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El camelo chino comienza a mostrar su peor cara
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Alberto Artero

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El camelo chino comienza a mostrar su peor cara

Los fieles sufridores de este Valor Añadido saben con creces del escepticismo de su autor acerca de la capacidad de China para rescatar a las economías

Los fieles sufridores de este Valor Añadido saben con creces del escepticismo de su autor acerca de la capacidad de China para rescatar a las economías mundiales de la delicada situación en que se hallan. De hecho, ya el pasado 14 de abril advertíamos de que no era oro todo lo que relucía en el gigante asiático y que daba la sensación, que servidor convertía en certeza, de que sus dirigentes estaban haciendo el trilero con sus cifras en lo que se había convertido un constante reciclado de fondos entre los principales agentes públicos: programas de infraestructuras financiados por banca semi estatal y ejecutados por compañías con mayoría de su capital de carácter administrativo. No sólo eso, señalábamos entonces que el resultado era un boom crediticio sin precedentes que estaba provocando que se disparara la masa monetaria en circulación en el país.

En aquél momento ya comentamos que "de momento la ilusión monetaria está cumpliendo su objetivo aunque traerá consecuencias", que concretábamos en forma tanto de impagos como de inflación de bienes, servicios y activos, efectos principales de un fenómeno de estas características. Pues bien, tales repercusiones han llegado antes de lo previsto. Baste sino una lectura rápida al siguiente artículo publicado a media mañana de ayer por la edición online del Financial Times: China warns banks over asset bubbles. La formación de burbujas paralelas, bursátil e inmobiliaria, ha llevado al Gobierno a exigir, a buenas horas, que se vigilen los estándares en la concesión de créditos y que se monitorice que la economía real es el destino efectivo de los fondos. Una declaración institucional que, sorprendentemente, desliga a las autoridades de cualquier responsabilidad en la vorágine prestamista reciente en lo que suele ser un preludio, en estos regímenes, de catástrofes financieras que provocarán que, literalmente, rueden cabezas. Ups.

Y es que, tal y como señala la propia noticia, que hace referencia explícita a la responsabilidad de la banca pública en todo este proceso, la preocupación de los supervisores se centra en la propia estabilidad del sistema, toda vez que los 5 billones de yuanes de financiación bancaria privada que se había puesto como objetivo su Banco Central en 2009 pueden convertirse, de continuar el ritmo de concesión actual, en 12 a final del ejercicio lo que generaría un desequilibrio entre el crecimiento de la actividad productiva (+7%) y de la economía financiera (+40%) similar al que ha desembocado en la crisis por la que ahora discurren gran parte de las economías desarrolladas. Al previsible aumento del coeficiente de reserva y de los tipos de interés, se unirán medidas excepcionales con objeto de reducir la liquidez que mana abundante, de modo principal, por las zonas más ricas del país.

¿Demasiado tarde? Nuestro común amigo Ambrose Evans-Pritchard, del Telegraph publicó a finales del mes pasado una muy interesante reflexión, en su línea habitual de se-acerca-el-fin-del-mundo-y-aquí-estoy-yo-para-contarlo, sobre el particular con base en un informe de la agencia de calificación Fitch sobre la banca china. Su título no admite la más mínima duda: China´s Banks are an accident waiting to happen to every one of us. Un documento con abundantes perlas estadísticas: 4,2 billones de yuanes de exposición a un sector corporativo cuyos beneficios se reducen a un ritmo interanual superior al 30%; 50% del total concedido a corto plazo con un elevado riesgo de refinanciación; cambio de modelo insuficiente con predominio de la producción para una exportación que no repunta, son algunas de ellas. Se pueden imaginar su conclusión.

Cautela, por tanto, con creerse lo increíble. Algo que, desgraciadamente, el común anhelo de convertir en realidad los deseos colectivos está propiciando que se produzca de un modo más generalizado de lo que sería deseable. Véase, si no, el ejemplo chino que acabamos de citar. Cuidado, por tanto y no olviden que el sentido común, bandera de este Valor Añadido, sigue siendo el menos común de los sentidos.

Los fieles sufridores de este Valor Añadido saben con creces del escepticismo de su autor acerca de la capacidad de China para rescatar a las economías mundiales de la delicada situación en que se hallan. De hecho, ya el pasado 14 de abril advertíamos de que no era oro todo lo que relucía en el gigante asiático y que daba la sensación, que servidor convertía en certeza, de que sus dirigentes estaban haciendo el trilero con sus cifras en lo que se había convertido un constante reciclado de fondos entre los principales agentes públicos: programas de infraestructuras financiados por banca semi estatal y ejecutados por compañías con mayoría de su capital de carácter administrativo. No sólo eso, señalábamos entonces que el resultado era un boom crediticio sin precedentes que estaba provocando que se disparara la masa monetaria en circulación en el país.

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