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Carta a Arantxa Tirado: cómo contar la realidad de Venezuela
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Carta a Arantxa Tirado: cómo contar la realidad de Venezuela

Hace unas semanas, la politóloga española Arantxa Tirado revolucionaba las redes con unos vídeos en los que hablaba de la crisis de Venezuela. La realidad se puede contar de muchos modos

Foto: Un kilo de tomates junto a 5.000.000 de bolívares en un pequeño mercado de Caracas. (Reuters)
Un kilo de tomates junto a 5.000.000 de bolívares en un pequeño mercado de Caracas. (Reuters)

Hace unas semanas, la politóloga española Arantxa Tirado revolucionaba las redes sociales con unos vídeos en los que hablaba de la crisis de Venezuela. Se paseaba por algunos centros comerciales y contaba qué había.

La realidad se puede contar de muchos modos.

Se puede decir, como hace Tirado, que en una cadena de parafarmacias de Venezuela hay “pan bimbo para aburrir” y “hasta Doritos, montones de Doritos”. Y no estaría mintiendo.

Se puede decir que me puedo tomar un café en un lugar muy agradable en el centro de Caracas, donde te lo sirven de montones de modos, donde hay dulces, pasteles. Y hay gente haciendo cola para tomar algo. Y no estaría mintiendo.

Se puede decir que hay medicinas, que las gente las compra. Y no estaría mintiendo. Puedo decir que hay escasez de algunas medicinas. Y tampoco estaría mintiendo.

Se puede decir que sí, que hay escasez de algunos productos en general, pero que en el supermercado se encuentran verduras, frutas, carne. Y no estaría mintiendo. Puedo ir a los mercados populares, mostrar que hay queso, frutas, incluso pescado. Y que la gente también compra ahí. Y no estaría mintiendo.

Se puede decir , en palabras de Tirado, que “en la dictadura comunista de Nicolás Maduro hay McDonald's y los venezolanos van allí a comer”. Y no estaría mintiendo.

También se puede ir a “una gran superficie al estilo Corte Inglés en España, que no está al alcance de todo el mundo, como en cualquier país”. Y no estaría mintiendo.

Se puede decir que los comerciantes suben los precios ya casi cada día, sin control. Y no estaría mintiendo.

Pero estoy mintiendo. Porque me faltarían muchas cosas por decir.

Como que la mayoría de los venezolanos o no pueden comprar el “pan bimbo” o no les alcanza para añadirle jamón york o queso. Que los Doritos están muy bien para picar una tarde de domingo, pero que la inmensa mayoría de las familias ha tenido que dejar esos “lujos” a un lado porque, sencillamente, la prioridad es llevar a la mesa algo que rinda. Y no solo en las “clases populares”, esto es algo que se extiende al 80-90% de la población.

No tenemos ni idea de la magnitud de lo que estamos viviendo en Venezuela porque no tenemos cifras oficiales que nos lo muestren

Sí, los supermercados tienen “de todo”, si definimos de todo como que los anaqueles estén llenos, pero no es fácil (incluso misión imposible), encontrar productos de higiene, compresas, arroz, lentejas, leche líquida o harina de trigo. Si se va a hacer mercado con una lista normal de compra se corre el riesgo de volver a casa sin la mayoría de las cosas o habiendo gastado un 'realero'. Un kilo de queso cuesta lo que un salario mínimo. Buena parte de los venezolanos han eliminado las proteínas de su dieta. La hiperinflación ya va a ese nivel, cada semana los precios cambian varias veces.

Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) de 2017, 9 de cada 10 venezolanos no puede pagar su alimento diario y más de la mitad de la población ha perdido una media de 11 kilos de peso.

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Claro que la gente sigue comprando medicinas. Pero cada venezolano debe recorrer un mínimo de farmacias para conseguirlas, si es que las consigue. Y cuando las encuentra, puede suponer una verdadera fortuna pagarlas. Eso en las farmacias regulares, es decir, las privadas.

Porque si digo que hay escasez de “algunas” medicinas, puede que sea pertinente recordar la cifra de la Federación Farmacéutica de Venezuela, que estima que hay entre un 80 y 90% de escasez de medicamentos y material médicos.

Pero tampoco hay suerte en los entes públicos. En el Instituto Venezolano de Seguro Social (IVSS), donde se dan los medicamentos de alto costo (como una quimioterapia o tratamientos para pacientes renales, por ejemplo), hace tiempo que la respuesta es “no hay”. En hospitales que antes eran de referencia, como el J.M. De los Ríos, un centro infantil, los familiares tienen que salir a buscar por su cuenta las medicinas. Que la mortalidad infantil aumentó en 2015 un 30% y la materna un 66%. Y tenemos suerte de saber esta cifra, aunque sea de 2016. Se le escamoteó al Ministerio de Salud en un Boletín Epidemiológico. A los días sacaron a la ministra de turno de ese cargo.

placeholder Venezolanos compran en una farmacia de Caracas. (Reuters)
Venezolanos compran en una farmacia de Caracas. (Reuters)

No tenemos ni idea de la magnitud de lo que estamos viviendo porque no tenemos cifras oficiales que nos lo muestren. Nos toca aferrarnos a las que dan las ONGs o distintos entes civiles. Pero los números han dejado paso a una realidad en la que ya no hay que salir a buscar nada para hacer un reportaje. La vivimos todos.

Y sí, hay grandes superficies donde no todo el mundo puede comprar. La diferencia con hace apenas 8 años es que la mayoría de los venezolanos podía comprar no en esos sitios, pero sí en otros y bienes cualesquiera. Hoy, incluso a un profesor universitario se le hace imposible cambiar sus zapatos rotos.

Sí, la gente sale a tomar un café. El que puede, y con mucho esfuerzo, va al cine. En Venezuela, la gente se sigue casando, sigue teniendo hijos, sigue celebrando cumpleaños, aunque cada vez las tartas son más pequeñas y no se acompañen con quesillo y gelatina. Se llama tratar de vivir, a pesar de todo.

Y sí, una podría pensar que es raro que haya McDonalds y Doritos, pan de molde y un montón de cosas si hay un bloqueo económico. Y alguien podría responder: “Claro, es que bloquean aquellas cosas que minan más al venezolano”. Y podría estar de acuerdo.

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Pero cómo se justifican otras cosas. Quisiera saber si el bloqueo tiene la culpa de que que no se haya invertido en una infraestructura eléctrica que funciona al mínimo de su capacidad con más del 70% de las instalaciones obsoletas. O si tiene culpa de las corruptelas dentro del IVSS, que administra 36 hospitales, 5 ambulatorios y las Farmacias de Medicamentos de Alto Costo. Aquellas en las que se estima, según la Asamblea Nacional, que Carlos Alberto Rotondaro, expresidente del ente público, habría desviado más de 100 millones de dólares del erario público. Y por solo hablar de la corrupción de uno de los muchos organismos del Estado. No lo inventa quien escribe, el propio Nicolás Maduro reconoció esto en diciembre.

Quisiera saber qué Gobierno de qué país ha hecho que las medidas para frenar la inflación hayan sido nulas o aumenten el problema, como la de que el Banco Central (de Venezuela) emitiera dinero a diestro y siniestro. Quién tiene la culpa de que ninguna de las empresas expropiadas por el Gobierno estén produciendo y, de hecho, estén en colapso con la consecuente falta de producción nacional y la necesidad de importación de productos –incluidos aquellos que meten en las cajas CLAP–, cuando cada vez hay menos divisas fruto de una también abandonada industria petrolera.

O que mientras invierten dinero en el plan para poner a “Venezuela Bonita” y pintar aceras y poner macetas en la calles, a los niños de los hospitales públicos les dan de menú diario un poco de arroz con habichuelas negras, si tienen suerte. Prioridades, lo llaman.

Como decía, la realidad se puede contar de muchos modos. Y contarla sesgada es mentir.

Hace unas semanas, la politóloga española Arantxa Tirado revolucionaba las redes sociales con unos vídeos en los que hablaba de la crisis de Venezuela. Se paseaba por algunos centros comerciales y contaba qué había.

Nicolás Maduro