Es noticia
Prueba de fuego a la vista para los mercados
  1. Mercados
  2. Valor Añadido
Alberto Artero

Valor Añadido

Por

Prueba de fuego a la vista para los mercados

Son dos las consecuencias necesarias que se derivan del traspaso del riesgo de crédito del sector privado de la economía al público. Por una parte, el

Son dos las consecuencias necesarias que se derivan del traspaso del riesgo de crédito del sector privado de la economía al público. Por una parte, el convencimiento entre los agentes financieros de que cualquier elemento que amenace con desestabilizar el sistema será inmediatamente neutralizado. ¿Cómo? Engordando aún más la vaca de las ayudas mediante el uso de mecanismos de política monetaria y fiscal. Hemos convertido el riesgo moral en compañero inseparable de viaje, probablemente de un modo necesario. ¿Quién se acuerda de él?

Como consecuencia de lo anterior ha surgido, en segundo lugar, una preocupación cierta sobre las tensionadas finanzas de algunos países, su capacidad de recuperación y, por ende, de repago de los enormes compromisos de deuda que tienen contraídos. Salvado el riesgo particular, el impago por parte de naciones en situación financiera precaria parece un accidente que, antes o después, ha de ocurrir, suceso que podría actuar como catalizador negativo que provoque un recorte sustancial en las bolsas.

¿Hasta qué punto es factible tal posibilidad? Pues bien, pese a que nos vamos alejando de los momentos álgidos de la crisis y con la distancia, como dice el bolero, llega el olvido de las causas que la originaron y las consecuencias que se derivan de las actuaciones llevadas a cabo hasta ahora, se trata de un escenario más factible de lo que cabría prever. De hecho, a lo largo de la semana se ha enturbiado notablemente el panorama de una nación que empieza a tener todas las papeletas para quebrar: estamos hablando de Letonia.

En efecto, como condición necesaria para recibir el segundo paquete de ayudas apalabrado con el FMI, la Unión Europea y los países de su entorno, Letonia debía ajustarse a un severo programa de aumento de impuestos y recorte de costes que recondujera su enorme desequilibrio presupuestario. Pero, oh sorpresa, el Parlamento, partidos en el gobierno incluidos, limitó el ajuste a un 65% del total y rechazó medidas adicionales bajo la excusa formal de que tal acción pondría en riesgo la cohesión social, que no sé de qué me suena a mí este mensaje, fíjense ustedes. (Inciso, paro juvenil letón, 31%; paro juvenil 18 a 24 años español, 38%. Ups).

No sólo eso. Promovió la posibilidad de que la responsabilidad de los deudores privados locales con sus entidades acreedoras se limite al valor del colateral que sirve de garantía de su crédito, por ejemplo la casa, en lugar de al importe total de lo debido. Teniendo en cuenta que gran parte de dicha deuda es en euros, certeza de menores tipos de interés y percepción de mayor estabilidad cambiaria, tal medida abriría la puerta a una devaluación que pasa necesariamente por una ruptura de la paridad que tiene establecida Letonia con la moneda única. ¿Por qué? Si como consecuencia de la depreciación se encarece el importe a devolver en divisa local, el impacto queda limitado por la obligación de hacer frente únicamente a lo que vale un activo cuyo valor ya se ha contraído sustancialmente –hasta un 70%- con la crisis. Una iniciativa draconiana frente a la alternativa de un ajuste salarial potente, ¿no? A ver, a ver, ¿dónde hay que firmar?

Aunque habrá que ver qué figura finalmente en el proyecto de presupuestos letones a presentar por el Gobierno en el Parlamento a final de mes, como no podía ser de otra manera se han producido ya reacciones en cadena a la decisión legislativa previa. Por una parte las instituciones supranacionales prestamistas han dicho que, de no aceptar los términos acordados en su día, verdes las han segao y así se las apañen los letones. Los bancos suecos, principales financiadores del sistema bancario local con el equivalente a más de 13.000 millones de euros, intentan en la medida de lo posible minimizar el impacto que, la caída del país y la limitación en la responsabilidad de sus ciudadanos, puede tener sobre sus cuentas. Por su parte, los mercados reaccionaron dejando desierta la subasta de Letras del Tesoro a seis meses programada para ayer.

El pero principal es que en un mundo globalizado como el actual, los problemas difícilmente se pueden contemplar de forma aislada. Un movimiento como el suicidamente iniciado por Letonia, nada que perder y mucho que ganar si me sale bien la jugada, puede traer como consecuencia un deterioro colectivo de la percepción de los países de la región –Estonia y Lituania- y del conjunto de los emergentes europeos, con especial incidencia en las naciones más vulnerables como Hungría, Ucrania o Rumania, envuelta en una inoportuna crisis de gobierno. Automáticamente volvería a estar sobre la mesa la exposición del sector financiero de la Unión a tales naciones y entraríamos casi seguro en una espiral de incertidumbre que supondría desandar gran parte del camino artificialmente andado hasta ahora, en mi modesta opinión.

No obstante, puede que finalmente todo esto quede en agua de borrajas toda vez que el peso específico de Letonia en las finanzas mundiales es el que es, su rating basura BB+ y una contracción a junio de su PIB del 18,2%  deberían haber actuado ya como aviso a navegantes, y es factible que las entidades suecas estén suficientemente capitalizadas como para aguantar una situación de este tipo. Pero debería servir a todos de advertencia seria sobre los riesgos que se derivan de tirar con pólvora del rey. La deuda, por definición, es dinero de otro, cuesta y hasta hay que devolverla. Que parece que se nos olvida, oiga.  

Son dos las consecuencias necesarias que se derivan del traspaso del riesgo de crédito del sector privado de la economía al público. Por una parte, el convencimiento entre los agentes financieros de que cualquier elemento que amenace con desestabilizar el sistema será inmediatamente neutralizado. ¿Cómo? Engordando aún más la vaca de las ayudas mediante el uso de mecanismos de política monetaria y fiscal. Hemos convertido el riesgo moral en compañero inseparable de viaje, probablemente de un modo necesario. ¿Quién se acuerda de él?