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EEUU halla miles de piezas chinas falsas en sus misiles y aviones militares
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Ángel Villarino

Historias de Asia

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EEUU halla miles de piezas chinas falsas en sus misiles y aviones militares

Después de descubrir tiendas Apple que no lo eran, huevos  que no proceden de una gallina sino de una máquina o billetes falsificados brotando de los

Después de descubrir tiendas Apple que no lo eran, huevos  que no proceden de una gallina sino de una máquina o billetes falsificados brotando de los cajeros automáticos, empezaba a ser complicado leer algo sorprendente sobre la piratería china. Un informe del Senado estadounidense lo ha conseguido.

El documento, de 112 páginas, detalla la detección de más de un millón de componentes electrónicos falsos en las tripas de los aviones y helicópteros militares estadounidenses. La comisión encargada de redactarlo ha estado un año investigando y sus miembros dicen haber enfrentado dificultades serias. Por ejemplo, el consulado chino les habría llegado a denegar visados, sugiriéndoles que su trabajo estaba “dañando” las relaciones diplomáticas.

Aunque resulte increíble, los componentes piratas no sólo se han encontrado en las piezas más básicas, sino también en las instalaciones de alta tecnología, como los sistemas de vuelo nocturno de los cazas o los misiles 'hellfire' de los helicópteros. En la presentación del texto, el senador que presidió la comisión, el demócrata Carl Levin, subraya que se trata de una auténtica “inundación de falsificaciones, provenientes de manera abrumadoramente mayoritaria de China, que amenazan la seguridad nacional y la seguridad de nuestras tropas y de puestos de trabajo americanos”.

El informe también carga contra la Aviación y la Secretaría de Defensa por no haber realizado los controles necesarios en el suministro. “Un simple fallo en una de estas piezas puede dejar en una situación vulnerable a un soldado, a un piloto o a un marine en el peor momento posible”.

Con todo, la negligencia se suaviza con una justificación que recorre las páginas del texto, viniendo a decir las falsificaciones chinas son tan comunes en la cadena de distribución electrónica que resulta extremadamente difícil evitarlas.

El documento detalla algunos de los casos reportados, en los que se suele repetir un mismo patrón. Así, la pieza pirata, comprada a un distribuidor chino, suele pasar a través de dos o tres empresas intermediarias (casi siempre americanas) antes de llegar a los hangares del Ejército.

Se incluyen también breves testimonios de los investigadores desplazados a China. Se habla, por ejemplo, de una fábrica en Shenzhen con más de 15.000 trabajadores dedicados a la falsificación de chips y otros componentes, que copian el diseño de modelos americanos o europeos a plena luz del día. “Lo más increíble es que no es para nada discreto. Se acepta sin problemas en China, como si fuera una fábrica más”.

También se describe otra práctica común: el reciclado de basura electrónica. Se trata de toneladas de material desechado que viajan en contenedores desde Estados Unidos y Europa hasta el puerto de Hong Kong. Una vez allí, las piezas se distribuyen por el sur del país y son desmontadas a mano, “lavadas en sucios ríos”, “secadas al sol en las calles de los pueblos” y, cuando hace falta, reparadas precariamente.

Después, los números de serie se sustituyen con otros falsos. De modo que, al finalizar el proceso, las piezas parecen recién salidas de la fábrica y entran de nuevo en el mercado. El informe dedica después varias páginas a explicar lo obvio: que las probabilidades de que dichos componentes fallen son mucho más elevadas que si se tratase de material nuevo.

Una de las cuatro conclusiones finales del documento es un ataque directo y contundente contra las autoridades chinas, a quienes acusan de haber “fracasado en sus intentos de frenar la falsificación, operaciones que se llevan a cabo de manera abierta en el país”.

Lo cierto es que el Gobierno chino juega desde hace años a tomarse en serio la propiedad intelectual y dice dedicar enormes esfuerzos a frenar la piratería, una lucha que tiene incluso sus partidas presupuestarias, su personal y sus actos simbólicos. Resulta difícil tomárselo en serio cuando los ocupan céntricos edificios de la capital, emiten facturas y disponen de su propia comisaría de Policía para proteger las tiendas.

En Pekín se asiste cotidianamente a otra escena que ilustra bien la mentalidad del Gobierno chino al respecto. Coincidiendo con eventos políticos, grandes citas internacionales o visitas diplomáticas importantes, muchas tiendas que ofrecen productos piratas (por ejemplo películas y música extranjera) esconden su mercancía. La mayoría siguen vendiéndola en almacenes situados a pocos metros de la tienda principal, hasta los que guían a los clientes que entran a preguntar. En todo caso es una incomodidad temporal ya que, cuando el evento político acaba, se vuelven a colocar los productos falsos en los escaparates.

Después de descubrir tiendas Apple que no lo eran, huevos  que no proceden de una gallina sino de una máquina o billetes falsificados brotando de los cajeros automáticos, empezaba a ser complicado leer algo sorprendente sobre la piratería china. Un informe del Senado estadounidense lo ha conseguido.