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Ni PlayStation, ni Xbox: mi consola favorita es el 'smartphone'
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Sergio Ferrer

Cartas al Profesor Farnsworth

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Ni PlayStation, ni Xbox: mi consola favorita es el 'smartphone'

Soy un creyente converso. Tras despreciar el potencial de los móviles como consolas por fin he visto la luz. Gracias a ellos puedo jugar más y mejor que nunca

Foto: Final Fantasy IX llegará a móviles este año
Final Fantasy IX llegará a móviles este año

Me declaro creyente converso. Cuando comenzó la era de los smartphones comprendí pronto que sustituirían a muchos dispositivos, desde reproductores de mp3 a calculadoras, pasando por agendas y cámaras de fotos. Estos ordenadores de bolsillo iban a reunir todo nuestro universo digital en un único aparato, pero nunca podrían reemplazar a las consolas, esos juguetes que llevan con nosotros desde los 70. ¿Cambiar la PlayStation por un iPhone? ¡Imposible!

Me considero un jugador hardcore, nombre con el que el elitista mundo gamer separa a los que juegan a Metal Gear Solid y Bloodborne de la chusma que se vicia a Candy Crush. Y eso que los videojuegos móviles demostraron su enorme poder de cautivación desde el principio: los famosos Angry Birds salieron del cascarón hace casi 7 años, en 2009, junto al iPhone 3GS. Ese mismo año también veía la luz esa monstruosidad llamada FarmVille, madre teórica del infecto modelo freemium que asola a la industria y en el que han caído desde los pajarillos fineses hasta la propia Nintendo.

Llegué al móvil por falta de tiempo. Me quedé por las buenas adaptaciones de clásicos antiguos y contemporáneos

A pesar de todo desprecié el potencial de los móviles como consolas y consideré sus productos como completamente secundarios. Para aquellos que consideramos los videojuegos una forma de arte y cultura que en ocasiones supera a cualquier otra obra (Journey, Little Inferno...) estos simuladores de perder el tiempo con micropagos incorporados parecían más indicados para pasar el rato en el metro o en clase. La Aldea de los pitufos nunca podría despertar en mí los sentimientos de una trilogía épica de la talla de Mass Effect.

Ni siquiera la aparición de proezas técnicas como Infinity Blade (2010) o de hermosos diseños como el de Tiny Wings (2011) me hicieron cambiar de idea. Mi lista de objeciones era larga. El formato táctil resultaba incompatible con géneros enteros como los shooters y poco práctico para títulos como el FIFA. Las sesiones de juego, pensadas para dos estaciones de metro o una espera, hacían difícil sumergirse en una historia como las de Final Fantasy.

Hoy puedo decir que he visto la luz y me tengo que tragar mis palabras. Ha llegado la hora de revindicar los móviles como consolas de pleno derecho con muchísimo que aportar, algo que la mayoría de jugadores, sobre todo de más edad, todavía no ve. Ni PlayStation 4, ni Xbox One, ni PC, ni Nintendo 3DS: lo mejor que me ha pasado como videojugador en los últimos años es mi iPhone 6S.

Gracias al smartphone puedo jugar más. Hace tiempo que solucioné mi falta de tiempo para leer aprovechando los ratos libres que tengo en el Cercanías, y que me garantizan una sesión mínima de lectura diaria. El móvil me permite lo mismo gracias a sus adaptaciones de juegos, antiguos y nuevos, de consola y PC. ¿Compro Broken Age en Steam y lo tengo muerto de risa tres años, o lo descargo para iOS y lo disfruto en el tren? La segunda opción me ha permitido terminar esta maravilla en una semana.

Gracias al smartphone puedo volver a disfrutar de viejas joyas difíciles de encontrar en su formato original. La industria del videojuego ha encontrado una mina de oro en la nostalgia y lo retro y las reediciones y remakes abundan. Estamos en las mismas: sin tiempo libre, de poco sirve que lancen una versión remasterizada de Grim Fandango para consola y PC... a menos que pueda jugarla también en mi móvil. Precisamente lo que hice a finales de 2015.

Pensaba que el formato táctil era contraproducente y que los juegos eran títulos menores destinados a sacar dinero del modelo 'freemium'

Gracias al smartphone puedo descubrir obras maestras que me perdí en su día. Entre el Final Fantasy VI y el X, ambos incluidos, se encuentran algunos de los mejores videojuegos de la historia. Por desgracia jamás probé el IX. Al menos hasta ahora, porque una reedición para PC y móviles por fin me permitirá valorar si el noveno título de la saga es tan bueno como el resto.

Gracias al smartphone no tengo que perder mi escaso tiempo con cosas que no sean jugar. La última vez que encendí la PlayStation 4 estuvo casi una hora actualizando. Cada vez que meto un nuevo juego en la Xbox One tarda una eternidad en instalarse. Estas Navidades compré Her Story para Steam y no pude ni empezar por un problema con los vídeos que fui incapaz de solucionar tras un buen rato indagando. Harto, lo compré para iOS y en unos segundos estaba jugando.

Gracias al smartphone puedo descubrir un nuevo mundo único. Hasta ahora he hablado de emplear el móvil para jugar a títulos de PC y consola, pasados o presentes, adaptados al formato bolsillo. Sería injusto olvidar que también es posible a juegos exclusivos de móvil que compiten de tú a tú con clásicos indies como Braid o Fez. Prueben Monument Valley o Lumino City si no me creen. Mención aparte merece el fenómeno Hearthstone, capaz de enganchar a profesionales y aficionados a través de sus versiones móviles.

Puedo estirar un poco más mi argumentario para asegurar que, en algunos casos, la experiencia en móvil es mejor que en consola o PC. Sucede con un juego de cartas como Hearthstone, donde la pantalla táctil es pura comodidad, pero también con joyas como Papers, Please y FTL. Quien haya jugado a estos dos juegos con ratón y con la punta de su dedo sabrá de lo que hablo, aunque por desgracia sólo están disponibles para tabletas. El motivo por el que no incluyo el iPad en este artículo es que, a pesar de su mayor tamaño, no lo llevo siempre encima, por lo que me impide jugar cuando y donde quiero.

Si esta evolución continúa no sería descartable que los móviles terminen por extinguir a las consolas portátiles. Esos juguetes que parecen obsoletos (cojan una Nintendo 3DS si no me creen) parecen condenados a quedar relegados a los más pequeños de la casa. Me cuesta imaginar que un chaval quiera uno de estos aparatos una vez que tenga en sus manos un smartphone que, además, le da muchas otras ventajas. Que Nintendo vaya a meter la cabeza, tras muchas reticencias, en el universo móvil, hace pensar que no ando tan desencaminado.

El móvil se ha convertido en mi consola favorita gracias a los buenos títulos exclusivos, las versiones de clásicos antiguos y las adaptaciones de juegos contemporáneos; también por culpa de mi falta de tiempo. Sigo pensando que son incompatibles con algunos géneros, aunque las mejoras en el control de los últimos FIFA amenazan con hacerme cambiar de opinión otra vez. A la hora de la verdad siempre preferiré una tarde con mi PlayStation, pero los smartphones se han convertido con pleno derecho en la mejor alternativa. Al menos para los más ocupados.

Me declaro creyente converso. Cuando comenzó la era de los smartphones comprendí pronto que sustituirían a muchos dispositivos, desde reproductores de mp3 a calculadoras, pasando por agendas y cámaras de fotos. Estos ordenadores de bolsillo iban a reunir todo nuestro universo digital en un único aparato, pero nunca podrían reemplazar a las consolas, esos juguetes que llevan con nosotros desde los 70. ¿Cambiar la PlayStation por un iPhone? ¡Imposible!

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