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Un análisis de la solvencia del sistema bancario español
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Alberto Artero

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Un análisis de la solvencia del sistema bancario español

¿Es solvente el sistema financiero español en su conjunto? Más allá de las mayores o menores dudas sobre entidades concretas, esa es la gran pregunta que

¿Es solvente el sistema financiero español en su conjunto? Más allá de las mayores o menores dudas sobre entidades concretas, esa es la gran pregunta que se realiza la mayor parte de la ciudadanía a día de hoy. Una cuestión que no tiene una respuesta inmediata dada la multitud de factores a tomar en cuenta a la hora de abordarla. Como regla general se puede decir que sí, que no hay un problema de colapso colectivo de nuestros bancos y cajas. Sin embargo, el valor de esta afirmación puede durar lo que un pastel a la puerta de un colegio, visto el ritmo al que avanzan los acontecimientos hoy día. Las cajas van muy justas, los bancos más holgados. Pero no hay un riesgo sistémico en la medida en que la dispersión de fortalezas entre unas entidades y otras es enorme. Otra cosa es que la caída de una de ellas pueda tener un efecto arrastre brutal sobre las demás. El cierre de una fuente puede provocar un estrangulamiento del que acudía a beber en ella que afecte a sus demás proveedores del líquido crediticio. Las recapitalizaciones parecen inevitables, así como la participación del estado en las mismas, más con carácter preventivo que curativo. El margen, es verdad, es muy estrecho.

Voy a tratar de simplificar al máximo el esquema, para que a todo el mundo le quede más o menos claro. Prácticamente la totalidad de los datos, que se expresan en millones de euros, son de enero de 2009, si bien hay algún desglose que se remonta a un mes antes, diciembre del año pasado. Los he redondeado con el fin de facilitar sus propios cálculos. Omito en el análisis las cooperativas de crédito, por simplificar. Los elementos de partida son los siguientes, que agrupamos en tres categorías: balance y mora, por una parte, apartados 1 y 2; potenciales colchones, por otra, números 3 a 5, y activos adjudicados que sustituyen al crédito, sufren deterioro con el paso del tiempo y son una forma de envolver la mora hasta que escampe.

  1. Créditos a residentes nacionales: 1.863.000 de los que 885.000 son de cajas y 809.000 de bancos. A su vez se dividen:
    1. Hipotecarios a particulares: 650.000 que se reparten en 363.000 cajas (41% de la financiación concedida) y 241.000 bancos (30%).
    2. Construcción: 152.000 de los que 71.000 son de cajas y 66.000 de bancos.
    3. Promotor: 318.000 que se reparten en 172.000 y 132.000 respectivamente. La suma de 1.2+1.3 supone un 28% de los créditos otorgados por las cajas y un 24% de la de los bancos.
    4. Resto, con o sin recurso: 743.000 de los que 277.000 son de las cajas (31%) y 370.000 de los bancos (46%). Frente a lo que ocurre con el inmobiliario y derivados, aquí el peso de la banca es superior por su papel más activo tanto en la financiación empresarial como al consumo, de más difícil recuperación esta última en caso de que el deudor incurra en mora.

¿Es solvente el sistema financiero español en su conjunto? Más allá de las mayores o menores dudas sobre entidades concretas, esa es la gran pregunta que se realiza la mayor parte de la ciudadanía a día de hoy. Una cuestión que no tiene una respuesta inmediata dada la multitud de factores a tomar en cuenta a la hora de abordarla. Como regla general se puede decir que sí, que no hay un problema de colapso colectivo de nuestros bancos y cajas. Sin embargo, el valor de esta afirmación puede durar lo que un pastel a la puerta de un colegio, visto el ritmo al que avanzan los acontecimientos hoy día. Las cajas van muy justas, los bancos más holgados. Pero no hay un riesgo sistémico en la medida en que la dispersión de fortalezas entre unas entidades y otras es enorme. Otra cosa es que la caída de una de ellas pueda tener un efecto arrastre brutal sobre las demás. El cierre de una fuente puede provocar un estrangulamiento del que acudía a beber en ella que afecte a sus demás proveedores del líquido crediticio. Las recapitalizaciones parecen inevitables, así como la participación del estado en las mismas, más con carácter preventivo que curativo. El margen, es verdad, es muy estrecho.