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La ceguera egoísta de Angela Merkel
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Aurora Mínguez

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Aurora Mínguez

La ceguera egoísta de Angela Merkel

“A la Unión Europea le quedan dieciséis días para desintegrarse”. Suena apocalíptico, pero quien afirma esto no es un recién llegado a la política, ni tampoco

“A la Unión Europea le quedan dieciséis días para desintegrarse”. Suena apocalíptico, pero quien afirma esto no es un recién llegado a la política, ni tampoco un analista irresponsable. Se llama Joschka Fischer, fue ministro de Asuntos Exteriores en Alemania en el primer gobierno roji-verde de la historia de este país y es un respetado comentarista de la actualidad internacional. Y Fischer, ya alejado de los despachos oficiales, observa la realidad con preocupación y coincide plenamente con el reproche que hizo ayer Mario Draghi a los políticos europeos: tienen que definir lo antes posible cuál es su visión sobre el futuro del Euro y de la Eurozona.

Merkel parece no aprender de sus errores: reacciona cuando el resto de los socios está al borde del abismo. Y siempre, como dice Joschka Fischer, demasiado tarde y demasiado poco. Y así nos va…

No es sólo dramático lo que se está viviendo en España, por no hablar de Grecia o Portugal. Es igualmente angustiosa  la sensación de desconcierto, de parón y de impasse que está viviendo todo el continente a la espera de lo que ocurra el dia 17 de junio en Grecia. La canciller Merkel, de la que se esperan iniciativas y tal vez un cambio de rumbo, parece ignorar las angustias que se están viviendo en el sur europeo, las caídas diarias de las bolsas y la recesión que se ha adueñado ya de media Europa y se limita a mandar mensajes de comprensión hacia esos países sometidos a curas prusianas y hacia esos líderes que van a pagar tarde o temprano en las urnas las impopulares reformas emprendidas.

La crisis financiera, grave como es, va camino de convertirse en una crisis política, o en una crisis de los políticos que se han quedado ya secos de ideas. O que se ven incapacitados de llevar esas ideas a la práctica. ¿Cuántas veces hemos oído hablar de profundizar en la unión monetaria, fiscal y económica? ¿Y de crear un órgano de supervisión bancario a nivel europeo, unido a un Fondo de Garantías y otro de Protección de Depósitos que esté preparado para cualquier posible situación de emergencia? ¿Y en qué quedaron las discusiones acerca de la ampliación de las competencias del Fondo Permanente de Rescate que permitiría ayudar directamente a los bancos en peligro sin tener que pasar previamente por el filtro de los estados?

Alemania contempla esta agonía de sus socios sin, aparentemente, inmutarse. Más allá del apoyo explícito a los esfuerzos de Mariano Rajoy por parte de Merkel, se escuchan aquí ya sugerencias, sotto voce, de que España acuda de una vez por todas al Fondo de Rescate y expíe así sus culpas del pasado. Solidaridad con los pecadores, aunque sean amigos, la justa. El tiempo apremia para todos los socios, excepto para Berlín, que se regodea con sus cifras decrecientes de paro, su inflación moderada y su financiación a precios de risa. Pero Merkel parece no aprender de sus errores: reacciona cuando el resto de los socios está al borde del abismo. Y siempre, como dice Joschka Fischer, demasiado tarde y demasiado poco. Y así nos va…

“A la Unión Europea le quedan dieciséis días para desintegrarse”. Suena apocalíptico, pero quien afirma esto no es un recién llegado a la política, ni tampoco un analista irresponsable. Se llama Joschka Fischer, fue ministro de Asuntos Exteriores en Alemania en el primer gobierno roji-verde de la historia de este país y es un respetado comentarista de la actualidad internacional. Y Fischer, ya alejado de los despachos oficiales, observa la realidad con preocupación y coincide plenamente con el reproche que hizo ayer Mario Draghi a los políticos europeos: tienen que definir lo antes posible cuál es su visión sobre el futuro del Euro y de la Eurozona.

Angela Merkel