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Por qué la banca no puede (y no quiere) dar crédito
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Alberto Artero

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Por qué la banca no puede (y no quiere) dar crédito

Cada vez que se publican nuevos datos, merece la pena darse una vuelta por el Boletín Estadístico del Banco de España. Sus series históricas son un

Cada vez que se publican nuevos datos, merece la pena darse una vuelta por el Boletín Estadístico del Banco de España. Sus series históricas son un buen instrumento para ver la evolución del sector financiero español, sobre todo por lo que a las grandes magnitudes se refiere. En ellas, el algodón no engaña; no como en la clasificación que, dentro de cada entidad, los gestores hacen de las distintas partidas que componen su balance, en general, y su activo crediticio, en particular, juego interesado de conceptos a incluir en numerador y denominador de las distintas ratios. Hecha la ley, hecha la trampa. Ya se sabe. Ya lo vamos sabiendo.

Pues bien, vayamos con las cifras correspondientes a cierre de 2010. Las conclusiones que se pueden obtener de un análisis somero de las mismas son extraordinariamente reveladoras, tanto de la magnitud del problema que tenemos entre manos, como de la poca voluntad del “Sistema” -definámoslo así para incluir la corresponsabilidad de políticos, gobernadores y sector privado- para solucionarlo. Veamos.

  1. En diciembre de 2010, el total de crédito en el balance de bancos, cajas, cooperativas y establecimientos financieros era de 1,844 billones de euros. Teniendo en cuenta que el pico se produjo exactamente dos años antes en 1,870 billones, se ha producido una reducción en 24 meses del 1,4%. Una contracción insignificante, teniendo en cuenta que la cuantía actual es poco menos del doble de la de cierre de 2004 (945 mil millones de euros).
  2. Dos son las partidas que destacan especialmente sobre las demás: la financiación para la compra y/o rehabilitación de una vivienda y la concedida al sector productivo de la economía. La primera se encuentra en máximos históricos, sí han oído bien: 663.000 millones de euros en total, en un momento en que el valor de las garantías no es ni mucho menos el que era y la capacidad de repago de los particulares se ha reducido drásticamente a causa del desempleo.
  3. Dentro del segundo, destaca el crédito promotor, que apenas se ha reducido un 2,6% desde el nivel que alcanzara en el segundo trimestre de 2008 y supone todavía 316.000 millones de euros. Teniendo en cuenta los fallidos que ya han salido del balance de la banca, este fenómeno de sostenimiento en el tiempo solo se puede entender en términos de capitalización de intereses en el marco de procesos de refinanciación. Patada adelante a ver qué pasa.
  4. De la suma de ambas partidas se colige que el 53% del riesgo de crédito nuestras instituciones financieras está directamente ligado al sector inmobiliario, principalmente residencial. Si añadimos los 114.000 millones de la construcción y los 51.000 millones que, según el dato pro memoria que facilita Banco de España, cuentan con garantía hipotecaria pero no están destinados a la compra de una casa, el porcentaje sube hasta el 62%.

Si la banca española no es una gigantesca inmobiliaria, entendiendo por tal una estructura de balance similar y que su destino está ligado a la evolución del ladrillo en sus distintas manifestaciones, que venga Dios y lo vea. A partir de ahí, es fácil entender muchas cosas de su actuación, que les paso a resumir a continuación:

  1. Su imposibilidad en términos de solvencia de actuar con rapidez por el lado del crédito del balance, vista la inmanencia y dimensión que ha alcanzado éste, y la perentoriedad de hacerlo por el lado de los recursos propios, numerador del cociente entre capital y activos medios ponderados por riesgo o APRs. Para evitar liquidaciones voluntarias a precio de derribo, tocan ampliaciones, OPVs, emisiones de convertibles, operaciones de recompra de deuda, el recurso del FROB o lo que sea. 
  2. Sus oídos sordos ante la reivindicación popular de que abra el grifo crediticio. Gran parte de lo prestado lo es, por definición, a un largo plazo bien natural (hipotecas ordinarias), bien sobrevenido (obras paralizadas o promociones congeladas), lo que impide que surja nueva producción. No solo eso, a más plazo, más incertidumbre, sobre todo cuando no se sabe el valor real de los colaterales. Si a ello añadimos las dudas que afectan a la financiación concedida a otros sectores productivos, apaga y vámonos.
  3. Lo cual significa que el crédito va a ser escaso y caro durante una temporada muy larga, con independencia de que se abran o no los mercados mayoristas. El proceso de reversión a la media pasa necesariamente por un desapalancamiento bancario salvo en aquellas entidades que cuenten con un porcentaje alto de financiación minorista (depósitos de particulares). Y aún así, visto el coste que ha alcanzado esta última.
  4. Y todo ello adornado con un deterioro sistemático de las cuentas de resultados, resultado tanto de una coyuntura de presión en márgenes que amenaza con perdurar en la red de oficinas nacional, como de los límites que el consumo de capital de la normativa de Basilea impone a las actividades más rentables que verán frenada su expansión.

A partir de aquí, soñar es gratis pero, no les quepa la menor duda, el problema de la banca española es evidente desde la crudeza de los números. Poco que se ha avanzado a día de hoy en la solución de su problema de raíz, con las consecuencias de todos conocidas para la economía real. Podemos seguir instalados en esta suerte de muerte dulce o tomar de una vez decisiones drásticas que vayan al fondo de la cuestión, como la creación de ese banco malo que hemos defendido aquí hasta la saciedad. El tiempo pasa y el margen de maniobra es cada vez menor. En fin, buena semana a todos.

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Cada vez que se publican nuevos datos, merece la pena darse una vuelta por el Boletín Estadístico del Banco de España. Sus series históricas son un buen instrumento para ver la evolución del sector financiero español, sobre todo por lo que a las grandes magnitudes se refiere. En ellas, el algodón no engaña; no como en la clasificación que, dentro de cada entidad, los gestores hacen de las distintas partidas que componen su balance, en general, y su activo crediticio, en particular, juego interesado de conceptos a incluir en numerador y denominador de las distintas ratios. Hecha la ley, hecha la trampa. Ya se sabe. Ya lo vamos sabiendo.

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