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Carmena contra Aguirre, o la política de las mujeres
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Juan Soto Ivars

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Carmena contra Aguirre, o la política de las mujeres

Hace poco dijo la juez que la política del futuro será de las mujeres. Por primera vez en dos décadas, la Alcaldía de Madrid está disputada entre dos Españas, dos madriles y dos mujeres

Foto: La candidata al Ayuntamiento de Madrid del PP, Esperanza Aguirre (i), junto a la candidata de Ahora Madrid, Manuela Carmena (c). (EFE)
La candidata al Ayuntamiento de Madrid del PP, Esperanza Aguirre (i), junto a la candidata de Ahora Madrid, Manuela Carmena (c). (EFE)

Cuando Manuela Carmena se desjubiló y llegó al avispero de la política española, las avispas se pusieron a hacer miel. Esta extraña figura, infrecuente como los audífonos en el PP y el PSOE, ha aparecido poco antes de las munipas y los demás candidatos ya no saben qué cara poner. Continúa el juego, claro, y los carteles siguen sonriendo. Pero a ratos parece que todos se olvidan un poco del guion y el y tú más se les muere en la boca.

Todo porque la gente de Madrid se ha enterado de que anda por ahí una tal Carmena que dice que estas cosas, habitualmente esperpénticas, son muy serias en realidad. Y los otros dejan caer las manos y las hachas a media broma con los ojos llenos de resentimiento, porque ha llegado una aguafiestas capaz de rebajar el sulfurismo dialéctico con su perfume a lirios de señora harta de monsergas.

Nadie puede negarle a Carmena su encanto personal. Le pasa como a Rivera, del que hasta los más detractores dicen “es amable pero”. A cada entrevista rinde un periódico a sus pies, y en los últimos días dos mil artistas se han pasado a la propaganda política y le han pintado retratos como si fuera negro y la llamasen Obama. Lo nunca visto.

Pero todo tiene su explicación. Hace poco dijo Carmena que la política del futuro será la política de las mujeres. Yo, hombre, según las convenciones médicas, creo haberlo entendido bien. De hecho, mujer contra mujer, Carmena contra Esperanza, la alcaldía de Madrid estará disputada por primera vez en más de dos décadas.

Nadie puede negarle a Carmena su encanto personal. Le pasa como a Rivera, del que hasta los más detractores dicen ''es amable pero''

Pero volvamos a Carmena, que de Esperanza ya he dicho suficiente. Ha pasado mucho tiempo desde que los jueces franquistas miraban a la joven abogada laboralista por encima del hombro. En aquella época, Adolfo Suárez emitía sus destellos de cortesía. La política era cosa de hombres salvo en su caso, que Suárez tenía pestañas de mujer y, en la boca, la sensualidad de los incomprendidos y los hombres condenados a morir sin sus recuerdos.

El currículum de Carmena da algunas pistas sobre el fenómeno demoscópico al que estamos asistiendo. Se las ha visto con muchos jueces y abogados, y por eso se sobrepone con tanta desenvoltura a los desprecios y las recriminaciones. Tanto es así, que en una tertulia parece invulnerable y, mientras los demás políticos envejecen en campaña, ella está fresca como un jabón nuevo. Quién aparentase su edad a los setenta y uno...

Más que de izquierdas, yo la veo, como a Suárez, con mucha mano izquierda. También me recuerda a Mújica, que dijo aquello de que lo reaccionario es la patología de los conservadores y el infantilismo la de los progresistas. Una lección que Carmena demuestra haber aprendido a lo largo de su vida: ha dicho tres mil veces que no es de Podemos y tampoco se le cae ningún anillo cuando la obligan a criticar el chavismo o los negocios de Monedero. De hecho, pasea entre los bastidores del sectarismo ligera sobre unos patines.

Donde Podemos emana inseguridad y quimérica estrategia, la intención de votar a Carmena no para de subir desde que apareció

Cuenta que los jóvenes la sacaron a rastras de casa, ahítos de experiencia, y cuando lo dice yo me la imagino en enaguas por la calle, camino del ayuntamiento, pidiendo a los chicos un poco de tranquilidad. Quizás es su tranquilidad lo que tanto seduce. Otros candidatos van histéricos y cagando prisa, hacen el canelo en Twitter, en la calle y en la tele, prometen naumaquias y sueños, y mientras tanto ella se pone la calma por montera y dice que todo se hablará.

Donde Podemos emana inseguridad y quimérica estrategia, la intención de votar a Carmena no para de subir desde que apareció. Ella dice que cada uno de nosotros tiene dentro una fuerza transformadora. Recrimina a los ciudadanos que hayan estado tanto tiempo metidos en casa. Tan enfática se pone que no sería raro que esta vez salieran los abstencionistas de sus madrigueras camino del colegio electoral.

En una charla junto a Ada Colau dijo algo inusual: que a lo mejor hay gente de derechas con ideas mejores que las suyas. Está tan abierta a los pactos y a la colaboración que ha anunciado que no mirará el color político de quienes vayan a su encuentro. Tal y como están las encuestas, si Izquierda Unida y el PSOE no fueran tan sectarios ya habrían pedido el voto para ella. Pero ya se sabe, siempre es lo mismo: mientras habla Azaña se chillan Prieto y Largo Caballero.

Donde una pone cuidado y ternura, la otra es zarzuela en doble fila, una fiera en ebullición. Se acerca el día del combate democrático

Sopla contra la izquierda madrileña un viento de Aguirre y desafío. Esperanza, cuando no está diciendo la palabra “exordio”, a la que tanto le ha cogido el gusto, azuza periódicos afines por ver si le saca el trapo sucio a Carmena. Busca con qué desacreditarla a ella o a su marido porque Esperanza quiere que la política de las mujeres tenga marido comodín, no vaya a ser que se la juegue con una amazona con el expediente impoluto.

Donde una pone cuidado y ternura, la otra es zarzuela en doble fila, una fiera en ebullición. Se acerca el día del combate democrático. Carmena mira a su contrincante con media sonrisa irónica y las manos cruzadas. Aguirre echa los ojos por encima del hombro, la espalda recta, y reniega de la corrupción.

Dos Españas, dos madriles, dos mujeres. Qué imprevisible será la decisión.

Cuando Manuela Carmena se desjubiló y llegó al avispero de la política española, las avispas se pusieron a hacer miel. Esta extraña figura, infrecuente como los audífonos en el PP y el PSOE, ha aparecido poco antes de las munipas y los demás candidatos ya no saben qué cara poner. Continúa el juego, claro, y los carteles siguen sonriendo. Pero a ratos parece que todos se olvidan un poco del guion y el y tú más se les muere en la boca.

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