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Pepito ha muerto, ¡viva series.ly!
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Pepito ha muerto, ¡viva series.ly!

Durante la ley seca había dos maneras de agarrar una turca: beber alcohol de curar o comprar a la mafia una garrafa de whisky de importación.

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Durante la ley seca había dos maneras de agarrar una turca: beber alcohol de curar o comprar a la mafia una garrafa de whisky de importación. Quien respetaba la ley bebía peor que el que se la saltaba, y así es como el sistema favoreció el nacimiento de una industria criminal. Con la droga, tres cuartos de lo mismo: mientras la policía atrapa camellos, los jeques de la coca facturan millonadas capaces de rescatar un club de fútbol de la quiebra. Porque quien quiere pecar, peca. Y lo hace diga lo que diga la ley.

Es el absurdo de la prohibición del hedonismo: no resuelve el problema moral. Y es lo que pasa en España con los contenidos piratas. El problema tiene su vertiente moral pero también la pragmática: lo pirata funciona mucho mejor que lo legal.

El indeseable que se baja una película que está en el cine o se vende en DVD no tiene defensa posible, pero en el saco de los piratas entra también el consumidor responsable que quiere ver, pongamos por caso, una película francesa de los años setenta totalmente descatalogada.

¿Qué opciones tiene este cultureta? Busca algo y no lo encuentra en páginas de pago ni en DVD, pero lo tiene a dos clics en versión pirata, con alta resolución y pistas de subtítulos perfectamente redactadas y traducidas. Las opciones de este cinéfilo no son ver una película pagando o sin pagar, sino verla pirata o no verla.

En este sentido, algunas páginas legales son casi peores que la enfermedad. Filmin fomenta la piratería. ¿Por qué? Porque Filmin no funciona: se cuelga la reproducción y tiene un catálogo deficiente. Ante el email de un consumidor frustrado, la empresa se excusa y explica que el ancho de banda español es una calamidad. El consumidor se rasca la cabeza y se pregunta, cual chimpancé venido a filósofo, por qué funcionan entonces los servidores piratas y por qué una película en calidad blu-ray se descarga en media hora con esa misma conexión.

¡Gran misterio! Cuatro informáticos en un sótano mugriento son capaces de ofrecer un servicio infinitamente mejor que el de una empresa con sede social en la Gran Vía de Madrid. Así las cosas, hay que plantearse si la solución es meter en la cárcel a los piratas o encontrar la forma de devolver a la industria una parte del dinero que se escapa en las lanchas somalíes de la red.

Es interesante el caso de Series.ly. Dispone de su propia red social de recomendaciones y a través de ella se puede acceder a casi cualquier película. El problema: da acceso a enlaces legales e ilegales, y gran parte de las películas sólo se pueden ver de manera ilegal.

Tras el cierre de seriespepito, series.ly ha eliminado los enlaces ilegales y ha colgado una interesante propuesta: ellos tienen el mejor sistema de visionado y búsqueda de películas y tienden la mano para caminar con el estado hacia una legalización.

¿Solucionaría esto parte del problema? Lo dudo. Un series.ly legal no podría ofrecer acceso a los servidores donde están las películas piratas, y por lo tanto recortaría la oferta. Creo que volveríamos a lo mismo: mucho cine sólo disponible fuera del circuito legal.

En este momento tan complejo, a mí lo que me fascina es que uno de los responsables de la piratería se vaya siempre de rositas en todas las reformas de la ley. Desde el ministerio se plantea que pague el usuario, se persigue la página de enlaces y se ataca el servidor donde se aloja el contenido mientras pasa silbando, con las manos en los bolsillos, el operador de ADSL.

Los piratas pagan, vaya que sí. Cada mes les viene la factura de su operador de banda ancha. Estas empresas proporcionan los gigas necesarios para descargar tantos contenidos como haya en to el interné. Sin embargo, en el debate legal, la operadora de ADSL siempre sale incólume de las tasas y los cánones, y para colmo no ejerce el más mínimo control.

Así las cosas, creo que cualquier ley inteligente que intente frenar la hemorragia que sufren las industrias de contenidos tendría que pivotar en torno a tres ideas:

1) Las operadoras son las grandes beneficiarias de la piratería.

2) En este momento las páginas piratas funcionan mejor que las legales.

3) La industria del visionado online necesita inversión si quiere ofrecer un servicio capaz de competir con el hampa digital.

Una combinación de esas tres variables sería más efectiva que la clásica persecución a los camellitos y yonkis de la red.

Durante la ley seca había dos maneras de agarrar una turca: beber alcohol de curar o comprar a la mafia una garrafa de whisky de importación. Quien respetaba la ley bebía peor que el que se la saltaba, y así es como el sistema favoreció el nacimiento de una industria criminal. Con la droga, tres cuartos de lo mismo: mientras la policía atrapa camellos, los jeques de la coca facturan millonadas capaces de rescatar un club de fútbol de la quiebra. Porque quien quiere pecar, peca. Y lo hace diga lo que diga la ley.

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