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Un país para el 25% de los presos del mundo… y el 50% de los abogados
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Un país para el 25% de los presos del mundo… y el 50% de los abogados

¿Qué ha sucedido con los derechos de los acusados en Estados Unidos?

Foto: Reclusos asisten a una clase de reintegración social en la Men's Central Jail de Los Ángeles, California (Reuters).
Reclusos asisten a una clase de reintegración social en la Men's Central Jail de Los Ángeles, California (Reuters).

Al leer acerca de la corta y problemática vida de Freddie Gray –quien sufrió un envenenamiento con plomo cuando era niño, fue arrestado por delitos asociados a las drogas más de una docena de veces y, finalmente, murió bajo custodia policial hace dos semanas en Baltimore– recordé una descripción de este mundo de hombres jóvenes, descendientes de afroamericanos en su mayoría, encerrados en el sistema de justicia penal de Estados Unidos. La escribió un ultraconservador, que en ese tiempo estaba prisionero en una cárcel de Florida.

Muchos son víctimas de la injusticia social y legal (…) y son procesados injustamente y condenados de forma vengativa”, afirmaba. “Las fallas en la educación, servicios sociales y en la justicia estadounidense [son] insostenibles así como, también, repugnantes. Decenas de millones de vidas humanas infravaloradas... Estados Unidos paga un gran precio por una escala de valores afligida por la inmoralidad, el derroche y por una indiferencia oficial a la vida humana”.

El autor de estas palabras es Conrad Black, quien una vez fue uno de los barones más poderosos del sector de los medios de comunicación y pasó más de tres años en prisión debido a delitos de fraude. Sin importar lo que uno piense acerca del caso Black, que es complicado y ante el cual él mismo planteó una sólida defensa, Black, nacido en Canadá, estudió profundamente el sistema judicial estadounidense y escribió un libro y varios ensayos sobre el tema. Sus lecciones son dignas de ser tenidas en cuenta ya que provienen de un amigo de Estados Unidos y de un conservador aficionado en esta temática.

Con cerca del 5% de la población del mundo, Estados Unidos alberga a casi el 25% de la población carcelaria del planeta. Y, agrega Black, el 50% de los abogados del mundo. Dicha población es mucho más alta per cápitaque la de cualquier otra democracia avanzada, como Canadá, Gran Bretaña, Francia o Japón.

Aquellos que promueven una acción penal ganan el 95% de los casos, el 90% de ellos sin siquiera tener que ir a juicio, dice Black, afirmando que la tasa de condena total se encuentra en el 60% en Canadá y en cerca del 50% en Gran Bretaña. ¿Acaso los fiscales estadounidenses son tanto mejores? No, insiste Black, esto se debe a la negociación con el fiscal, un sistema de hostigamiento y acoso realizado por los abogados del Gobierno por el cual “serían inhabilitados para el ejercicio de la abogacía en la mayoría de otros países serios, [y lo cual] permite a los fiscales amenazar a cualquiera casi de ser procesado si no recuerdan, bajo un asesoramiento cuidadoso del Gobierno, pruebas incriminatorias”.

En un ensayo muy discutido de la revista The New York Review of Books, el juez de distrito de Estados Unidos Jed Rakoff escribió que, debido a la negociación con el fiscal, “el sistema de justicia penal en los Estados Unidoshoy en día guarda poca relación con lo que anteriormente contemplaban los padres fundadores, lo que representan en las películas y en la televisión y lo que el estadounidense medio piensa”. En no pocas ocasiones no existen derechos para los acusados. Aquel que promueve una acción penal casi siempre se sale con la suya. Cuando asistí a un gran jurado, me di cuenta rápidamente de que se trataba de un visto bueno para la iniciación e impulso de una acción judicial.

Black también escribe que las cárceles estadounidenses se dedican al castigo “con un espíritu de venganza primordial”, lo cual también asegura que, una vez que los presos sean liberados, se encuentren totalmente incapaces de reintegrarse en la sociedad, lo que prácticamente garantiza que regresen a prisión. En algunos países europeos como Noruega, donde el énfasis es absolutamente opuesto y está enteramente focalizado en la redención y reintegración, los índices de reincidencia son radicalmente menores.

En una observación tal vez nacida de su experiencia personal, Black describe la práctica de colocar barreras de vidrio entre los prisioneros y los seres queridos que los visitan como algo “sádico y deshumanizante. El Estado nunca debería tener como objetivo destruir los lazos con la familia ni tampocoarruinar la vida privada de los prisioneros. Es incuestionable que las relaciones familiares, románticas y amistosas normales con personas honestas son una influencia estabilizadora en las personas”.

La ola de delincuencia en los años 70 asustó a Estados Unidos. Y, cuando se encuentran asustados, los estadounidenses a menudo reaccionan de manera exagerada y establecen una mala legislación. Esto dio lugar a una serie de leyes relacionadas con las drogas y el crimen que han otorgado demasiado poder a la policía y a los fiscales, y muy pocas protecciones y dignidad a los acusados. El fervor de encerrar a los delincuentes ha engendrado un vasto “Complejo Industrial de Prisiones” que ahora los lobbies utilizan agresivamente para sus propios intereses, lo cual, sin lugar a dudas, implica más prisioneros y, entonces, más cárceles.

El sistema judicial anglosajón se definió históricamente por su enfoque en los derechos de los acusados, no en el poder del fiscal. Por eso difería con la gran mayoría del mundo. Al describir aquel sistema, el jurista inglés William Blackstone dijo: “Es mejor que escapen 10 personas culpables a que sufra un inocente”. Actualmente nos hemos apartado mucho de aquella convicción básica en Estados Unidos.

La dirección electrónica de Fareed Zakaria es comments@fareedzakaria.com.

© 2015, The Washington Post Writers Group.

Al leer acerca de la corta y problemática vida de Freddie Gray –quien sufrió un envenenamiento con plomo cuando era niño, fue arrestado por delitos asociados a las drogas más de una docena de veces y, finalmente, murió bajo custodia policial hace dos semanas en Baltimore– recordé una descripción de este mundo de hombres jóvenes, descendientes de afroamericanos en su mayoría, encerrados en el sistema de justicia penal de Estados Unidos. La escribió un ultraconservador, que en ese tiempo estaba prisionero en una cárcel de Florida.