inflación), por favorables que sean los costes de financiación no habrá desapalancamiento. Quizá por ello Japón se ha embarcado en un novedoso experimento monetario tratando de emular lo conseguido en otras partes del mundo, como es el caso de EE.UU.

 

De hecho EE.UU. es todo un ejemplo de cómo gestionar un desapalancamiento; aúnan crecimiento, inflación moderada y bajos costes de financiación, la combinación perfecta. El problema surge cuando una o varias variables son muy negativas, es entonces cuando se dan las décadas perdidas. Si la economía real no crece, si está en deflación, o si los costes de financiación se disparan, entonces difícilmente se podrá contener el volumen de deuda, entrando en una espiral autodestructiva que en el mejor de los casos tardará “años” en resolverse.

 

Por ello, es normal que se vea esta época de moderada inflación como una bendición y una hazaña, sin duda es algo que celebrar. Pero al mismo tiempo debemos ser cautos pues, como ya se mencionó, estabilidad de precios no es igual a estabilidad financiera, y en otras muchas ocasiones que nos aseguraron que “esta vez era diferente” finalmente no lo fue. No sería bueno que cayésemos en la complacencia solo porque “el perro no ladra”, en ocasiones los crímenes se cometen igualmente. Que se lo pregunten si no a Sherlock Holmes.

Quizá el mundo nunca vaya a ponerse de acuerdo sobre cuanta austeridad es necesaria o si es preciso un mayor estímulo, pero en lo que sí empieza a existir un pequeño consenso que gana cada día más adeptos es en la “inflación”. ¿Qué ocurre con la inflación? O mejor dicho, ¿qué no ocurre con la inflación? Eso es lo que se pregunta el FMI en su último “World Economic Outlook” (pág. 79), donde introduce esta cuestión con una conocida anécdota del famoso detective Sherlock Holmes:

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