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Mientras los candidatos debatían, los tuiteros se despellejaban
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Mientras los candidatos debatían, los tuiteros se despellejaban

Twitter se parece más al infierno. No es lo mismo seguir a gente ingeniosa que pinchar el 'hastag' y caer despeñado por la catarata de imbecilidad agresiva de La Masa Real

Foto: El líder del PP, Mariano Rajoy, en la pantalla de televisión de un restaurante durante el debate. (Reuters)
El líder del PP, Mariano Rajoy, en la pantalla de televisión de un restaurante durante el debate. (Reuters)

Twitter es un medio revolucionario porque millones de personas pueden decir tonterías Nivel Tertuliano pero sin levantar la voz tanto. A ustedes les habrán llegado ya las genialidades que echaron algunos usuarios insignes mientras los candidatos descarrilaban entre incoherencias e imprecisiones. Es una forma engañosa de mirar Twitter. Twitter se parece más al infierno. No es lo mismo seguir a gente ingeniosa que pinchar el 'hastag' y caer despeñado por la catarata de imbecilidad agresiva de La Masa Real.

En noches como esta, los tuve entre mis brazos. Me obligaron los del periódico y por un momento me arrepentí de la peineta que le pegué a Cebrián. Primero volaban las encuestas y todo iba bien: ¿cuánto tardaría en aparecer la palabra Venezuela, cuánta crispación, cuánto acartonamiento vamos a soportar los honestos ciudadanos? También se comentaba la ausencia o presencia de corbatas como si en vez de votantes fuéramos viejas en una boda progre, pero rápidamente empecé a detectar insultos. Volaban. Se multiplicaban. Después de los pactos fallidos de investidura, un sector de la población española ha captado el mensaje. Esta noche se salía a matar.

Hubo ocho minutos de retraso y lo más comentado era algo como "venga, cuanto antes empiece esto antes termina". Luego se sucedieron las arengas, VAMOS PABLOOOOO DALES DURO! o RAJOY EL ÚNICO DEFENSOR DE ESPAÑA ÁNIMO PRESIDENTE! En los 'hastags' más tuiteados de la noche, el nivel de los argumentos decrecía a una velocidad mayor que en el propio debate.

La red social se encabronó mucho antes que el debate. Para cuando los candidatos empezaron a mirarse a la cara, ya había cientos de usuarios partiéndose la suya

Porque el debate, en sí, fue durante la primera hora y media suficientemente aburrido como para que Sánchez y Rajoy destacasen. Mientras cualquiera de los bustos parlantes soltaba su mensaje memorizado, los demás me recordaban a los actores de un 'spot' de la teletienda. Miraban al suelo, a los papeles, a los 'post-its'. Cayó un foco y Rajoy ni parpadeó, y podía haber caído un asteroide. Es posible que el asteroide haya caído. Debió ser hace muchos años. Extinguió el talento oratorio en la política.

A Rivera parece que le había entrenado Inda, apoyaba cada argumento con un tuit impreso en DIN A3, y los tuiteros defensores de Ciudadanos obraban de la misma manera. La estrategia principal de los fieles del partido naranja era desacreditar al otro viejoven de la nueva política, y por su parte, los podemitas tuiteros hacían lo propio: prueben a buscar 'falangito' y encontrarán cientos de miles de tuits burlándose de las palabras de Rivera.

Una violencia nueva, producto de la frustración de que nadie gane del todo las elecciones, y del radicalismo que despierta en las fronteras del viejo bipartidismo

La red social se encabronó mucho antes que el debate televisivo. Para cuando los candidatos empezaron a mirarse a la cara, ya había cientos de usuarios de Twitter partiéndose la suya. Era, a pequeña escala, algo que se ha visto en los primeros días de campaña, una violencia nueva, producto de la frustración de que nadie gane del todo las elecciones, y por otra del radicalismo que despierta en las fronteras del viejo bipartidismo.

No me refiero a comentarios jocosos, producto del aburrimiento de un debate acartonado y rancio o del desencanto político. Me refiero a amenazas, insultos y diatribas paranoicas. Andrew Keen, en su libro 'Internet no es la respuesta' (Catedral), se pregunta si el advenimiento de las redes sociales no habrá significado todo lo contrario a lo que cantan los evangelizadores de las nuevas tecnologías. Si en lugar de una democratización masiva de la población no estaremos sumergiéndonos en guetos que nos hacen más sordos a lo razonable de las opiniones ajenas.

Un paseo por las tripas de los 'hastags' del debate del 13-J le hubiera servido a Keen para responder a su pregunta.

Twitter es un medio revolucionario porque millones de personas pueden decir tonterías Nivel Tertuliano pero sin levantar la voz tanto. A ustedes les habrán llegado ya las genialidades que echaron algunos usuarios insignes mientras los candidatos descarrilaban entre incoherencias e imprecisiones. Es una forma engañosa de mirar Twitter. Twitter se parece más al infierno. No es lo mismo seguir a gente ingeniosa que pinchar el 'hastag' y caer despeñado por la catarata de imbecilidad agresiva de La Masa Real.