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La dimisión de Wulff, por fin un poco de dignidad
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Aurora Mínguez

La dimisión de Wulff, por fin un poco de dignidad

Angela Merkel se ha quitado un muerto de encima. Christian Wulff se había convertido en una carga política, difícil de defender ante el constante goteo de

Angela Merkel se ha quitado un muerto de encima. Christian Wulff se había convertido en una carga política, difícil de defender ante el constante goteo de informaciones acerca de sus trapicheos, los regalos que recibía, los tráficos de influencias y las explicaciones poco satisfactorias que se vio obligado a dar acerca de por qué no pagaba las estancias en hoteles de lujo o los billetes de avión que sus ‘amigos’ (y en Alemania se utiliza la palabra española “amigo” para definir precisamente los compadres y/o socios en casos de corrupción) le hacían llegar. Penosas fueron también sus explicaciones a posteriori acerca de quién le prestó dinero a intereses mejores que los que ofrece la banca para comprarse su nuevo domicilio particular tras su segundo matrimonio.

Por lo tanto, la pregunta no era si se iba a producir esa dimisión, sino cuándo. Y el cuándo llegó en el momento en que la Fiscalía de Hannover, ayer por la tarde,  pidió el levantamiento de la inmunidad de Wulff por cohecho y tráfico de influencias. Una situación que jamás se había producido en la historia de la República Federal: un jefe del Estado alemán procesado por corrupción es algo inconcebible en cualquier país que se respete a sí mismo. En su breve declaración oficial, Wulff insistía esta mañana en que tiene la conciencia tranquila, aunque haya cometido errores. Ni una palabra de reconocimiento de culpa.

Su situación era insostenible y el acoso de las revelaciones periodísticas, implacable. Esta ha sido la grandeza de la democracia alemana: forzar la dimisión de un presidente que considera normal que sus amigos le paguen las vacaciones, los coches privados, los hoteles y que le den créditos ventajosos. Y también la profesionalidad de unos medios de comunicación que han hecho  bien su trabajo. Bild fue utilizado hace unos años por Wulff para mostrar públicamente a su nueva novia, con la que se casó cuando ésta ya esperaba un hijo suyo. El diario se prestó a ser testigo de la felicidad de la pareja, su vida primero en Hannover -él, como presidente del Land- y luego en el Palacio de Bellevue. Pero también Bild,  junto con la revista Der Spiegel, fueron quienes más hincaron el diente en el momento en que empezaron a surgir los trapos sucios.

Algunos círculos conservadores han hablado de un acoso de Wulff por parte de la prensa. Pero hubiera ocurrido lo mismo con otro presidente que no fuera de la CDU. Y, además, la canciller no ha sufrido en absoluto por este escándalo que hoy ha conocido su primer sacrificio político. La popularidad de Merkel sigue por las nubes, y lo único que ha cambiado es que hoy ha tenido que aplazar su previsto encuentro con Mario Monti en Roma.

No va a haber crisis política por el caso Wulff. En cuatro semanas, tal y como establece la ley, la Asamblea Federal - es decir, el Bundestag, el Bundesrat y una serie de ciudadanos destacados de la República Federal- deberán elegir -probablemente el día 18 de marzo- un candidato para el puesto de jefe del Estado. La canciller debe de buscar un candidato de consenso que sea aceptable también para los socialdemócratas y los Verdes. No debería repetirse el bochorno de la elección de Christian Wulff en junio del 2010, quien tuvo que someterse a tres votaciones seguidas y a tres horas de sesión porque el candidato de la oposición, Joachim Gauck, era el preferido de muchos políticos y de la mayoría de los ciudadanos. Gauck, un pastor protestante y destacado opositor político de la desaparecida República Democrática Alemana, no se volverá a presentar a no ser que la canciller se lo pida personalmente.

Hay otros nombres en la recámara: entre ellos, el actual presidente del Bundestag, Norbert Lammer, una voz crítica dentro de la CDU muy respetada por todos los partidos.

Es el segundo Presidente Federal que le dimite a Merkel en menos de dos años. El primero, Horst Köhler, lo hizo por sentirse poco respaldado por la canciller. El segundo ha contado con el apoyo de ella a pesar de todas revelaciones que han ido surgiendo. Sería de desear que la primera ministra alemana acierte en esta tercera ocasión al presentar un candidato que sea realmente de consenso y aceptable para esta Alemania que pretende ejercer, también, un liderazgo moral.

Angela Merkel se ha quitado un muerto de encima. Christian Wulff se había convertido en una carga política, difícil de defender ante el constante goteo de informaciones acerca de sus trapicheos, los regalos que recibía, los tráficos de influencias y las explicaciones poco satisfactorias que se vio obligado a dar acerca de por qué no pagaba las estancias en hoteles de lujo o los billetes de avión que sus ‘amigos’ (y en Alemania se utiliza la palabra española “amigo” para definir precisamente los compadres y/o socios en casos de corrupción) le hacían llegar. Penosas fueron también sus explicaciones a posteriori acerca de quién le prestó dinero a intereses mejores que los que ofrece la banca para comprarse su nuevo domicilio particular tras su segundo matrimonio.