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El desastre económico mundial en dos simples datos
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Alberto Artero

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El desastre económico mundial en dos simples datos

Las ramas de lo que está sucediendo en España nos impiden ver la dimensión del desastroso bosque económico mundial que nos rodea, especialmente en el mundo

Las ramas de lo que está sucediendo en España nos impiden ver la dimensión del desastroso bosque económico mundial que nos rodea, especialmente en el mundo desarrollado. Se trata de un vano consuelo que en época del zapaterismo se habría elevado a la categoría de argumento para justificar nuestros males. Sin embargo, ahora que buena parte de las esperanzas del país están puestas en la recuperación internacional y en el tirón de nuestras exportaciones, se convierte en un hándicap adicional para que  salgamos del hoyo y debilita el discurso de autores como Martin Feldstein que han convertido la devaluación del euro y su potencial impacto positivo sobre las ventas exteriores de la Eurozona en el último asidero de la moneda única (FT, A rapid fall in the euro can save Spain, 24-07-2012).

¿Por qué cinco años después del inicio de la crisis seguimos en esta situación? La respuesta es de Perogrullo. Si en el origen de la actual coyuntura se encuentra la explosión de una burbuja de crédito, lo normal es que no mejore hasta que el exceso de  endeudamiento del sistema se corrija. De cajón. Bien, pues en este lustro ha ocurrido justamente lo contrario. Tal  y como nos recuerda Satyajit Das en su última contribución en MarketWatch el intento de apagar las llamas del apalancamiento con nuevas inyecciones  de deuda no ha hecho sino agravar los problemas y postergar su solución (MarketWatch, Global´s economy cure is worse than the disease, 25-07-2012). Algo de lo que ya hablamos en relación con España hace ahora un par de viernes cuando advertimos que o se actuaba sobre este factor o Japón nos iba a parecer el paraíso económico frente a lo que el futuro nos deparará (VA, España, El sufrimiento que nos espera en un solo gráfico, 13-07-2012).

Bien. El autor nos recuerda cómo, pese a que se han creado las condiciones idóneas para que  los agentes económicos puedan repagar lo debido, especialmente a través del mecanismo de la represión financiera, sostenimiento de los tipos de interés artificialmente bajos, la situación ha devenido más insostenible que nunca (VA, Represión Financiera, el contubernio secreto de banca y gobiernos, 21-03-2012). Y para ello se limita a aportar dos datos:

  1. El porcentaje de deuda sobre PIB de 11 de las economías más endeudadas del planeta ha pasado  del 381% del PIB en 2007 al 417% en la actualidad. ¿Qué quiere decir esto?  Que cualquiera de los estados citados por el articulista debe cuatro veces la riqueza anual que genera. Como regla general la reducción de la exposición crediticia del sector privado se ha visto más que compensada por el aumento del endeudamiento público, primero por los estabilizadores automáticos y luego por decisiones del todo desacertadas que, en muchos casos, no han permitido corregir cuestiones básicas como la debilidad de sus respectivos sistemas bancarios.
  2. Eso pese a un esfuerzo ingente por parte de los bancos centrales que han expandido sus balances a una velocidad y hasta un tamaño nunca vistos. Así en el mismo periodo se han multiplicado por tres desde los seis billones (millones de millones de dólares) hasta los 18 en la actualidad para alcanzar un 30% del Producto Interior Bruto mundial. Una expansión monetaria coordinada globalmente sin precedentes en la historia de la humanidad escasamente efectiva y que limita sustancialmente el margen de maniobra de estas autoridades a partir de ahora por mucha declaración altisonante que haya. Tomen nota los pedigüeños.

Nunca antes la política económica había sido, en sus dos ramas, fiscal y monetaria, tan expansiva y tampoco nunca con anterioridad había producido tan escaso fruto como prueba la languidez en el crecimiento de las naciones en las que se ha implantado, algunas de las cuales transitan en la peligrosa frontera entre la recesión y la depresión, y el mantenimiento e incluso agravamiento de esos desequilibrios que se hallan en el origen de buena parte de los excesos pasados: países que siguen sin consumir y dependiendo de sus exportaciones para alegría de sus superávit por cuenta corriente; estados no competitivos que sufren para corregir sus déficit. Pesadas alforjas para un viaje excesivamente vano. 

Y mientras la gran esperanza emergente, agrupada bajo el acrónimo de BRIC ve impotente cómo la ralentización de sus principales contrapartidas comerciales, con impacto tanto en la demanda de materias primas como de producto elaborado, se come su crecimiento y afecta a sus perspectivas inmediatas de futuro, en muchos casos recalentadas por unas expectativas que a duras penas llegarán a cumplirse y afectadas por un virus reciente de apego al crédito que les puede pasar factura.  El dinero ya no fluye como antes y han entrado en la batalla por los escasos recursos financieros a nivel mundial jugando con su divisa y sus tipos de interés, cuando no directamente con la amenaza velada o explícita del proteccionismo.

Así son las cosas y así se las estamos contando. La perspectiva global es poco halagüeña lo que ahonda aún más en la imposibilidad de una ayuda externa procedente de quien bastante tiene con lo suyo y nos recuerda la necesidad de ser capaces de sacar por nuestros propios medios las castañas del fuego. Cuanto antes seamos conscientes de esta realidad y dejemos de hacernos trampas en el solitario, mejor.

Buen fin de semana a todos.

Las ramas de lo que está sucediendo en España nos impiden ver la dimensión del desastroso bosque económico mundial que nos rodea, especialmente en el mundo desarrollado. Se trata de un vano consuelo que en época del zapaterismo se habría elevado a la categoría de argumento para justificar nuestros males. Sin embargo, ahora que buena parte de las esperanzas del país están puestas en la recuperación internacional y en el tirón de nuestras exportaciones, se convierte en un hándicap adicional para que  salgamos del hoyo y debilita el discurso de autores como Martin Feldstein que han convertido la devaluación del euro y su potencial impacto positivo sobre las ventas exteriores de la Eurozona en el último asidero de la moneda única (FT, A rapid fall in the euro can save Spain, 24-07-2012).