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La filosofía en Francia sigue siendo sexy: la pregunta de Selectividad que marcará vidas
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La filosofía en Francia sigue siendo sexy: la pregunta de Selectividad que marcará vidas

"¿Todo lo que tengo derecho a hacer es justo?": una cuestión filosófica convertida en 'trending topic' por al examen de bachillerato, un rito de paso que millones de franceses recuerdan para siempre

Foto: Un viajero se sienta a leer en un sillón publicitario en una estación del metro de París, en marzo de 2010. (Reuters)
Un viajero se sienta a leer en un sillón publicitario en una estación del metro de París, en marzo de 2010. (Reuters)

Llega junio y entre las noticias de política, los picos de calor y, este año, las elecciones legislativas, en los medios de comunicación franceses se cuela una pregunta sorprendente: “¿Todo lo que tengo derecho a hacer es justo?”. No es que TF1 o Le Monde pasen por una crisis existencial, es la pregunta de la prueba de Filosofía del “Bac”, el Baccalauréat francés, equivalente a la Selectividad española, una cuestión de interés nacional para un país que sitúa la filosofía en el corazón de la educación secundaria.

La pregunta de la prueba de Filosofía, aquella que los alumnos recordarán muchos años después y seguirán debatiendo y reflexionando con amigos -filosofando, al fin y al cabo-, quizás desde el bar, monopoliza la información del día. La fascinación es tal, que el hashtag #BacPhilo se convirtió en “trending topic” en la red social Twitter el día del ejercicio, que inaugura la semana de exámenes del “Bac”. La prueba que otorga el título de Bachillerato a los alumnos es prácticamente un rito de paso a la vida adulta en Francia. Y el examen de Filosofía, el más prestigioso, “es la prueba que corona toda la escolaridad. Es un verdadero acto de creación”, asegura a El Confidencial el filósofo Vincent Cespedes.

“¿Todo lo que tengo derecho a hacer es justo? En el corazón de este tema está la diferencia entre moralidad y legalidad”, corrige en directo desde la web de Le Figaro el filósofo y exministro de Educación Luc Ferry. “La legalidad nos permite hacer un cierto número de cosas que son legales, pero no forzosamente morales”, continúa el ensayista, que cita a Emmanuel Kant como referencia en este asunto. Los ecos a la actualidad política francesa, que debate estos días una ley sobre moralidad de la vida pública, son más que evidentes. No se pide que el alumno vomite lo que ha aprendido sobre el autor alemán, su contexto histórico o comente uno de sus textos. “En la prueba de Filosofía podemos reciclar todos los conocimientos adquiridos a lo largo de la escolaridad, existe realmente la idea de una conclusión en forma de reflexión, incluso si hemos escogido la rama tecnológica”, reflexiona Cespedes.

“¿Es suficiente observar para comprender?”. “¿Existe un mal uso de la razón?”. “Una obra de arte, ¿es necesariamente bella?”. Preguntas -se ofrecen varias para que el alumno elija- aparentemente sencillas pero preñadas de complejidad. Por delante, cuatro horas, el vértigo de la página en blanco y la posibilidad del acceso al futuro académico deseado. Atrás, los años de bachillerato, que tienen como colofón esa cuestión filosófica, que debe responderse con madurez y con argumentos, demostrar no sólo la solidez de los conocimientos adquiridos en los años de liceo, sino la madurez intelectual que ha conseguido hacerlos propios, desarrollarlos en un texto original, fruto de la creación del estudiante.

Orgullosos de esa criatura salida de su intelecto, algunos estudiantes llegan incluso a pedir una copia de su examen, que guardan como oro en paño. Y la mayoría llevará esa pregunta grabada en la memoria tal y como se recuerda dónde estábamos en un momento histórico importante o la película que fuimos a ver con nuestro primer amor. “¿Si la recuerdo? Por supuesto. Fue 'La verdad en la ciencia'”, atestigua sin dudar Alain Haziza, que pasó la reválida de bachillerato de ciencias en 1988, y que hoy trabaja en un organismo internacional.

La Francia de hoy es posiblemente muy distinta a la de mayo del 68, pero aún en estos días no es raro subir al metro en París y ver a jóvenes leyendo libros de filosofía. Camus, Sartre, Derrida. Filósofos divulgadores como Cespedes, que participa regularmente en distintos programas de radio y televisión -no como tertuliano, sino como filósofo-, cuentan con miles de seguidores en Twitter (¡más de 34.600!). En Europe 1, una de las principales radios francesas, todas las mañanas el Raphaël Enthoven descifra una información desde un punto de vista filosófico. Este mes, por ejemplo, apenas tres días antes de la segunda vuelta de las legislativas, Enthoven, que también es filósofo y cuenta asimismo con más de 32.000 seguidores en la red social del pajarito, se dirigía a los abstencionistas e incidía en las contradicciones de reivindicar derechos sin votar. “Luchar sin votar es ser conservador”, sentenciaba ante el micrófono. La filosofía en Francia sigue siendo sexy.

Mirando al vecino

“Aquí en España los chavales ven los 'realitie's, y esa es su filosofía”, atestigua Ramón Besonías, profesor de Filosofía en un instituto de secundaria de Badajoz. La asignatura, cuenta, está desacreditada, en caída libre. Aunque se trata de una materia que nunca ha tenido mucho predicamento en España, excepto, quizás a principios del siglo XX con autores como Ortega y Gasset, asegura, la forma de impartirla -generalmente de manera academicista y desvinculada de la realidad del día a día-, le ha dado el golpe de gracia.

“En Francia el alumno ha hecho una reflexión interna con los autores que ha estudiado en clase, ha visto lo que sucede en la realidad y lo ha unido, tiene su propio criterio. Eso aquí en España no existe. Algunos lo intentamos, pero luego en el examen de Selectividad no te van a exigir eso, no se busca la reflexión personal del alumno, se busca pasar expediente”, reconoce con impotencia este profesor, muy involucrado en las metodologías pedagógicas innovadoras. Comentar un texto de Nietzsche y situarlo en su contexto histórico-político, por ejemplo, o exponer las principales líneas del pensamiento de Marx son ejemplos de exámenes de la prueba de Historia de la Filosofía de la Selectividad española de los últimos años.

Para José Antonio Marina, el cambio de la ley -para que la Filosofía se introduzca desde edades tempranas- es fundamental para cambiar la actitud ante una materia que tiene que considerarse un servicio público. “La sociedad no necesita saber si Hume dijo esto o Kant dijo lo otro. Lo que interesa es desarrollar un tipo de pensamiento filosófico, que es un pensamiento reflexivo y crítico”, afirma el filósofo y pedagogo. En la era de la posverdad, Enthoven o Cespedes usan las redes sociales para divulgar conocimiento. Pero todos -o casi todos- tenemos Facebook y sabemos qué otras cosas se cuecen en las comunidades virtuales. La brevedad convierte el argumento en un eslogan, y la difusión masiva en argumento. Con las redes sociales, “es el colmo de la vulnerabilidad y el colmo de la credulidad. Se está produciendo una especie de desarme intelectual de las sociedades”, afirma Marina, y ese desarme nos hace “muy vulnerables a todo tipo de adoctrinamiento, de movimientos publicitarios, de populismos que llaman a las emociones”.

La formación del profesorado también es básica. “Desarrollar la competencia filosófica es muy difícil, hay que pensar mucho. Para enseñar a pensar a los alumnos, tienes que primero saber pensar tú. En cambio, dar Historia de la Filosofía es sencillísimo y muy poco comprometido. Hay que empezar por el profesorado”, asegura el pensador, que es catedrático de Filosofía de Bachillerato y desde las aulas asegura que “se puede verdaderamente apasionar a los chicos con la Filosofía, pero tienes que saber contestar a la pregunta que con todo derecho nos hacen todos los alumnos, ¿y esto para qué sirve?”.

La asociación de la educación con una finalidad laboral, tal y como se ha ido progresivamente imponiendo desde las instituciones en España -y como pudo observarse con la reforma de la LOMCE y su arrinconamiento de la Filosofía en la secundaria-, está matando las humanidades, aseguran los expertos. Si un alumno tiene buen expediente en secundaria y dice que quiere estudiar Filosofía o Literatura, “todo el mundo le disuade, empezando por los padres y los orientadores”, constata Antonio Campillo, presidente de la Red Española de Filosofía. En las sucesivas reformas educativas, “lo que se ha debatido cada vez ha sido la Religión, el Catalán, los colegios concertados... debates ideológicos poco centrados en las necesidades educativas”, se queja Campillo. El filósofo, profesor en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia, defendió su asignatura el pasado 17 de mayo ante la subcomisión para el Pacto Educativo en el Congreso y recordó que, tal y como defiende la Unesco, “la filosofía es básica para la formación democrática de los ciudadanos, para tener una capacidad crítica de razonamiento, para educar a ciudadanos libres”.

El sistema educativo francés ha parido un presidente como Emmanuel Macron quien, a sus 39 años, posee una importantísima formación filosófica y humanística. Fue Platón quien dijo que el filósofo debía convertirse en rey y el rey en filósofo. “En el imaginario colectivo francés, la prueba de Filosofía del Bac es algo así como un test de inteligencia, y de esa nota nos acordaremos toda la vida”, asegura Vincent Cespedes. En España, sin embargo, “a un chaval que piensa lo miran raro. Los profesores de Filosofía de esta generación y, en general, los de Humanidades, tenemos que hacer un trabajo en el desierto, una tarea ardua porque tenemos todo un aparato de entretenimiento y domesticación social muy grande en España”, reflexiona Ramón Besonías. El trabajo, asegura, hay que hacerlo desde cero, empezando por fomentar las habilidades básicas del diálogo: escuchar, reflexionar y debatir.

“¿Podemos liberarnos de nuestra cultura?” era otra de las cuestiones del Bac de este año. Una pregunta para la reflexión.

Llega junio y entre las noticias de política, los picos de calor y, este año, las elecciones legislativas, en los medios de comunicación franceses se cuela una pregunta sorprendente: “¿Todo lo que tengo derecho a hacer es justo?”. No es que TF1 o Le Monde pasen por una crisis existencial, es la pregunta de la prueba de Filosofía del “Bac”, el Baccalauréat francés, equivalente a la Selectividad española, una cuestión de interés nacional para un país que sitúa la filosofía en el corazón de la educación secundaria.

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