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Por qué es imposible alcanzar un 8% de paro en España (diga lo que diga De Guindos)
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Carlos Otto

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Por qué es imposible alcanzar un 8% de paro en España (diga lo que diga De Guindos)

Una cosa es que la recuperación esté en marcha, que me lo creo, y otra bien distinta es recuperar los índices de empleo de antes de la crisis. La situación, lamentablemente, no lo permite

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Lo dijo el ministro de Economía, Luis de Guindos, hace unos días: España podría alcanzar un paro del 8% en 2018 (o incluso antes) “si no cometemos equivocaciones”.

Si lo hubiese dicho cualquier otro político, le habría tildado de loco. Si lo dice De Guindos, al que no tengo por un tipo idiota, precisamente, prefiero tildarlo directamente de mentiroso. Y eso, si cabe, es mucho peor. Porque llegar a un 8% de paro en tres años, señor ministro, es total, absoluta y literalmente imposible. Y si no le he convencido, aquí van algunos motivos:

1.- Nuestro mínimo paro histórico es del 7,95%. Convendría que nos hiciéramos una pregunta: ¿cuál es el paro más bajo que ha existido en la historia de España? Si nos centramos en nuestra democracia, vemos que el índice más bajo de desempleo que ha tenido España en su historia ha sido del 7,95%, una cifra alcanzada en el segundo trimestre de 2007, en pleno apogeo de la burbuja inmobiliaria. ¿De verdad pretende hacernos creer el ministro que España puede alcanzar esa cifra mínima de paro? Y digo más: ¿de verdad pretende que creamos que podemos hacerlo en apenas tres años? ¿Y cómo vamos a hacerlo, exactamente? ¿Iniciando otra burbuja? Porque todos sabemos ya lo que pasa cuando recurrimos a ese tipo de soluciones, ¿verdad?

2.- Tenemos un altísimo paro estructural. Nuestro país tiene un gran problema histórico: tenemos una gran tasa de desempleo estructural, ese paro que se mantiene estable incluso en tiempos de bonanza económica. En nuestro mejor momento, nuestra tasa de paro del 7,95% es incluso mayor que el 5,7% de paro que ahora mismo tiene Estados Unidos, que, incluso no estando en un pésimo momento, lo cierto es que aún sigue recuperándose de la crisis.

Nuestro país está lleno de personas con una bajísima cualificación. ¿Cómo se puede formar o reorientarlas?

En España, en 2003 teníamos un paro cercano al 11%, una tasa que marca la barrera de lo medianamente bueno y aceptable por todos. Sin embargo, ese 11% que consideramos aceptable es aún mayor que el paro que actualmente tienen países europeos como Francia (10,3%) o Irlanda (10,5%), por ejemplo. Además, según un estudio del BBVA Research, cuando España vuelva a una situación de normalidad económica nuestro paro estructural será cercano al 18%. Vale, estudios hay de todos los colores y podemos darles la credibilidad que queramos, pero parece evidente que, aun en tiempos de bonanza, nuestro paro fijo sigue siendo muy alto. Alarmantemente alto.

3.- ¿Cuál es nuestro modelo de crecimiento? Todos sabemos cuáles son las dos palabras que explican que nuestro país haya sufrido más que nadie los efectos de esta crisis: burbuja inmobiliaria. Y bien, ahora que (parece que) lo peor de la crisis ha pasado, ¿cómo vamos a crecer?

España tiene un grave problema: sus sectores más productivos siempre han tenido un bajísmo valor añadido. A comienzos de 2008, antes de que empezara la crisis, el sector de la construcción suponía el 18% del PIB, sus industrias complementarias el 21% y el sector turístico el 11%. En total, entre el ladrillo y el turismo llegaron a producir el 50% del PIB español. En vez de apostar por una economía productiva y de capital, apostamos por la mano de obra barata. ¿Cuál pretende el ministro que sea nuestro modelo de crecimiento ahora? ¿De verdad vamos a ser un país de camareros y obreros? Que nadie me malinterprete: el problema de un modelo así es que, como ya hemos visto, la rapidez con la que se puede crear empleo en un buen momento es directamente proporcional a la rapidez con la que se destruirá cuando nos vengan mal dadas.

4.- Falta de orientación a los parados. Como consecuencia del modelo que señalábamos antes, resulta que nuestro país está lleno de personas con una bajísima cualificación. ¿Cómo se puede formar o reorientar a esas personas? Durante años los sindicatos se hincharon a hacer cursos de formación de todo tipo que no servían absolutamente para nada, salvo para que algunos se llenasen los bolsillos con las subvenciones de esa formación.

Y bien, ¿de qué manera vamos a reciclar a esa gente? Contaba hace poco Alberto Artero una anécdota que parecía demostrar los altos índices de economía sumergida de nuestro país. Para ello contaba que, pese a los empeños de una entidad bancaria por ayudar a sus clientes hipotecados en paro a reorientarse laboralmente, la mayoría de dichos clientes pasaba olímpicamente de esa iniciativa. Y no seré yo el que niegue las altísimas tasas patrias de economía sumergida, Alberto, pero dudo mucho que la negativa de los clientes a ser reorientados se debiera a que ya tenían la vida solucionada o a que preferían quedarse a verlas venir. Ni mucho menos.

En realidad, considero que si esos hipotecados en paro rechazaron la aparente ayuda es porque todos (absolutamente todos) sabemos que esos programas de orientación son tan útiles como un vendedor de hielo en el Polo Norte. Porque todos conocemos en qué consisten: aprender a redactar un CV (¡guau!), hacer una carta de presentación (¡grandioso!) consejos para una entrevista de trabajo... Dios mío, ¿cómo han podido vivir los parados todo este tiempo sin esas imprescindibles habilidades que les convertirán en superhombres? Ese tipo de iniciativas (de bancos, fundaciones, ETT´s...) servirán para dar una buena imagen a la entidad en cuestión o para fingir que están haciendo algo. Como cuando yo, con 15 años, me ponía delante de un libro de Matemáticas a pensar en la reproducción de la tortuga siberiana para fingir que estaba estudiando.

España tiene un grave problema: sus sectores más productivos siempre han tenido un bajísmo valor añadido

5.- La universidad y “lo que demanda el mercado”. Es una de las frases que más escuchamos últimamente: “Hay un distanciamiento entre la formación y el mercado. Las universidades no enseñan lo que el mercado está demandando”. Y no seré yo el que niegue eso, pero quizá deberíamos ser más serios, ir un poco más allá y hacernos la siguiente pregunta: ¿de verdad tienen que adaptarse las universidades a “lo que demanda el mercado”? Ricardo Galli lo explicaba mejor que yo hace tiempo: ¿y si nos equivocamos al adaptarnos a “lo que demanda el mercado”? ¿Y si el mercado exige hoy una cosa y mañana la contraria?

Es evidente que las universidades son instituciones enormes que por sistema van a ser más lentas que el mercado y su velocidad de adaptación es mucho más lenta. ¿Y si asumimos que lo que la universidad (quizá) debería enseñarnos son una serie de conocimientos y habilidades que nos sirvan como base para seguir formándonos de manera continua? Porque, ¿no parece injusto que lo que aprendemos en apenas 3-5 años nos granjee un puesto de trabajo durante los 40 siguientes?

6.- Las cifras de paro pueden ser engañosas. En los últimos meses hemos conocido una realidad bastante dolorosa: mientras Alemania registra cifras récord de empleo (apenas un 4,8% de paro), lo cierto es que más del 16% de la población (13 millones) están en riesgo de pobreza. ¿El motivo? Los famosos minijobs, que afectan a 7,8 millones de alemanes (855.000 de los cuales son jubilados 'rellenando' su pensión). Y con estas cifras surge una figura de la que cada vez oímos hablar más: el trabajador pobre. Y lo peor es que en España nos estamos acercando peligrosamente a ese modelo.

Y sí, ganar cuatro duros es mejor que no ganar nada, pero... espera un momento: ¿el plan de De Guindos no consistirá en bajar drásticamente las cifras del paro a base de llenar España de personas que cobran 58 euros al mes?

Lo dijo el ministro de Economía, Luis de Guindos, hace unos días: España podría alcanzar un paro del 8% en 2018 (o incluso antes) “si no cometemos equivocaciones”.

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