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Buscando al lobo en Irán
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Víctor Alvargonzález

Telón de Fondo

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Buscando al lobo en Irán

Hasta ahora hemos hablado de oportunidades de inversión para este año y de dónde no invertiríamos. Iniciamos el curso recomendando la vuelta a los emergentes, luego

Hasta ahora hemos hablado de oportunidades de inversión para este año y de dónde no invertiríamos. Iniciamos el curso recomendando la vuelta a los emergentes, luego explicamos por qué EEUU sigue siendo uno de nuestros mercados preferidos, y también hablamos de renta fija y de por qué siguen gustándonos los bonos corporativos. Y hablamos de España, aunque fuera para desaconsejar, un año más, la inversión en nuestro país, al menos hasta que el Gobierno se dé cuenta de que a quien tiene que apretar el cinturón es al Estado, que anda sobrado de “michelines”, y no a los empresarios y trabajadores, que son el tejido muscular del país y los únicos que pueden sacarlo de la crisis.

Como dice la canción, este puede ser un gran año para determinados activos, sectores o países, pero mal le va a ir a quien piense que va a ser un camino de rosas. Quien sepa cuándo, cómo y por qué cubrirse y proteger su inversión no sólo obtendrá un buen resultado si ha acertado en la distribución de activos, sino que además podrá reducir la volatilidad con la que alcanza esos resultados. Hay que saber identificar las oportunidades, pero también los riesgos. Si sabes por dónde pueden venir las bofetadas, tienes más opciones de evitar que te alcancen.

Todo el mundo piensa que el primer tortazo vendrá, de nuevo, de la incompetencia europea. De ahí vendrán algunos, seguro. Pero ahora mismo me preocupa más uno “de toda la vida”: el precio del petróleo.

El primer riesgo que vemos para este año es iraní. Este mundo nuestro, que ha sido capaz de hacer maravillas tecnológicas de todo tipo, no ha sabido -o no ha querido- reducir de verdad su dependencia del petróleo. En la época del iPad o del GPS en cada coche, seguimos dependiendo de un tipo como Mahmoud Ahmadinejad –el presidente de Irán– y de una serie de mulás que, en lugar de preocuparse porque su país mejore, lo que les obsesiona es tener una bomba atómica. Pero es lo que hay. Y es como lo de aquel que le dan un puñetazo y dice “esto no va a quedar así”, y el que se lo ha dado responde: “no, se hincha”. Pues eso es lo que estarán pensando Mahmoud y sus colegas cuando les han dicho que no pueden tener su bomba: “esto no va a quedar así”. Y que se va a hinchar.

Yo no sé si al final tragarán, si serán atacados por Israel o si se trata simplemente de que suba el precio del petróleo cuando no hay base económica para ello (el crecimiento es y va a seguir siendo muy moderado a nivel global), pero la realidad es que Irán va a dar caña. No pierden nada apretando la tuerca –siempre pueden echarse atrás en el último momento– y tienen mucho que ganar: desde dar un paso más con autorización global a cambio de no llegar al punto de tener físicamente la bomba (pero quedándose muy cerca), hasta que, como digo, suban los precios del petróleo, lo cual les viene de cine porque lo del embargo obviamente no funciona y seguirán vendiendo por otras vías y a precio de mercado.

Afortunadamente es muy fácil cubrirse ante un evento relacionado con el precio del petróleo. Lo difícil es el timing. ¿En qué momento de la escalada de tensión caerán las bolsas? ¿Cuál es el nivel en el que los mercados considerarán que el precio del petróleo puede hacer que el mundo vuelva a la recesión? Todo eso va a estar ahí y, aunque en el mejor de los casos acabe en una corrección temporal, habrá que estar muy atentos a si hay que cubrirse, si no es para tanto o si es para eso y mucho más.

El segundo riesgo que apreciamos es francés. Si en España no nos gustaban mucho los franceses, este año nos van a gustar menos si gana las elecciones presidenciales el señor Hollande. O al menos no les va a gustar a los inversores. Yo espero que el señor Hollande vaya de demagogo cuando dice que si llega al poder revisará el compromiso fiscal que tanto ha costado consensuar a sus colegas políticos europeos. Tendría que estar loco para, con la que está cayendo, cargarse uno de los pocos alfileres con los que se mantiene en pie el mimbre del euro. Pero mucho me temo que si gana va a tener que montar su particular show político para que parezca que hace algo y durante ese periodo se va a generar de nuevo desconfianza en los ya poco fiables políticos europeos. 

Esperemos que se modere, porque hay cosas con las que no se juega y podría costarle algo más que una rebaja de calificación crediticia. Pero a nosotros que Dios nos coja confesados si vuelven las turbulencias al mercado de bonos, porque coincidirían con unos datos muy duros en lo que a crecimiento se refiere, al menos hasta que alguien dedique un par de tardes a explicarle al gobierno español la curva de Laffer. Es esa que va y dice que si te pasas con los impuestos –aquí ya eran de los más altos del mundo antes de la subida– no sólo no recaudas más, sino que recaudas menos, pues los ricos se buscan la vida para reducir la factura impositiva y el resto lo que hace es consumir menos y, en consecuencia, generar menos imposición indirecta. Resultado. Menos consumo, menos crecimiento y menos recaudación vía impuestos.

El tercer riesgo es portugués. Tarde o temprano y si no hay mucha metedura de pata de por medio, el mercado se dará cuenta de que España, Italia e Irlanda no son como Grecia. De hecho ya están en ello. El gobierno español acabará dándose cuenta de que lo que tiene que hacer es adelgazar al Estado y no a los ciudadanos. Italia es una economía perfectamente capaz de superar una crisis de liquidez. Irlanda ya está fuera de peligro, gracias a su capacidad exportadora (y a que allí sí que entienden que a las empresas hay que atraerlas, no asustarlas, como hacen aquí). Pero Portugal… me gustaría decir lo contrario –al fin y al cabo son nuestros vecinos ibéricos–, pero lo de Portugal no está nada claro

No me queda espacio para explicarlo, pero imagínense ustedes una situación parecida a la española pero en peor  y con expectativa de caída del PIB de cerca del 4% frente al 1,5%-2% en nuestro caso. No tiene buena pinta. Aunque tiene una ventaja: es una economía pequeña y, por lo tanto, el coste de rescatarla no es excesivo. Además, está peor que España, pero desde luego no tan mal como Grecia. Podría salvarse de la quema.

Como siempre, en los mercados es muy importante ser realista. Y la realidad es que, en el cuento, Caperucita corretea feliz por el bosque, pero –como dicen los abogados–  no es menos cierto que el lobo existe. Y que está al acecho. Pero a veces se le ve venir. Y Caperucita no tenía instrumentos de cobertura. Nosotros sí.

Hasta ahora hemos hablado de oportunidades de inversión para este año y de dónde no invertiríamos. Iniciamos el curso recomendando la vuelta a los emergentes, luego explicamos por qué EEUU sigue siendo uno de nuestros mercados preferidos, y también hablamos de renta fija y de por qué siguen gustándonos los bonos corporativos. Y hablamos de España, aunque fuera para desaconsejar, un año más, la inversión en nuestro país, al menos hasta que el Gobierno se dé cuenta de que a quien tiene que apretar el cinturón es al Estado, que anda sobrado de “michelines”, y no a los empresarios y trabajadores, que son el tejido muscular del país y los únicos que pueden sacarlo de la crisis.