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Los documentos secretos que el gobierno británico no supo guardar
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Celia Maza

Las manillas del Big -Ben

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Los documentos secretos que el gobierno británico no supo guardar

 Se supone que son los mejores, los más preparados, los Oxbridge (término que se emplea en Reino Unido para referirse a los licenciados de Oxford y

 

Se supone que son los mejores, los más preparados, los Oxbridge (término que se emplea en Reino Unido para referirse a los licenciados de Oxford y Cambridge). Se supone que han pasado duros exámenes para acceder a su cargo y tienen mentes ágiles para asesorar a uno de los gobiernos más influyentes del mundo. Pero después de un tiempo viviendo aquí uno se pregunta… ¿En serio? Es lógico que surjan las dudas. ¿Cómo es posible que una persona que lleva documentos secretos a Downing Street no se le ocurra taparlos con una carpeta sabiendo que el número 10 es la puerta más fotografiada del mundo? Parece que el asesor Patrick Rock no cayó en la cuenta y el descuido le ha supuesto una nueva crisis de credibilidad al Ejecutivo de David Cameron.

Vayamos por partes. Coincidiendo con el ecuador de la legislatura, el lunes el Gobierno publicó un documento para analizar las promesas que había cumplido y también las que no había alcanzado en los últimos dos años. Y, cómo no podía ser de otra forma cuando se publican auditorias realizadas por uno mismo, el resultado fue bastante satisfactorio.

El problema llegó al día siguiente, cuando Patrick Rock fue fotografiado por las cámaras que siempre se encuentran haciendo guardia frente a la famosa puerta negra. No tenían intención de sacar ninguna exclusiva. Es más, el día era tranquilo y tan sólo el fotógrafo del Daily Telegraph se molestó en analizar las fotos de aquel hombre desconocido para la gran mayoría de los británicos.

La sorpresa fue cuando, al ampliar la imagen, descubrió que el documento que portaba sin ningún pudor -ni carpeta- era un análisis con los pros y contras de revelar las decenas de promesas que el Ejecutivo no había cumplido ni en pensiones, ni en infraestructuras ni en Justicia.

El rotativo, nada sospechoso de ser afín a la oposición, reclamó al Ejecutivo que fuera franco. El martes a Cameron no le quedó más remedio que publicar el anexo de 119 páginas que revelaban la verdadera auditoria de su legislatura. El premier dijo entonces que su intención siempre fue la de publicarlo, pero el daño ya estaba hecho y su credibilidad estaba por los suelos.

Lo sorprendente es que no es la primera vez que ocurre un incidente de este tipo. En 2008, el teleobjetivo de un fotógrafo reveló el contenido de un documento confidencial que llevaba en la mano una ministra del Gobierno de Gordon Brown.

La ministra en cuestión era Caroline Flint, titular de Vivienda, y el informe revelado era el que hacía mención, ni más ni menos, a los precios del sector en un momento en el que todo giraba a la crisis subprime. Nunca antes una investigación periodística había sido tan sencilla o una filtración política tan inconsciente.

En 2009 se repitió la jugada. Esta vez, el protagonista fue uno de los máximos responsables de Scotland Yard, que precipitó una importante operación antiterrorista en el suroeste de Inglaterra. El subcomisario Bob Quick acudía a una entrevista con Brown y a su llegada a Downing Street, los fotógrafos recogieron sin problemas los documentos que con el epígrafe de “secretos” revelaban las identidades de las personas que iban a ser detenidas esa semana así como las ciudades de la operación.

Cuando los medios se hicieron eco de la noticia, los responsables policiales no tuvieron más remedio que adelantar las redadas. La operación terminó con once detenciones de pakistaníes relacionados con Al-Qaeda.

Sin duda alguna, el Ejecutivo de Brown fue único para revelar exclusivas. Cuando no era un robo de ordenador a una diputada, dos altos funcionarios olvidaban archivos top secret en un vagón de tren con datos que discutían sobre la fuerza de Al Qaeda y financiación terrorista. Sin olvidar claro está el escándalo de 2007, cuando el Gobierno perdió dos discos con información confidencial de casi la mitad de la población del país. Los discos, que contenían los datos bancarios y de la seguridad social de unos 25 millones de personas, se extraviaron mientras eran trasladados de un departamento a otro.