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La venganza española servida en tres fríos platos
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Alberto Artero

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La venganza española servida en tres fríos platos

Menudo día de acontecimientos informativos el de ayer. Chicha de mucha enjundia solo para lectores avezados, aquellos que buscan debajo de las piedras los vericuetos de

Menudo día de acontecimientos informativos el de ayer. Chicha de mucha enjundia solo para lectores avezados, aquellos que buscan debajo de las piedras los vericuetos de la noticia y a los que un adecuado timeline de Twitter facilita mucho su trabajo. Entre todo ese bullicio mediático, me permito destacar tres piezas que, de un modo u otro, debilitan a parte de los que han tratado, en los últimos meses, de derribar la frágil muralla española. Estoy hablando de Alemania, los bancos centrales y las agencias de rating.

Alemania.

Publica el FT Alphaville uno de los posts más cortos que le he conocido. Cajas o Landesbanken?, es su irresistible titular. Por todo contenido, un cuadro que establece una serie de recomendaciones acerca de la necesidad de fijar modelos de negocio viables, despolitizar y dar entrada al capital privado en unas instituciones financieras no identificadas. ¿España otra vez?

Pues no. La sorpresa llega cuando, al pinchar sobre la tabla, conduce al último Informe del FMI sobre Alemania, de reciente publicación y, en concreto, a su página 17 en la que se habla específicamente de los Landesbanken. Vaya, vaya. Lo curioso es que si uno va al final de la hoja, justo antes del punto 26, puede leer cómo el gobierno alemán considera acertadas tales propuestas pero ve “difícil su implantación al depender de la voluntad de los gobiernos regionales”. A que les suena. En todas partes cuecen salchichas.

Si saltamos al apartado 43 podemos además leer, para el conjunto del sistema financiero germano, que “sigue siendo vulnerable a acontecimientos imprevistos dado su alto apalancamiento, la baja calidad de su capital, su exposición internacional y su dependencia de la financiación mayorista (las ratios en las Tablas 5 y 6, al final)”. Por aquello de la viga en el ojo propio. Eso sí, financiada casi regalada, acero a bajo interés.

¿Cómo lo ven?

Los bancos centrales.

La condena a Barclays por haber manipulado el LIBOR, hecho que ha ocasionado la dimisión/cese de buena parte de su equipo directivo, anticipaba nuevos y suculentos episodios. Ayer se escribió el primero, toda vez que la entidad británica justificó documentalmente que parte de su actuación era fruto de las ‘sugerencias’ del Banco de Inglaterra, BoE para los amigos. Y ante una llamada como ésa, ¿qué hacer?

En efecto, en una de las pocas notas archivadas por el hasta ahora CEO de la firma, entonces responsable de su banca de inversión, Bob Diamond, se acredita cómo el 29 de octubre 2008 el subgobernador Paul Tucker le sugirió que "no siempre" se situara en la parte alta de la puja entre los 18 bancos que determinan el precio final de la referencia interbancaria. En ese momento buena parte del sector en Reino Unido estaba siendo rescatado y Barclays trataba de preservar su autonomía. Vaya, vaya, de nuevo. 

En tal entorno, un mensaje equívoco, una instrucción ambigua, una interpretación errada y ya está el lío montado. Curioso en cualquier caso el comentario, temeraria la reacción. Peligroso juego el del supervisor. ¿Extrapolable? No creo. Pero, tal y como nos recordaba hace poco El-Erian, en la medida en que la actuación de los bancos centrales se convierte en estructural, ¿no supone una manipulación sistemática del mercado?

Food for thought.

Las agencias de rating.

Esta tercera noticia es gentileza de Bloomberg y llego a ella a través de la interpretación realizada por Zero Hedge. En esencia: Morgan Stanley habría conseguido de las agencias de calificación mejores ratings para las emisiones que lideraba a través del uso de ‘incentivos’ y amenazas. Una alteración que afectaría a 23.000 millones de dólares de bonos subprime emitidos en 2006. La demanda de los afectados se ha hecho esperar pero ha llegado por fin.

Y tiene miga. Moody´s y Standard & Poor´s son acusados de haber cedido a dar el investment grade a títulos que carecían de los requisitos para disfrutar de dicha cualificación. Pero, de acuerdo de los documentos aportados por el querellante, eso sería lo de menos. Las pruebas ponen de manifiesto un modo de operar que pone los pelos como escarpias, especialmente si tenemos en cuenta que son estos los agentes en los que el mercado delega la evaluación de la solvencia de los emisores. Vaya, vaya, tris.

La ira que despertaron las agencias de calificación en el cénit de la crisis hipotecaria ha ido cediendo con el tiempo sin que se hayan tomado grandes resoluciones sobre el carácter oligopolístico de la industria, la discrepancia entre medios y obligaciones, la colusión de intereses que supone el ser pagado por los juzgados y así sucesivamente. Más bien al contrario, sus decisiones siguen moviendo los mercados y son claves para fijar las garantías y el consumo de capital de muchos valores. Se han perdonado demasiado rápido los errores de un pasado reciente que vuelve a asomar a la luz. 

¿Habrá consecuencias?

Conclusión.

La venganza es un plato que se sirve frío. La debilidad del sector financiero alemán, las acusaciones a la actuación de los bancos centrales o la nueva prueba del descrédito de los Moody´s y compañía no van a solucionar, ni mucho menos, los problemas de España. Pero vista la leña que nos han dado, con razón o sin ella, los unos, los otros y los de más allá, bueno es que nos demos el gustazo de regodearnos un pelín en los males ajenos. ¿No les parece?

Menudo día de acontecimientos informativos el de ayer. Chicha de mucha enjundia solo para lectores avezados, aquellos que buscan debajo de las piedras los vericuetos de la noticia y a los que un adecuado timeline de Twitter facilita mucho su trabajo. Entre todo ese bullicio mediático, me permito destacar tres piezas que, de un modo u otro, debilitan a parte de los que han tratado, en los últimos meses, de derribar la frágil muralla española. Estoy hablando de Alemania, los bancos centrales y las agencias de rating.