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¿La muerte de los bonos, de las acciones o del inversor? I parte
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Enrique Roca

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¿La muerte de los bonos, de las acciones o del inversor? I parte

Recurrentemente aparecen en los medios ¿especializados? artículos referentes al comportamiento de los bonos y acciones tanto en términos absolutos como relativos, asegurando la muerte de alguno de estos

Recurrentemente aparecen en los medios ¿especializados? artículos referentes al comportamiento de los bonos y acciones tanto en términos absolutos como relativos, asegurando la muerte de alguno de estos activos, cuando no de los dos. Pasamos del cielo al infierno en menos que canta un gallo y es que como borregos nos dejamos influir por los titulares en lugar de observar lo evidente pero no lo aparente, anticipar, razonar y actuar.

La preservación de capital, objetivo de todos para el 2012, ha dejado suculentas ganancias en los bonos portugueses (77%), bonos griegos (+150% desde mitad de año), bancos europeos (+32% desde mitad de año), subíndice de casas del S&P (+107%) y buenos rendimientos en la mayoría de activos financieros. Sólo algún hedge y algún inversor particular que invertía en los mercados en lugar de jugar a la lotería (aunque como vemos con mayores probabilidades de éxito) han acertado.

Parece que ser 'contrarian' si se tiene capital da sus frutos y que no siempre sucede lo peor.

Al paso que vamos en lugar de la muerte de los activos (y antes que venga el fin del mundo), hablaremos de la riqueza de unos pocos y de la desaparición del inversor. ¿Estamos a las puertas de la gran rotación y hay que vender todos los bonos? ¿o más bien con el rebalanceo periódico de estos años de una cartera equilibrada, que tan buenos resultados da en términos de rentabilidad-riesgo, es suficiente?

En primer lugar, conviene hacer la siguiente salvedad: ambos activos cada vez están más unidos en una economía cada vez más global y así existen bonos que se asimilan en su comportamiento a acciones (high yield) y acciones que se asimilan a bonos (Vgr: poca volatilidad, consumo estable, preferentes).

Además, dentro de cada clase hay variedad de activos para elegir. Así tenemos bonos (de deuda emergente, bonos indiciados a la inflación, deuda corporativa, flotantes) y acciones (de países emergentes, países fronteras, commodities, de empresas familiares, pequeñas empresas, empresas exportadoras).

Como ejemplo, les diré que en la década pasada el MSCI Emergente dio una rentabilidad anualizada del 10%, mientras el S&P prácticamente permaneció plano.

Plantearemos el tema de forma global con los índices más amplios posibles -mi idea la han podido ver en estos blogs- y resumiendo podemos decir que bonos al 2% no, gracias. Más bien creo que cuando se publicaba por el verano en los medios titulares como “el cambio a los bonos señala el fin del culto por las acciones” posiblemente estemos ante el nacimiento de un mercado alcista en acciones, al menos relativamente en relación a los bonos.

Examinemos los flujos a medio plazo:

Por primera vez en 50 años los fondos de pensiones en Reino Unido mantienen más bonos que acciones. El máximo fue alcanzado en 1993 en el 81% de acciones. Allianz tiene en su porfolio solo un 6% de acciones cuando hace diez años poseía un 20%. Desde 2007, 920.000 millones de dólares se han invertido en bonos USA, mientras que 430 han salido de fondos de acciones. En el primer trimestre de 2000, más de la mitad de la riqueza financiera de las familias norteamericanas estaba en acciones (cuatro veces superior a los bonos). Actualmente las cifras son similares.

Los razonamientos para apoyar este comportamiento se basan en:

  

Puede verse cierta similitud con el comportamiento de acciones/bonos en los años 40, que establecieron las bases para el nacimiento de un gran mercado alcista, apoyado por un mínimo de rentabilidades de los bonos y un mercado de commodities alcista.

 

No hay que descartar que con sus lógicas, y a veces virulentas, correcciones, en los próximos trimestres nos acerquemos a un mundo más normal, con mayor crecimiento, confianza una vez las medidas de austeridad y flexibilidad empiecen dar sus frutos o que, dada la ineficacia de las mismas, se estimule el crecimiento con menos deuda. Es esperanzador que Telefónica haya emitido por debajo del Estado.

Por si estuviéramos en lo cierto y caminamos hacia un mercado alcista, vale la pena averiguar cómo se comportarían los índices relativos:

 

Parece que ya hemos pasado los extremos de pesimismo de los mercados. Al igual que en 1999-2000 estábamos en máximos de la burbuja tecnológica y del precio de la vivienda en Estados Unidos, ahora parece que ya hemos dejado atrás los mínimos, iniciándose una recuperación significativa.

Si miramos los máximos bursátiles en el 2000 y observamos como la bolsa anticipa acontecimientos, sabemos que la tasa de desempleo estaba en mínimos de tres décadas (cerca del 4%) y la confianza del consumidor en máximos. Al inicio del ciclo actual del 2009 ocurre lo contrario, con un output gap, el mayor desde los 80.

Igualmente por dicha época el gasto de los gobiernos hacia nuevos mínimos en relación al PNB y había superávit presupuestario, mientras que actualmente sucede lo contrario. La regulación inexistente al final de los 90 han dado paso a un mayor control y la falta de confianza en la regulación ha hecho que las empresas y familias sean más prudentes reforzando sus balances. Además, en contraste con el alisase faire de los 90, los gobiernos han adoptado medidas proactivas ya al final los tipos de interés tan bajos ayudaran al crecimiento.

En Estados Unidos puede que hayamos entrado en un círculo virtuoso con mayor independencia energética con el shale gas, recuperación del mercado de la vivienda, mayor industrialización compitiendo con China, mejora de la financiación  con expansión del crédito de un sistema financiero más sano, aunque sea a costa de todos nosotros.

No es aventurado avanzar que, conforme el desapalancamiento  se modere, los mecanismos de transmisión monetaria (volverán a funcionar) y la inflación harán a las acciones más apetitosas que los bonos gubernamentales. 

Recurrentemente aparecen en los medios ¿especializados? artículos referentes al comportamiento de los bonos y acciones tanto en términos absolutos como relativos, asegurando la muerte de alguno de estos activos, cuando no de los dos. Pasamos del cielo al infierno en menos que canta un gallo y es que como borregos nos dejamos influir por los titulares en lugar de observar lo evidente pero no lo aparente, anticipar, razonar y actuar.