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¿Quieren pagar un 20% de IRPF? Portugal les espera
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Alberto Artero

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¿Quieren pagar un 20% de IRPF? Portugal les espera

Éramos pocos y parió la abuela. La necesidad del PSOE de contentar a sus aliados naturales por el lado de la izquierda amenazaba con traer de

Éramos pocos y parió la abuela. La necesidad del PSOE de contentar a sus aliados naturales por el lado de la izquierda amenazaba con traer de la mano algún despropósito normativo. No ha tardado tal sospecha en concretarse. De acuerdo con IU-ICV y el BNG, los extranjeros con menos de diez años de residencia en España y que tengan ingresos anuales superiores a los 600.000 euros tributarán en IRPF al 43% en lugar del 24% como lo hacían en la actualidad. La propuesta, sujeta aún a trámite parlamentario, no afecta a aquellos contratos firmados con anterioridad al 1 de enero de 2010 pues carece de carácter retroactivo. Se da, por tanto, nueva redacción a la llamada Ley Beckham aunque los futbolistas, que negocian sus retribuciones en términos netos, sean los menos afectados por la medida.

Lo primero que llama la atención es que, por fin, el gobierno se ha retratado sobre el umbral salarial a partir del cual un ciudadano entra en la denostada categoría de rico. Cien millones de las antiguas pesetas. Sin embargo, a la hora de modificar la norma se establece una distinción entre foráneos y nacionales, quedando los últimos penalizados con el marginal máximo en el supuesto de que ganen más de 53.500 euros al año, esto es, diez veces menos. Está claro que algo falla en esta ecuación: o los españoles pagan por exceso o los extranjeros lo hacen por defecto si de igualar se trata. O la reforma se ha construido desde la demagogia de querer afectar a un colectivo concreto sin que importe su repercusión recaudatoria. Frenemos a Florentino.

La segunda conclusión que cabe extraer es la incapacidad reiterada de nuestros dirigentes, y sus socios parlamentarios potenciales, para entender que el mundo es cada día más global y que la pelea por el talento en las economías desarrolladas sólo se puede establecer en términos fiscales, sea a través de ventajas impositivas o ayudas directas. No sólo eso, la cortedad de miras afecta al equivocado análisis que realizan sobre la situación de la economía española que necesita, hoy más que nunca, encontrar áreas de actividad que le permitan reorientar su modelo productivo hacia una generación permanente de valor añadido. Olvídense con esta proposición de atraer emprendedores con una mínima ambición o de construir, por ejemplo, un centro financiero orientado hacia Latinoamérica. Una oportunidad que viene de la mano de la crisis de la City, por cuestiones igualmente fiscales, y de la previsible persecución a los paraísos fiscales. Adiós el Madrid, centro financiero de mi amigo Ignacio de la Torre.

Algo que, y entramos así en el tercer considerando, han sabido entender nuestros vecinos portugueses que, a través del Decreto Ley 249/09 de 23 de septiembre, han emprendido justo el camino contrario estableciendo una tasa fija del 20% durante los próximos diez años (frente a los cinco previstos en la norma española) a los nuevos residentes foráneos que lo soliciten y realicen trabajos de carácter científico, técnico o artístico con efecto retroactivo a 1 de enero de 2009.  No tiene desperdicio el comienzo de su Exposición de Motivos: “La creciente presencia de Portugal en el escenario mundial obliga a (…) desarrollar una estrategia fiscal de acuerdo con los parámetros actuales de competitividad internacional. Nuestro sistema tributario ha de actuar como factor de atracción de factores de producción, iniciativa empresarial y actividad económica al territorio portugués”. Más claro, agua. A ver si alguien toma nota por estos lares.

La nueva norma portuguesa tiene incidencia no sólo para aquellos extranjeros con intereses en España a los que la proximidad geográfica pueda llevar a preferir instalarse en el país luso para aprovecharse de sus ventajas tributarias, que también. Peor aún. Puede servir como acicate para todos aquellos ciudadanos de nuestro país que, temiendo como Abraracurcix que el fisco caiga sobre sus cabezas, decidan cruzar la frontera en previsión de lo que amenaza en convertirse, si alguien no lo remedia, en un régimen confiscatorio en España bajo la excusa de corregir los excesos fiscales actuales. He de reconocer que no he podido confirmar si existe tratado bilateral que impida su aplicación a los nacionales pero, teniendo en cuenta que han sido españoles sumidos en el hartazgo los que me han puesto sobre la pista del cambio luso, me temo que no. Si la Ley persiste con la llegada del AVE, cuan largo me lo fiáis, esto puede ser el acabose.

Una vez más el disparate de unos gobernantes que no les importa más que salvar su coxis a corto plazo sin preocuparles lo más mínimo el impacto de sus decisiones a largo. La modificación de la Ley Beckham apenas tendrá impacto recaudatorio pero abre la Caja de Pandora de las comparativas internacionales. Y ahí no sólo no saldremos bien parados sino que más de uno se preguntará si no está haciendo el canelo financiando a unos gestores que nos conducen de modo irremediable a la ruina. La insumisión fiscal se puede manifestar bien a través del fraude, que se dispara de forma paralela a la reducción de recursos presupuestarios para su control, o el cambio de residencia. Alguno pensará, con Siniestro Total, menos mal que nos queda Portugal. Pues eso.

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Éramos pocos y parió la abuela. La necesidad del PSOE de contentar a sus aliados naturales por el lado de la izquierda amenazaba con traer de la mano algún despropósito normativo. No ha tardado tal sospecha en concretarse. De acuerdo con IU-ICV y el BNG, los extranjeros con menos de diez años de residencia en España y que tengan ingresos anuales superiores a los 600.000 euros tributarán en IRPF al 43% en lugar del 24% como lo hacían en la actualidad. La propuesta, sujeta aún a trámite parlamentario, no afecta a aquellos contratos firmados con anterioridad al 1 de enero de 2010 pues carece de carácter retroactivo. Se da, por tanto, nueva redacción a la llamada Ley Beckham aunque los futbolistas, que negocian sus retribuciones en términos netos, sean los menos afectados por la medida.

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