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Crónica de una firma anunciada
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José Antonio Gurpegui

Crónicas del Imperio

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Crónica de una firma anunciada

No hubo sorpresas y el guión se cumplió. La reunión, de apenas 50 minutos, del presidente Obama con los representantes demócratas -Harry Reid (Nev.) y Nancy

Los pactos alcanzados el último día del pasado 2012 no han servido de nada, como ya apuntaba en el artículo "Abismo fiscal: ¿a `esto´ lo llaman acuerdo?"; tal como aseguraba Trey Godwy (rep. C.S.) aquello fue "un analgésico, un placebo" que finalmente "no logró sanar la patología." Incluso pudiera decirse que el enfermo ha empeorado, pues nada hace presagiar que pueda llegarse a un acuerdo antes del 27 de este mismo mes cuando se agoten los fondos de algunas agencias federales. Bien al contrario, el Congreso de mayoría republicana aprobó de urgencia, en su última sesión, una normativa para evitar el colapso ante la descapitalización; las palabras del presidente en la posterior rueda de prensa también indican que la batalla será larga. Además, las posturas se han radicalizado y puntos de posible acuerdo, como la reforma e hipotética eliminación de los loopholes (legislación que permite una singular reducción de impuestos) impositivos ha desaparecido de la negociación. La otrora solución de aumentar el techo de gasto está descartada, pues lejos de ser la solución se ha convertido en problema ante el imparable incremento del déficit en un billón de dólares anuales.

El tiempo revelará al vencedor de este pulso que parece no tener finEsgrimen los republicanos por boca de Boehner que ellos ya cedieron en la negociación de fin de año, permitiendo un aumento de impuestos para las rentas más altas. No contemplan negociación alguna que vuelva a incidir en los impuestos; aceptan únicamente una reducción del gasto público para alcanzar guarismos similares a los de la época de Clinton, un 8% inferiores a los actuales (¿recuerdan, al respecto, la utilización que ambos contendientes hicieron de España durante la campaña?). Les ha salido además un inesperado aliado en la persona del mítico Bob Woodward, quien hace una semana concluía su columna del Washington Post asegurando que Obama había "cambiado las reglas" de lo acordado en el referido 2011, pues entonces la subida de impuestos "no era parte del trato". El presidente se refugia en sus promesas electorales de claro corte social y en el principio de que pague más quien más tiene. También enfatiza la autoridad que le proporciona un claro respaldo popular. Los planteamientos, en ambos casos, son tan razonables como demagógicos y parecen trascender planteamientos presupuestarios y económicos.

El atípico desarrollo de los acontecimientos -me refiero a la dilación temporal de un asunto capital en una nación eminentemente pragmática como los Estados Unidos- propicia una lectura política más allá de lo expuesto por ambos 'bandos'. Uno empieza a sospechar que Obama tiene puesta la mirada en las próximas elecciones parciales al Congreso del año que viene; como los republicanos, quienes, con el tiempo de su parte, confían en el desgaste del presidente -a fin de cuentas sería el responsable final de la hipotética crisis- en el medio-largo plazo, sin perder de vista las presidenciales del 2016. De no contar con el apoyo del Congreso, a Obama le resultará tremendamente difícil realizar su programa de gobierno (incluso empiezo a cuestionarme si finalmente será realidad la reforma migratoria). 

Su política populista, al advertir por ejemplo que los recortes permitirán que muchos criminales queden sin castigo, está dando excelentes resultados, como muestran los últimos datos del Pew Research Center. Cuenta además con el decidido apoyo de importantes medios de comunicación como The New York Times, que cerraba su editorial del pasado viernes preguntándose "¿Por qué están los republicanos tan contentos [ante la falta de acuerdo], cuando "Hay que secuestrar el presupuesto", defendía los beneficios de tan necesaria medida. Resulta sintomático que la bolsa no refleje ni mucho menos el temor recesionista y se encuentre próxima a máximos históricos. Wall Street asiste al "secuestro", según Obama, de terribles consecuencias económicas, impasible como el convidado de piedra. Además el "secuestro" ha cohesionado a las "familias" republicanas y comienzan a recuperarse del KO del pasado mes de noviembre. Si se mostraran más flexibles en las negociaciones de la reforma migratoria, evitando que Obama logre capitalizar tal logro, conseguirían indudablemente mejorar su imagen social. En caso de no cumplirse los oscuros presagios, el presidente disparará con pólvora mojada.

El tiempo revelará al vencedor de este pulso que parece no tener fin. Lo que sí resulta claro es que la dinámica política de los Estados Unidos está evolucionando. La sociedad americana nunca ha vivido tal nivel de bipolarización y, todavía más preocupante, los políticos americanos parecen haber dejado a un lado los intereses de la nación en defensa de los intereses de partido.

Los pactos alcanzados el último día del pasado 2012 no han servido de nada, como ya apuntaba en el artículo "Abismo fiscal: ¿a `esto´ lo llaman acuerdo?"; tal como aseguraba Trey Godwy (rep. C.S.) aquello fue "un analgésico, un placebo" que finalmente "no logró sanar la patología." Incluso pudiera decirse que el enfermo ha empeorado, pues nada hace presagiar que pueda llegarse a un acuerdo antes del 27 de este mismo mes cuando se agoten los fondos de algunas agencias federales. Bien al contrario, el Congreso de mayoría republicana aprobó de urgencia, en su última sesión, una normativa para evitar el colapso ante la descapitalización; las palabras del presidente en la posterior rueda de prensa también indican que la batalla será larga. Además, las posturas se han radicalizado y puntos de posible acuerdo, como la reforma e hipotética eliminación de los loopholes (legislación que permite una singular reducción de impuestos) impositivos ha desaparecido de la negociación. La otrora solución de aumentar el techo de gasto está descartada, pues lejos de ser la solución se ha convertido en problema ante el imparable incremento del déficit en un billón de dólares anuales.