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Motivos para no votar: los abstencionistas tienen la palabra
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Juan Soto Ivars

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Motivos para no votar: los abstencionistas tienen la palabra

He salido a buscar unos cuantos para poner rostro y sobre todo motivos a la abstención, aunque esto no vaya a evitar que el día 21-D se conviertan en el porcentaje de la decepción y la nada

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Si la fama de los abstencionistas fuera cierta, los reconoceríamos por sus cuernos disimulados entre la pelambrera, el rabo acabado en pica y un tufo a azufre deslizándose entre sus dientes puntiagudos. Pero esta clase de ciudadanos inmunes a las campañas políticas sabe esconderse entre el resto de la población. La mayoría de ellos fingen ser buenas personas, van al trabajo y hasta están al día de los vericuetos políticos. Sin embargo, la idiosincrasia electoral los obliga a ser discretos: la prensa da voz muy rara vez a estos enemigos de todos los partidos políticos.

He salido a buscar unos cuantos para poner rostro y sobre todo motivos a la abstención, aunque esto no vaya a evitar que el día 21 de diciembre se conviertan todos en esa masa amorfa y silenciosa, en el porcentaje de la decepción y la nada. El abstencionista más anciano de todos es don Antonio García-Trevijano, nonagenario y republicano que tira fuego contra el derecho a voto. Dice que él pide a todos “la abstención activa, inteligente y comunicada porque es la única postura digna. Aunque nos digan que votar es una obligación social, lo único legítimo es no votar: primero, porque votar es inmoral; segundo, porque es peligroso y tercero porque es corrupción.

-¿Peligroso?

-Sí. La integración de las masas en el estado es el ideal de los estados totalitarios. Da lo mismo que las listas sean cerradas o abiertas, han desaparecido todos los elementos de representación. Los jefes de partido hacen las listas y luego los diputados están obligados a obedecer.

-¿No es el menos malo de los males?

-La teoría del mal menor no es válida, al mal hay que rechazarlo se vista como se vista.

-Entonces, ¿por qué está mal vista la abstención?

-Porque los gobiernos siempre están en campaña. Dicen que la abstención es incívica porque la temen. Una gran abstención les quitaría la autoridad moral, y por tanto sería más fácil derribarlos.

-¿Existe una abstención irresponsable y otra responsable?

-La abstención crítica sabe lo que hace y debe convencer a otros para que no voten. El que pasa de todo no sirve para nada, es un indiferente, así que estaría mejor votando a Podemos, a Rivera, a Rajoy, a Sánchez, a Garzón, a cualquiera, porque votar es ignorar el sentido de la responsabilidad, algo propio de ignorantes y analfabetos.

Sin embargo, el escritor Sergio del Molino, que tampoco va a votar en las próximas elecciones, señala una diferencia clave con la abstención activa que promueve García-Trevijano: “Un abstencionismo que se organizara y tratara de explicarse perdería su razón de ser. Lo interesante de la abstención es que no se explique, que cada persona que se abstiene lo haga por sus motivos personales y no pueda hacer piña con otros. Para mí, las campañas electorales son un momento de discusiones con gente que me insta a votar, que me dice que luego no puedo quejarme y la parafernalia habitual. Mis argumentos, cuando se me da la oportunidad de exponerlos, suenan idiotas, esnobs o sofistas. Qué le voy a hacer”.

-Entonces, ¿por qué no votas?

-Por muchas razones. Entre ellas, tres: la conciencia de que un voto entre millones es irrelevante y no está mal resignarse a la irrelevancia, e incluso celebrarla; mi resistencia al imperativo, vivimos en un mundo lleno de imperativos, nos instan a hacer o no hacer cosas todo el día, por lo que no está mal recordar que los derechos pueden no ejercerse y eso es también libertad y un espacio a reivindicar, el de la inacción y el margen; por último, mi desapego ante la teatralización y la solemnidad del hecho de votar.

Regalar el voto

Mientras unos explican por qué no votarán, hay una multitud de españoles que desea hacerlo y no puede: son los emigrantes que lograron un trabajo digno -o medio digno- en países lejanos, gente descontenta con los políticos que los obligaron a marcharse de España, que llevan años protestando por las trabas burocráticas y los retrasos maliciosos que les impiden ejercer el sufragio. Se han organizado en el colectivo Marea Granate que, para estas elecciones, lleva a cabo una campaña para poner en contacto a abstencionistas y emigrantes, de forma que los primeros voten lo que quieran los segundos.

Me extrañó que Alicia Murillo, una periodista agitadora del magazine feminista Píkara, escribiera que ella no daría su voto a un emigrante de ningún modo. Hablo con ella y me dice no vota porque es demócrata, y explica que “deberíamos organizarnos en entes pequeños autogestionados que garanticen la horizontalidad”. Respecto a sus motivos para no ceder el voto a un emigrante, confiesa que quiere que se oiga “el silencio de mi voz. La donación del voto desacredita la abstención”. ¿Qué piensa de los abstencionistas que pasan de todo y cómo se distingue de ellos?

-No me distingo de ellos, no hay abstencionistas de primera y de segunda. La señora del mercado, asqueada de la vida porque lleva trabajando gratis de ama de casa desde que tenía 18 años, me dice que no vota porque son todos iguales y ella no es peor que yo. Esta historia de la abstención consciente me parece un esnobismo más.

Votó en las últimas elecciones andaluzas por presiones de su familia, y luego se arrepintió: “No me volverá a pasar”, dice Pablo Martínez, abstencionista que sí cedería su voto a un emigrante que se lo pidiera. Pablo alude a lo mal visto que está no votar, y dice que a una amiga suya, al decir que prefería abstenerse, le reprochaban que en su caso era un "doble pecado", porque la lucha de las mujeres por el derecho a voto había sido mayor.

-¿Y tú por qué no votas?

-Ninguna opción me convence. Me repele el dogmatismo de los partidos que más se ajustan a mi ideología, y no votaría a un partido que no la compartiera. La falta de democracia interna y lo asumida que está la disciplina de partido me hacen pensar que en muchas ocasiones no estaré representado debidamente. Si pudiera coger un programa electoral e ir eligiendo punto a punto lo que me gusta y lo que no, sería distinto, o si los partidos lograran aparentar un interés por lo que dicen sus electores.

Entre las razones que esgrimen los abstencionistas para no votar, la ley electoral es una de las más extendidas. El canario Eduardo Díaz, uno de los primeros españoles castigados por la Ley Mordaza, dice que le ofende “que el voto de unos cientos de herreños valga más que el voto de 50.000 canarios de las islas centrales; me ofende cómo las oligarquías de las comunidades autónomas se hacen con 3 o 4 diputados por un puñado de votos. El sistema electoral proporcional que padecemos en España (y particularmente en Canarias) es un auténtico atropello.

-¿Entonces no crees que exista la representación?

-En España no existe. La clase política se reúne en el Ritz o en una asamblea popular (lo mismo da), y cocinan las listas electorales. Los señores que figuran en la lista no representan a sus votantes sino al líder del partido, que es el que verdaderamente los elige. Las elecciones sin representación política son un plebiscito. El bacalao ya está cortado y vendido.

-¿Qué diferencia encuentras entre la abstención y el voto en blanco?

-Si votas en blanco le das un ok al sistema; le das legitimidad. Si te abstienes expresas tu disconformidad y lo deslegitimas. ¿Qué pasaría si se registrara una abstención del 65% o 70%? Me gustaría verlo.

José Saramago intentó imaginarlo en 'Ensayo sobre la lucidez', una novela en la que la población dejó de votar en masa e hizo tambalearse el sistema político. De hecho, si la abstención se reflejara en la composición parlamentaria en forma de asientos vacíos, el Congreso de los Diputados habría pasado más de una legislatura con pinta de tienda de sillones. Ciudadanos en Blanco fue el intento de transformar la abstención en sillones libres, pero no lograron movilizar a los abstencionistas.

De hecho, todos los que han respondido a nuestras preguntas han votado en alguna ocasión. La anticuaria Almudena de Maeztu votó a Zapatero tras el 11-M de 2004, y dice que “fue un voto de castigo contra Aznar”. Cuando le pregunto si no tiene miedo de que la abstención favorezca al partido que le gustaría castigar en esta ocasión, Almudena contesta que la abstención no beneficia al partido más votado: “El recuento se hace a partir de los votos emitidos. El voto en blanco o nulo es un voto que se deposita en la urna y que cuenta. Los escaños se otorgan a partir de los votos. La abstención no existe en los recuentos, simplemente no está. Y yo acepto cualquier victoria con deportividad y resignación”.

-¿Preferirías una democracia directa donde la ciudadanía decidiera sobre cuestiones complejas?

-Los seres humanos no somos iguales, a pesar de lo que diga Rousseau. Cada uno tiene sus capacidades y sus intereses. Yo no me veo en una silla del consejo de una compañía eléctrica, por ejemplo, porque no soy ingeniera. Creo que para eso hacen falta unos conocimientos mínimos del tema. Pero bien es cierto que muchos políticos tampoco los tienen y ahí están.

El hecho de que Almudena cite a Rousseau desmiente el mantra de que los abstencionistas son, en general, ciudadanos poco preparados, desinformados y estúpidos. José María Chicharro también quiere romper el tópico de que pasan de todo: “Yo he militado en asociaciones y asambleas estudiantiles, y participé en el 15-M. Voy a manifestaciones cuando estoy de acuerdo con ellas, o cuando participa alguna organización a la que soy afín. Tengo 24 años y he votado: mi primera vez fue con Rosa Díez y el resto a IU.

-Son dos partidos minoritarios. ¿No crees que la abstención favorece al partido más votado?

-Lo que favorece al partido más votado son los millones de votos que saca. La excusa de la abstención sólo le vale a la segunda fuerza política.

-Los cambios tras las últimas municipales, ¿te han hecho considerar el voto?

-Me lo he pensado bastante, y he estado a punto de votar IU (Unidad Popular), pero la lucha de siglas y empeñarse en mantener la división de la izquierda parlamentaria me hacen pensar que lo que a las cúpulas de los partidos les interesa es más el sillón que la gente que les vota.

Íñigo Valverde le saca a Chicharro unos cuantos años. Está jubilado, pero también señala la incapacidad para llegar a acuerdos entre partidos cercanos como uno de los motivos de su abstención: “Yo me he quedado sin candidatos, y eso se ha ido fraguando desde antes de las Europeas, por ejemplo, con el fracaso culpable de la coalición electoral de UPyD con Ciudadanos, de la que son responsables ambas formaciones”.

-¿Usted le regalaría su voto a alguien importante para usted o un emigrante español?

-No. De acuerdo con el principio "una persona, un voto", el derecho de sufragio es personalísimo: no se puede vender, pero tampoco regalar. Y si se regalase, no sería un acto generoso, sino una trasferencia de responsabilidad desleal. Es el titular el que debe mojarse: o mete la papeleta en la urna él mismo, o la tira a la papelera. Yo las tiraré todas al fuego purificador, porque tengo mucho respeto por el sufragio...

Por último, la catalana María Real es la única que no ha votado nunca, y tira de individualismo para justificar su postura: “Creo en la individualidad, es decir, preocúpate por encontrar un trabajo, estudia, aprende, haz lo que tengas que hacer de la mejor manera posible, quéjate mucho porque tienes muchos motivos, pero no confíes en que nadie te ayude ni te beneficie, nadie va a cambiar nada, ni va a solucionar nada. Están todos podridos, y punto”.

Transmite ese descontento generacional que fue la clave del éxito de Ciudadanos y Podemos, aunque ella no se haya planteado cederles su confianza: “Esos dos partidos han engañado a unos cuantos, me parece. Yo soy catalana y en las últimas elecciones lo llegué a pasar mal cuando me preguntaban por qué no iba a votar. Me pasé el domingo encerrada en casa viendo pelis y ese día decidí no ver ningún periódico hasta el día siguiente”.

Pero ni el inconformismo de quien exige una democracia más representativa, ni el desapego de esta joven resignada a cuidar de si misma, serán tenidos en cuenta tras las elecciones del 20-D. Lo único importante para los partidos políticos será la cifra, porque la abstención, a fin de cuentas, no es sino la medida del fracaso de una democracia condenada a generar más decepciones que entusiasmos.

[Para más información y consultar otros datos, puede descargar gratuitamente la aplicación de El Confidencial, Elecciones 20-D, tanto para dispositivos Android como para teléfonos y 'tablets' de Apple]

Si la fama de los abstencionistas fuera cierta, los reconoceríamos por sus cuernos disimulados entre la pelambrera, el rabo acabado en pica y un tufo a azufre deslizándose entre sus dientes puntiagudos. Pero esta clase de ciudadanos inmunes a las campañas políticas sabe esconderse entre el resto de la población. La mayoría de ellos fingen ser buenas personas, van al trabajo y hasta están al día de los vericuetos políticos. Sin embargo, la idiosincrasia electoral los obliga a ser discretos: la prensa da voz muy rara vez a estos enemigos de todos los partidos políticos.

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