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Juan Soto Ivars

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Se puede ser machista y un gran escritor

¿Hubiera tenido que soportar hoy Quevedo las estúpidas polémicas que envuelven a cualquiera que saque un poco los pies del tiesto?

Foto: Fotografía de archivo del novelista, poeta y ensayista Félix de Azúa. (EFE)
Fotografía de archivo del novelista, poeta y ensayista Félix de Azúa. (EFE)

Se puede ser machista y un gran escritor, como atestigua la conducta que tuvieron con sus mujeres la mayoría de los escritores de la historia de la literatura universal, de la misma forma que se puede ser feminista, solidario y un escritor de tres al cuarto. Es más: se puede ser un progre y llegar a Papa de Roma, vean si no lo que ha hecho Francisco con 12 refugiados y cómo suelen calificar esa conducta ciertos tertulianos españoles. Y más aún: se puede ser un insensible y un gran economista, un maleducado y un excelente matemático, un pervertido y un maravilloso cocinero.

Digo todo esto, que para mí es bastante obvio, porque después de las últimas polémicas digitales parece que se le haya olvidado a mucha gente. Llevo semanas estupefacto al ver cómo se desacredita a determinados personajes que a mí ni me van ni me vienen, pero cuya trayectoria comprende algunas cosas más que cuatro frases que no tienen por qué retratarlos por completo.

Con internet y su ruido, la división más estridente de la España contemporánea es la de las culturillas ideológicas, que se retrata, más que en los hechos de los integrantes de las mencionadas culturillas, en los calificativos que emplean para desacreditar sin esfuerzo a los personajes odiosos de la culturilla contraria.

Después de que Jordi Évole entrevistara a Otegi, proliferó entre los furibundos criticones el apelativo de “progre de manual”. No les hacía falta añadir nada más para que su auditorio les diera el visto bueno. Bastaba eso para manifestar por qué, según algunos, la entrevista de Évole había sido mala en el fondo y en la forma. Nada que añadir, y lo mismo pasó durante la polémica de las declaraciones de Félix de Azúa sobre Ada Colau, aquello de pescadera: bastaba abrir una web al azar para leer que Azúa es un machista, término que basta y sobra para que el auditorio izquierdo abuchee atronadoramente.

Una persona puede tener un defecto sin que sus virtudes queden anuladas

Así, a grandes rasgos, ni el 'machista' ni el 'progre de manual' son dos clases de persona que a mí me gusten demasiado, pero si reviso mi biblioteca, tengo que reconocer que admiro a una buena cantidad de machistas y progres de manual. A veces, claro, no se admira a alguien por completo, pues la gente, y sobre todo la gente admirable, está cruzada de grises y contradicciones. Vuelvo a recordar una obviedad absoluta, porque parece que a los que tachan al adversario por una frase se les está olvidando.

Juan Ramón Jiménez era un bestia con Cenobia, Knut Hamsun y Céline se hicieron nazis, Pablo Neruda le cantó una oda a Stalin y Cela era, según los que lo conocieron, un gilipollas total. ¿Hubiera tenido que soportar hoy Quevedo las estúpidas polémicas que envuelven a cualquiera que saque un poco los pies del tiesto? ¿Hubiera tenido que enfrentarse un escurridizo como Sénder a las dos cansinas, repetitivas y enfrentadas tribunas de la moral?

Veamos cómo se juzgan últimamente las salidas de tono: ¡Tal tipo ha dicho ESTA FRASE y por lo tanto es UN TAL! ¡Polémicas declaraciones de ESTE TIPO del que nadie ha oído hablar lo RETRATAN como la basura que REALMENTE ES! Y yo me digo: ¿de verdad?

Juzgar a alguien por una frase es una muestra de pereza mental, y la pereza mental es una de las consecuencias del infantilismo

No voy a valorar si Évole es realmente un progre de manual o si Azúa es un auténtico machista recalcitrante. Para mí, ni una cosa ni otra invalidan el resto de los atributos de cada uno. Ni siquiera me importa que me caigan bien o mal. De la misma forma que un ladrón no es más ladrón por ser catalán o chileno, una persona puede tener un defecto sin que sus virtudes queden anuladas.

Los individuos somos capaces de lo mejor y lo peor según el día y el viento que nos dé. Podemos ignorar a un amigo que nos necesita mientras escribimos un poema precioso, podemos pegar a un perro por la mañana y salvar a una anciana a la hora de comer. Si un grupo cada vez más numeroso de personas busca seres perfectos a los que idealizar sin riesgo, está bien avisarles de que no los van a encontrar. Esa clase de seres, héroes y villanos, no existen más que en las películas infantiles y el cine comercial.

Pero aquí está el quid de la cuestión. Juzgar a alguien por una frase es una muestra de pereza mental, y la pereza mental es una de las consecuencias del infantilismo. Stephen Fry, que tuvo que enfrentarse hace dos años a una campaña de acoso y derribo por unas declaraciones machistas, dijo como toda respuesta que va siendo hora de que maduremos un poco. Puede que en una sola frase sí quepa el juicio universal.

Se puede ser machista y un gran escritor, como atestigua la conducta que tuvieron con sus mujeres la mayoría de los escritores de la historia de la literatura universal, de la misma forma que se puede ser feminista, solidario y un escritor de tres al cuarto. Es más: se puede ser un progre y llegar a Papa de Roma, vean si no lo que ha hecho Francisco con 12 refugiados y cómo suelen calificar esa conducta ciertos tertulianos españoles. Y más aún: se puede ser un insensible y un gran economista, un maleducado y un excelente matemático, un pervertido y un maravilloso cocinero.

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