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Apple ya no es Apple
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Alfredo Pascual

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Apple ya no es Apple

Apple no siempre ha sido Apple. Antes del iMac (1998), los ordenadores de la manzana solo se veían bajo las manos de diseñadores, grafistas, arquitectos y

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Apple no siempre ha sido Apple, al menos tal y como la conocemos. Antes del iMac (1998), los ordenadores de la manzana solo se veían bajo las manos de diseñadores, grafistas, arquitectos y razas de semejante pelaje. Algún que otro particular predicaba sus ventajas al viento, que las tenía, pues ningún PC podía hacer sombra a un Mac en potencia gráfica y sencillez de uso, con escaso éxito. A excepción de Estados Unidos y quizá Alemania, donde siempre ha gozado de popularidad, Apple no consiguió en 22 años salir del nicho.

Todo cambió con el segundo advenimiento del señor Jobs. Con la perspectiva que proporciona un retiro -obligado-, Jobs convirtió a Apple en la marca de culto que es hoy gracias a una racha de dispositivos díficil de igualar. El iMac renovó el concepto del ordenador de sobremesa, integrando todos los componentes en un único cuerpo, de fácil transporte, que además lucía estupendamente en cualquier parte de la casa. Con el iPod dio color al monocromático segmento de los reproductores de MP3, hasta el punto de obligar a los demás fabricantes a copiarle o retirarse. 

La creatividad de la compañía ha dado paso a una visión mercantilista alejada de sus 'fans'. Son dos años sin una novedad que echarse a la boca

Algo parecido sucedió con el iPhone y el iPad. Ya existían smartphones -el primero salió nueve años antes- y tabletas, pero no de esta manera. No eran sencillos, ni bonitos, ni disponían de un control táctil tan evolucionado. Revolución y continuidad conjugadas con suma maestría. Es por esto que Apple no es una marca cualquiera, sino la MARCA. Son los que cambiaron "mi MP3" por "mi iPod" y "mi móvil" por "mi iPhone". Por no mencionar a los que llaman "iPad" a cualquier tablet. ¿Acaso alguien habla de su HTC One o su Nexus 7? Nadie, nunca, tuvo como Apple la capacidad de llegar a un sector e imponer unas nuevas reglas. Y qué duda cabe que Jobs se asomó al abismo en cada lanzamiento. 

Jobs creaba fieles; Cook, clientes

Desde su muerte, Apple ha ofrecido ocho keynotes, que a la sazón son ocho demostraciones de que su filosofía se ha corrompido. La innovación, el riesgo empresarial y el carisma han dejado paso a una suerte de clasismo tecnológico pertrechado por ejecutivos. Los que toman las decisiones están más preocupados por entrar en los mercados emergentes que por adelantarse a sus competidores. No dudo que harán su trabajo a las mil maravillas, pero los libros de cuentas en negro no es lo que han encumbrado a Apple.

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Ayer la compañía tenía la última oportunidad para dejar al mundo boquiabierto. No lo hizo. Es más, demostró una falta de cintura inquietante al presentar un terminal de 500 dólares para el mercado low cost. ¿Acaso no dispone de herramientas para aligerar un, digamos, 60% ese coste final? ¿O es puro elitismo? No podemos olvidar que su fabricación le sale a Apple por entre 100 y 200 dólares, ni uno más. Cuesta comprender el papel del 5C, más allá del tirón que puedan tener las carcasas de colores (que lo tendrán). Ventas aparte, reto a cualquiera a que me señale un dispositivo con peor relación calidad-precio que éste. Y no, no considero la opción de comprar un móvil subvencionado del mismo modo que tampoco bebo lejía.

Apple sigue siendo un fabricante brillante, pero ha perdido el alma. Cada 'keynote' demuestra que es más Samsung... y menos Jobs

Similar estupor me produce el iPhone 5S. ¿De verdad un sensor de huellas y un procesador más potente justifican el desembolso de 650 euros? Cualquier otra tecnológica estaría ya mordiendo el polvo de no ser porque Apple cuenta sus clientes por incondicionales dispuestos a comprar cualquier nuevo gadget con la manzanita, aunque éste sea dorado y con una anillita en un botón. Lo peor es que esto en Cupertino lo saben. ¿Hasta cuándo Cook seguirá planeando con el impulso de Jobs? Sin Steve, muchos quisimos creer que la magia no dependía de un solo hombre, y que los Phil Schiller, Jonathan Ive o Eddy Cue darían un paso adelante para cubrir el hueco. Los resultados están a la vista.

Con esto no quiero decir que Apple se vaya a hundir (aunque cayó un 2,8% al cierre del Nasdaq), ni que se haya equivocado comercialmente con estos lanzamientos, tan solo que está traicionando su propio legado. Sigue siendo un fabricante brillante, con la mejor pantalla y diseño industrial que existen, más un sistema operativo muy prometedor. Pero cada vez se parece más a Samsung, a Nokia, a Sony, a los demás. Mejor ir con cuidado, que éstos en vez de fieles, tienen clientes. Y son más exigentes.

Apple no siempre ha sido Apple, al menos tal y como la conocemos. Antes del iMac (1998), los ordenadores de la manzana solo se veían bajo las manos de diseñadores, grafistas, arquitectos y razas de semejante pelaje. Algún que otro particular predicaba sus ventajas al viento, que las tenía, pues ningún PC podía hacer sombra a un Mac en potencia gráfica y sencillez de uso, con escaso éxito. A excepción de Estados Unidos y quizá Alemania, donde siempre ha gozado de popularidad, Apple no consiguió en 22 años salir del nicho.

Todo cambió con el segundo advenimiento del señor Jobs. Con la perspectiva que proporciona un retiro -obligado-, Jobs convirtió a Apple en la marca de culto que es hoy gracias a una racha de dispositivos díficil de igualar. El iMac renovó el concepto del ordenador de sobremesa, integrando todos los componentes en un único cuerpo, de fácil transporte, que además lucía estupendamente en cualquier parte de la casa. Con el iPod dio color al monocromático segmento de los reproductores de MP3, hasta el punto de obligar a los demás fabricantes a copiarle o retirarse. 

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