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Así funciona "el Paquete", el Netflix casero de los cubanos
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Así funciona "el Paquete", el Netflix casero de los cubanos

Entre la soporífera programación oficial y la casi imposibilidad de acceder a contenidos en internet, el proverbial ingenio cubano lo ha solucionado con parabólicas, discos duros y algo de dinero

Foto: Residentes de un hogar cubano miran la televisión en La Habana, en septiembre de 2015 (Reuters)
Residentes de un hogar cubano miran la televisión en La Habana, en septiembre de 2015 (Reuters)

Magalys Hernández recuerda con exactitud la fecha y el motivo por los que rompió con la televisión cubana. Sucedió hace seis meses, tras tres semanas continuas de “programación especial”, el término empleado por el Gobierno de Cuba para designar los cambios de cartelera con que de vez en cuando pone a prueba la paciencia de sus telespectadores. Normalmente se producen para dar cabida a eventos oficiales o que se consideran relevantes desde el punto de vista político. En esa última categoría pueden caber desde conmemoraciones patrióticas hasta festivales de ballet clásico. Basta con que contribuyan a mostrar los logros de la Revolución o su esfuerzo por elevar la “cultura general integral de la población”.

“Televisión a puñetazos”, diría Magalys, para quien una semana de interminables transmisiones sobre la cumbre de Estados del Caribe, otra de galas artísticas dedicada a la cultura nacional y la siguiente centrada en los debates del Parlamento fueron suficientes para hacerla abandonar una de sus costumbres de toda la vida. El tercer lunes consecutivo en que no pudo disfrutar su programa humorístico preferido ni la tradicional telenovela de las nueve de la noche, se decidió: “Desde entonces no he vuelto a poner Cubavisión. En mi casa, mi hijo y mi esposo ven las olimpiadas, el fútbol o la pelota; yo, nada más el Paquete”.

Esa colección de contenidos distribuida por todo el país a través de discos duros llega cada domingo a millones de consumidores como Magalys y sus familiares, quienes la recogen en pendrives y otros soportes. Se trata de un Terabyte de archivos que incluyen los últimos capítulos de las principales series difundidas por televisoras de los Estados Unidos e Hispanoamérica, películas, galerías con libros y revistas sobre los más diversos temas, aplicaciones y hasta publicidad. Todo depende de los gustos del interesado y del día en el que acuda a llevarse su “recarga”.

Ella, durante los últimos meses, cada semana ha separado lo necesario para pagar el servicio de su “paquetero”. Primero eran cinco CUC (la moneda convertible del país, equivalente a cerca de un dólar); más tarde, las tarifas han ido bajando hasta llegar a uno, por suerte para ella. Su proveedor ha sido siempre Michel, el hijo de una vecina, que se alterna con un amigo en la grabación de discos de películas, música y “cuanto contenido pueda necesitar el cliente”. Al menos así se anuncia cuando alguien le pregunta sobre las miras del negocio que conduce, que tiene en El Paquete su opción estrella.

“El Paquete tiene muchas cosas que a lo mejor a ti no te interesan y yo te las voy eliminando", dice Michel. "Además, hay materiales que la gente me encarga aparte, para que yo se los ponga en específico, y también influye cuando vengas a buscarlo. Al que viene el domingo no se le puede cobrar igual que al que lo hace el martes, por ejemplo, cuando ya todo el mundo ha visto lo que llegó”, explica.

El negocio es simple. Funciona como una inmensa red que tiene su centro neurálgico en la ciudad de La Habana y extiende sus ramificaciones hasta los sitios más apartados de la Isla. Su actualización más importante se produce todos los domingos, aunque en algunas semanas también se brinda una segunda los miércoles o jueves, o ante acontecimientos significativos del mundo de la cultura, como los premios Oscar o los Grammy Latinos.

Los materiales se consiguen por las más diversas vías, pero la mayor parte procede de parabólicas que se utilizan para captar los canales de los Estados Unidos, tanto los de la comunidad hispana como los de las principales cadenas. En esos “centros” es donde se procesa El Paquete, y más tarde se organiza incorporándole las producciones cubanas, explica Ale, un joven 'cameraman' que ya ha realizado spots publicitarios para varios negocios privados en la capital de la Isla y en ciudades cercanas como Matanzas y Cienfuegos.

“Es un sistema que tiene dos grandes fuentes de ingresos: las promociones que le pagan clientes como los míos y lo que aportan todos esos muchachos que se dedican a comprarlo para revenderlo en sus barrios. Imagínate que en la inversión de una máquina [ordenador] y las primeras actualizaciones tú gastes 700 u 800 CUC, y además pagues la patente para vendedor de discos, que es una ganga; al final, el margen de ganancia te da para recuperar la inversión en menos de un año, porque –como dice un conocido mío– 'la gente puede no tener para comer, pero siempre busca cómo comprarse El Paquete'”.

Uno de los puntos más “oscuros” de El Paquete es su virtual inmunidad en medio de un contexto como el cubano, en el que el Estado controla todas las esferas de la vida nacional. Mientras otras actividades del llamado cuentapropismo (sector privado) son estrechamente supervisadas, los “paqueteros” parecen operar bajo un manto de impunidad, sin ser molestados por los inspectores ni la Policía, y cumpliendo solo de manera formal los protocolos de declaración y cobro de impuestos.

“No es que El Paquete sea legal, como aseguran algunos, sino que sus gestores han sabido ejercer una especie de autocensura, evitando distribuir materiales políticos”, opina Larry Press, profesor en Sistemas de Información en la California State University. “Aunque conozco especulaciones según las cuales el gobierno está involucrado directamente, no tengo evidencia de que ese sea el caso. Hay avisos en El Paquete, hay carteles a la vista y todo el mundo en Cuba parece conocer dónde y como se distribuye. Es inconcebible que [el Gobierno] al menos no lo apruebe”.

Si bien la posición oficial nunca ha sido de total aceptación, casi desde su surgimiento numerosos intelectuales han defendido las virtudes de esa alternativa de distribución de contenidos. Era un criterio con el que coincidía a finales de 2015 el actual Ministro de Cultura, Abel Prieto Jiménez, quien por entonces ejercía como asesor del Presidente Raúl Castro. “El Paquete Semanal es el resultado de la capacidad inventiva del cubano ante las limitaciones de acceso a internet, la ausencia de televisión por cable y de otras opciones que existen a nivel internacional para la difusión de mensajes culturales. El Paquete es una respuesta espontánea ante las carencias de la oferta estatal”.

Una de sus mayores ventajas es que, después de copiado, se puede pasar de persona a persona infinidad de veces, por lo que basta un solo consumidor para que su difusión se convierta en masiva. Además, los costes de operación y sus márgenes de ganancia permiten que la red siga creciendo de forma exponencial con cada año que pasa. Así será al menos hasta que en Cuba el acceso a internet se convierta en universal, un escenario que ahora se perfila más cercano pero que aún está lejos de convertirse en realidad.

Mientras llega ese día, Magalys Hernández seguirá apostando por encontrar en El Paquete cuanto le resulte imposible hallar en la televisión estatal. “Este es el mejor invento del mundo”, asegura. Como tantas otras noches, en esta el suyo será uno de los miles de televisores de Cuba que, antes que a la televisión, será conectado a un DVD.

Magalys Hernández recuerda con exactitud la fecha y el motivo por los que rompió con la televisión cubana. Sucedió hace seis meses, tras tres semanas continuas de “programación especial”, el término empleado por el Gobierno de Cuba para designar los cambios de cartelera con que de vez en cuando pone a prueba la paciencia de sus telespectadores. Normalmente se producen para dar cabida a eventos oficiales o que se consideran relevantes desde el punto de vista político. En esa última categoría pueden caber desde conmemoraciones patrióticas hasta festivales de ballet clásico. Basta con que contribuyan a mostrar los logros de la Revolución o su esfuerzo por elevar la “cultura general integral de la población”.