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¿Cuál es la pesadilla de 350 millones de chinos? Aprender inglés
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Ángel Villarino

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¿Cuál es la pesadilla de 350 millones de chinos? Aprender inglés

Desde que tenía 14 años, Fuen dedica los veranos a aprender inglés. Estudia entre 8 y 10 horas al día de lunes a domingo: tres horas

Desde que tenía 14 años, Fuen dedica los veranos a aprender inglés. Estudia entre 8 y 10 horas al día de lunes a domingo: tres horas con una profesora china y otras dos conversando con un tutor nativo. El resto del tiempo se ejercita en casa, o en las aulas de “In English”, un centro educativo de Beijing que organiza sus horas de estudio, de sueño y de ocio.

“Llevo cuatro años así y las vacaciones para mí son un aburrimiento. Estoy muy, muy cansado”, comenta este muchacho, visiblemente estresado ante el inminente examen de acceso a la Universidad. Su familia le exige redoblar sus esfuerzos, a pesar de que su inglés es fluido y su gramática perfecta. 

El de Fuen no es un caso aislado. Millones de chinos de clase media y alta se dejan la piel diariamente por aprender el idioma de Shakespeare, una capacidad que da acceso a los mejores trabajos y que por sí misma puede bastar para encontrar una forma de ganarse la vida en el gigante asiático.

Aunque no existe un censo exacto, se calcula que cerca de un cuarto de la población China, unos 350 millones de personas, están aprendiendo inglés. En la última edición de la “Conferencia de Enseñanza anual de Idiomas Extranjeros en China” se pronosticó que en una generación habrá más personas capaces de comunicarse en inglés en China que en Estados Unidos.

Las academias proliferan como hongos, algunos ayuntamientos organizan clases colectivas en los parques, las televisiones anuncian métodos infalibles para aprender en dos meses y las estanterías con material didáctico llenan pasillos enteros en cualquier librería de provincias.

“Sin contar Hong Kong ni Macao, actualmente unos 4 millones de chinos hablan inglés. Muchos son profesores, otros trabajan para empresas internacionales o para los departamentos de Relaciones Internacionales del estado”, explica Bao Tianren, presidente de la “International Organzation of Teaching English as a Foreing Language”, organización que ofrece los títulos TEFL.

Profesores importados de otros continentes

La mayoría de los niños chinos empiezan a estudiar chino en el tercer grado, aunque en muchas regiones se ha impuesto la enseñanza desde primer grado. Para formar un profesorado local con un nivel aceptable, decenas de miles de profesores han ido llegando desde Europa, Australia y Norteamérica en las últimas décadas, atraídos por las buenas oportunidades de trabajo.

“En el instituto, el inglés está considerado una de las asignaturas más importantes, ya que influye mucho para lograr acceso a la universidad. Tener buenas notas en inglés suele ser la pesadilla de todos los alumnos”, explica Zhang, una estudiante de segundo año de Literatura Inglesa en la Universidade de Pekín.

Los esfuerzos que hacen millones de chinos para aprender un idioma cultural y geográficamente tan diferente son especialmente admirables si se tiene en cuenta que hace 20 años el número de angloparlantes no pasaba de los cientos de miles.

“China tiene un territorio enorme, la mayor población del planeta, una cultura propia fortísima y muy independiente de Occidente, así que la influencia del inglés era nula hasta hace poco tiempo”, explica Jenny, una intérprete de la capital que prefiere presentarse con su “nombre inglés”.

“Mi abuelo nunca había oído hablar a nadie en inglés hasta que yo empecé a aprenderlo en el colegio. Cuando voy a verle siempre quiere que le hable un rato en inglés porque le hace mucha gracia. En mi casa se ríen todos a carcajadas cuando me escuchan”, añade Jenny.

Los occidentales que trabajan en Asia como profesores de inglés explican que las diferencias fonéticas y gramaticales son casi imposibles de superar para los estudiantes chinos, especialmente para los más mayores.

Un duro aprendizaje que requiere un mayor esfuerzo

“Me sorprende el tesón y la entrega de los chinos. Aquí es muy difícil aprender inglés, especialmente en las pequeñas ciudades, porque el nivel de exposición al idioma es muy bajo y no hay apenas oportunidad de practicar”, comenta Mila Martin, una australiana que enseña inglés en una escuela privada de la capital. “Por eso todos los extranjeros que han pasado un periodo de tiempo aquí han encontrado a alguien que les para por la calle sólo para practicar”, añade la profesora.

Debido a la disciplina y rigidez de la propia cultura educativa china, la mayoría de los estudiantes que se lo toman en serio consiguen un nivel aceptable leyendo y escribiendo.

“Hablar inglés es muy difícil para todos los estudiantes asiáticos. Por eso muchos métodos se centran en  leer y escribir, que es algo más asequible. En todo caso, creo que si nos comparamos con otros países asiáticos los chinos conseguimos hablarlo mejor” según el presidente de TEFL, Bao Tianren.

Quienes pueden permitírselo, suplen la carencia marchándose a aprender a otros países. China es, por ejemplo, el país asiático que envía más estudiantes a las universidades extranjeras, que recibieron casi 200.000 chinos en 2008. Al contrario de lo que sucede con otras naciones en desarrollo, la mayoría de ellos regresan a su país cuando empieza su vida profesional.

La timidez de los estudiantes chinos también dificulta la enseñanza oral. De hecho, algunos métodos centrados en superar este handicap han hecho furor en el país, como el llamado “Crazy English”, un especie de campamento militar por el que llegan a pagarse hasta 2.000 euros por una semana en el que se motiva a los alumnos para que pierdan la vergüenza poniéndolos en situaciones extremas.

Desde que tenía 14 años, Fuen dedica los veranos a aprender inglés. Estudia entre 8 y 10 horas al día de lunes a domingo: tres horas con una profesora china y otras dos conversando con un tutor nativo. El resto del tiempo se ejercita en casa, o en las aulas de “In English”, un centro educativo de Beijing que organiza sus horas de estudio, de sueño y de ocio.

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