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La corruptocracia española explicada a un inglés
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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La corruptocracia española explicada a un inglés

–Pero... ¿qué es esta mierrrrda, man? –Esto es la corruptocracia. –¿Corrupto-crazy? –Corruptocracia, repite conmigo, “co-rrup-to-cra-cia” Es nuestro sistema

Foto: Francisco Granados sale custodiado de su domicilio (Efe)
Francisco Granados sale custodiado de su domicilio (Efe)

–Pero... ¿qué es esta mierrrrda, man?

–Esto es la corruptocracia.

–¿Corrupto-crazy?

–Corruptocracia, repite conmigo, “co-rrup-to-cra-cia”, un sistema que hemos inventado aquí. Si lo ves en otro país has de saber que nos han copiado.

Les explico: tengo yo un amigo inglés que se llama Sean y que se mudó en mayo a Barcelona. Vive a tres o cuatro puertas de mi casa, posee una melena rubia más bien rala y tiene dentro un alma rebosante de curiosidad: siempre va con los periódicos bajo el brazo y, cuando no entiende algo, viene a mi casa a preguntar. Sean quiere escribir sobre España. Algún día nos entenderá tan bien como George Borrow o Paul Preston, pero Sean todavía está aprendiendo, así que espero que se muestren ustedes indulgentes con él.

El caso es que ayer estaba fuera de sí. Vino a casa y me preguntó “qué es esta mierrrrda”. Yo no sabía de qué se extrañaba. ¡Muchas noticias de corrupción!, chilló, ¡en todas parrrtes! Para demostrármelo me acercó diversos periódicos a la cara, más o menos hasta clavármelos en el hipotálamo. Aparté los papelajos y le miré con cierto desdén. El pobre creía que habíamos tenido suficiente con las noticias del clan Pujol, Urdangarin, los ERE de Andalucía, la trama Gürtel y el caso Bárcenas, en fin, que nos bastaba con esas olas de excremento líquido dignas de surferos mutantes.

¡Qué va a ser suficiente!, le dije yo, ¡eso son excepciones! Y como se extrañaba tanto le aseguré que en España lo habitual y lo deseable es que no te pillen, y que por tanto es una excepción que nuestra corruptocracia se muestre en la prensa.

Como abría tanto los ojos, le puse un ejemplo: los publicistas más brillantes de España son los tipos del departamento de la Policía que pone nombres a las operaciones anticorrupción. ¿Un departamento sólo para eso?, preguntó. Pues claro: operación Pokémon, trama Gürtel y ahora esta redada púnica, de la que estoy orgulloso porque Púnica Granatum es el árbol que da nombre a la mano derecha de Esperanza Aguirre, el honorable Granados. ¿Tendríamos estos brillantes publicistas de no ser por la corrupción?, le pregunté, y como no reaccionaba le expliqué qué es la corruptocracia.

Corruptocracia es un sistema de gobierno en que los ciudadanos elegimos con absoluta libertad, en elecciones democráticas, al ejército de corruptócratas que pudrirán España durante los siguientes cuatro años. Le conté que gracias a la corruptocracia habíamos sido tan ricos como los ingleses. Es un sistema que funciona desde los tiempos de ese estegosaurio con gota llamado Felipe González y que sigue a pleno rendimiento en la era moderna, con el presidente barbado que duerme dentro de un armario con naftalina.

Cuando le conté a Sean que la corruptocracia ha sido el motor de la riqueza española, casi se desmaya. Así que le dije: sacas de dinero, urbanizaciones zombis, obras hasta en el culo de Rita Barberá, aeropuertos para hacer carreras de bicis, más universidades que prostíbulos... Sean palidecía, pero seguí cantando: más obras, más urbanizaciones, más contratos, más mordidas y sacas de dinero hasta en el cuarto de fregonas de la sede del PP... ¡Ningún sistema mueve más dinero que la corruptocracia!

–Pero escúchame, listen to me! –chilló el inglés–, ¿no ves que la corruptocracia es desigualdad?

¡Para nada! En España entra en corruptocracia cualquier cretino, el burro más ignorante, el papanatas más indocumentado. Le dije que no hay sistema tan abierto y pasé a cantarle los nombres de algunos corruptócratas venidos del lumpen: el Pocero, Julián Muñoz, Correa y el Bigotes, ¡el mismísimo Jesús Gil! Muchas personas de baja estofa alcanzaron posiciones dignas de rey persa gracias a la estabilidad corruptocrática. Hasta un niño podría hacerlo, dije a Sean, ¡mira si no al pequeño Nicolás! Ese querubín exterminador usó los mismos mecanismos que los diplodocus engominados y no tenía dinero cuando empezó. La única diferencia entre el diablo pijuelo y los patricios del pelotazo es el tamaño de la bota.

–¿Y a los españoles no les jode?

No, hombre, no, dije yo. Cuatro moralistas, los resultados que sacaron el PSOE y el PP en las últimas elecciones demuestran mucho respaldo ciudadano.

–¿Y a ti no te irrita?

Qué me va a irritar, pregunté con aire retórico. Me asombra y me enorgullece. Tenemos a los mejores corruptócratas del mundo. Fíjate en Mariano Rajoy, máximo estandarte de la corrupción por ser presidente del Gobierno, que dice que esas “cosas” esas ocurren “poco”, cuando su partido se financia ilegalmente. O mira las lágrimas de cocodrilo de Esperanza Aguirre mientras declara su decepción, como si no nos acordásemos del caso de los tránsfugas, el tamayazo.

O fíjate en el padawan Pedro Sánchez, que lleva cuatro días en este negocio y ya es un maestro en el arte de hacer como que no hay casos de corrupción en el PSOE. Disfruto con ellos, le dije a Sean, ¡disfrutamos! Es un entretenimiento sofisticado y al mismo tiempo popular. Nos gusta el chorizo y el dinero, que son los dos pilares básicos de la corruptocracia.

Tras una pausa desanimada, preguntó:

–¿Les votarás a esos motherfuckers?

–¡No sé a quién votaré! –le respondí, porque la corruptocracia sobrevive gracias al secreto. Y me regocijé en silencio, porque pensaba en todos esos ciudadanos que dicen que están hartos de la corrupción pero irán corriendo al colegio electoral para votar a los viejos partidos corruptócratas.

Finalmente, viendo a Sean muy desmejorado, le hice una tila. Me pidió algo más fuerte, así que le puse un té.

–Pero... ¿qué es esta mierrrrda, man?

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