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El banquero que no podrá volver a serlo
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Celia Maza

Las manillas del Big -Ben

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El banquero que no podrá volver a serlo

  ¿Se imaginan que la foto de los banqueros supuestamente corruptos se distribuyera por la City de igual manera que la de los ludópatas en los

 

¿Se imaginan que la foto de los banqueros supuestamente corruptos se distribuyera por la City de igual manera que la de los ludópatas en los Bingos? Algo parecido ha pasado en Londres después de que la Autoridad de Servicios Financieros (FSA, por sus siglas en inglés) haya prohibido trabajar de por vida en el sector a un ex directivo de una importante entidad, a quien acusan de no actuar “con la debida atención y diligencia” y de no manejar “adecuadamente las transacciones de alto valor” que su banco realizó los meses previos al colapso de Lehman Brothers. El organismo regulador le ha multado además con 500.000 libras.

En las oficinas que rodean al bautizado como Gherkin, el emblemático rascacielos con forma de pepino diseñado por el célebre arquitecto británico Norman Foster, aún están digiriendo la noticia. Muchos de los que pensaban salir de rositas de la crisis -que, según el clamor popular, se debe a actitudes irresponsables- se empiezan a aflojar el nudo de la corbata para que les pase un poco de aire. Sin duda alguna, el caso de Peter Cummings se mencionará a partir de ahora en las facultades de Economía para que los alumnos sepan qué puede pasarles si el ente regulador advierte fallos de gestión en su trabajo.

Desde 2006 a 2008, el ex directivo escocés se encargó de los préstamos corporativos del HBOS, fusión de Bank of Scotland y Halifax. La entidad fue una de las que más creció durante aquellos años e incluso en los momentos en los que sus rivales echaron freno y se percataron de la tormenta que se avecinaba, Cummings -que se retiró con una pensión de 352,000 libras al año- incitó al banco a seguir operando bajo la cultura casino con generosos bonos ligados a la ventas.

Para quienes le conocen de oídas, Cummings es un hombre con carácter capaz de cortejar a clientes ricos y famosos de la talla de Philip Green, Tom Hunter y Nick Leslau. Para los que le tienen como amigo de verdad, el ex directivo es un hombre de éxito que, pese a todo, logró mantenerse fiel a sus raíces manteniendo la modesta casa escocesa en la que ha vivido durante todos estos años con su mujer.

Pero lo que pensaran unos y otros, no ha servido de nada, ya que la única voz que ha importado en esta ocasión ha sido la del FSA. El organismo independiente le ha impuesto la mayor multa registrada hasta la fecha a un banquero británico de su categoría por promover la "cultura de optimismo" que hizo retrasar la respuesta de la división corporativa.

Según Financial Times, Cummings es el único ex directivo del Reino Unido que hace frente a tal penalización por su papel en el colapso de una institución financiera durante la crisis de 2008. El organismo regulador también ha investigado a tres ex ejecutivos de Northern Rock, pero llegó a la conclusión de que su labor no fue decisiva para la insolvencia del banco, el primero en ser nacionalizado. Por su parte, Johnny Cameron, el ex jefe de banca de inversión de RBS, decidió motu propio no trabajar en la City nunca más, aunque no se tomaron acciones contra él.

Entre 2006 y 2008, los préstamos de la división comercial del HSBC se incrementaron un 53% llegando hasta los 68.000 millones de libras. Sin embargo, tras el colapso de Lehman Brothers, la entidad tuvo que ser rescatada con 20.000 millones de libras de dinero público. El Lloyds TSB fue empujado entonces a hacerse cargo la entidad y a día de hoy sigue en parte nacionalizado por el Gobierno, que posee el 39% de sus acciones. Por eso el organismo de control se negó a multar al banco el pasado mes de marzo, pese a su “mala conducta”, alegando que serían los contribuyentes quienes saldrían peor parados.

El ex banquero Cummings asegura que durante los últimos tres años y medio ha sido sometido a un “proceso orwelliano extraordinario” llevado a cabo por una organización que “actúa como legislador, juez, jurado de la corte de apelación, y verdugo” al mismo tiempo. "La FSA nunca ha tenido que probar mi caso a nadie más que a sí misma”, se queja. Pese a todo, ha decidido no llevar el fallo hasta los tribunales para evitar “más sufrimiento y tensión a la familia”.