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La beca orgasmus-interruptus
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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La beca orgasmus-interruptus

A la beca Erasmus la llamábamos Orgasmus porque nos servía para coger cogorzas y meterle mano a mujeres exóticas. Podríamos haberla llamado simplemente Erasmus si hubiéramos

A la beca Erasmus la llamábamos Orgasmus porque nos servía para coger cogorzas y meterle mano a mujeres exóticas. Podríamos haberla llamado simplemente Erasmus si hubiéramos leído el elogio de la locura, y es que esa obra hace que el nombre le venga a la beca que ni pintado. Es una beca preciosa, pero yo no la pedí: veía más mundo y establecía más relaciones táctiles en gira, visitando a los amigos becados, dispersos por todo el mapa como las salpicaduras que dejábamos en los retretes de los pubs. Además me salía más barato, porque la beca Erasmus no es una beca, sino una propinilla, y pienso que la llamarán beca porque suena un poco a bacanal.

El ministro de Educación, José Ignacio Wert. (EFE)- Para hacer bien el amor hay que venir al sur.

A mí todos estos no me engañan, que la beca Erasmus la conozco como si la hubiera parido. El rapapolvo que le ha dado Europa a Wert es pura cosmética: la herida sangrante de la educación está más arriba de la cintura, que es la parte que trabaja esta beca. La herida está más cerca del corazón. Más cerca de la cabeza. Esta herida la hace también la tijera: son los recortes en becas de manutención y la subida de las tasas universitarias. Pero Europa, que jalea la austeridad, da ahora un golpe en la mesa:

- ¡La Erasmus no, con lo bien que queda!

Pues yo digo que sí. Que la supriman y se invierta ese dinero en ayudar a los estudiantes con padres desfavorecidos en lugar de promocionar el viaje de placer de los demás. Estuvo bien mientras duró y siempre nos quedará París. Que no se enfaden conmigo los estudiantes: sé que es injusto. Estos tiempos son una injusticia colosal. Que miren las ojeras de esos otros estudiantes que tienen que sudar para costearse la carrera.

- Trabajo de azafata de congresos para pagarme la uni, me contaba una chica hace unos días.

- ¿Es gratificante?

- Tengo los pies hechos un Cristo.

La beca Erasmus no es necesariamente para ricos, pero está claro que no sirve para pobres. La dotación es ridícula en todas partes. ¿Creen posible vivir en París con 350 euros al mes? Sin unos padres acomodados no tiene sentido pedir la beca, y yo conozco universitarios brillantes que la aprovecharían, que aprenderían un idioma y visitarían todos los museos, pero conozco muchos más que quieren lo mismo que buscaba yo. Y por eso me río cuando Europa, en un rapto de landismo, grita:

- ¡Las suecas!

Cuando el amo protesta, Wert recula. Ni rastro de la chulería con la que nos habla a nosotros. Ni rastro del arrojo que demuestra ante los estudiantes españoles a los que está jodiendo vivos. El chulapo se hace el sueco.

- ¡Me han dado la beca, me voy a Oslo!

- ¿Hablas noruego?

- No, pero me he comprado Axe y me voy a embadurnar.

Una Erasmus ideal sería exigente. Obligaría al alumno a dominar el idioma del país de destino, enriquecería su aprendizaje con enfoques diferentes para las asignaturas y estaría subvencionada por esa generosa Unión Europea de tiempos remotos. Me hace gracia la protesta de esta Europa chusca, que mira para otro lado cuando el ministro acribilla las becas de verdad. Lo repito: la Erasmus no es una beca, es una propina. Becas son las que igualan a ricos y pobres en el acceso a los estudios superiores. Menos divertidas, eso está claro, pero mucho más afines al europeísmo de Erasmo.

- Está por ver que Europa quiera gente culta en sus países satélite.

Pues sí. Ahí vamos. Viva la apariencia. Muera la cultura.

A la beca Erasmus la llamábamos Orgasmus porque nos servía para coger cogorzas y meterle mano a mujeres exóticas. Podríamos haberla llamado simplemente Erasmus si hubiéramos leído el elogio de la locura, y es que esa obra hace que el nombre le venga a la beca que ni pintado. Es una beca preciosa, pero yo no la pedí: veía más mundo y establecía más relaciones táctiles en gira, visitando a los amigos becados, dispersos por todo el mapa como las salpicaduras que dejábamos en los retretes de los pubs. Además me salía más barato, porque la beca Erasmus no es una beca, sino una propinilla, y pienso que la llamarán beca porque suena un poco a bacanal.

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