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El caso de Carlos o cómo engañar a un país entero
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José A. Pérez

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El caso de Carlos o cómo engañar a un país entero

En 1988 un espiritista apodado el Gran Carlos aterrizó a Australia para actuar en la Ópera de Sidney, y ofreció un espectáculo inolvidable

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En 1988 un espiritista apodado el Gran Carlos aterrizó en Australia para actuar en la Ópera de Sidney. Era un tipo misterioso y encantador que decía comunicarse con "el otro lado". Su principal habilidad consistía en conectar con un espíritu de 2.000 años de antigüedad.

El Gran Carlos era desconocido para el público australiano, incluso para los aficionado al mundo de "lo paranormal". Y sin embargo, parecía tremendamente popular en el resto del planeta. Los medios decían de él maravillas: había actuado en los grandes teatros de las principales ciudades del mundo y había participado en los más famosos shows de Estados Unidos.

Su actuación en la Ópera de Sidney fue todo un éxito. Carlos tuvo una noche inspirada; consiguió sintonizar con el espíritu milenario ante un auditorio repleto de amantes de lo paranormal. Aplausos y lágrimas, el gran Carlos se coronaba en uno de los más importantes escenarios del mundo. Una semana después, cuando el espiritista ya había abandonado Australia, el programa 60 minutes revelaba que todo había sido una gran estafa. Aquel tipo ni se llamaba Carlos ni era espiritista. La verdad es que respondía al nombre Jose Álvarez y era un pintor (de cuadros) venezolano.

¿Pero cómo lo había hecho? ¿Cómo había conseguido aquel tipo engañar a la prensa y al prestigiosa Ópera de Sidney y, en definitiva, a todo el mundo? Y, lo que resultaba más inquietante, ¿por qué lo había hecho? ¿Acaso creía que nadie lo descubriría jamás?

Lo cierto es que aquello no fue una estafa exactamente; fue un juego. Álvarez era la pareja de James Randi, un famosísimo mago estadounidense conocido por su militancia a favor del escepticismo y el pensamiento crítico. El montaje había sido una idea de Randi que, compinchado con una cadena de televisión australiana, pretendía demostrar lo fácil que resulta a los farsantes engañar a los medios de comunicación y, al hacerlo, engañar a la población en general.

Cuando los medios australianos alababan la fama del Gran Carlos, cuando mencionaban la enorme cantidad y renombre de teatros en los que había estado, tan solo estaban repitiendo lo que Randi había escrito en unos folios, a modo de dossier de prensa. Por supuesto, todo era falso. Hasta tal punto llevó el mago la farsa, que muchos de aquellos prestigiosos teatros ni siquiera existían.

El montaje había sido una idea de Randi que, compinchado con una cadena de televisión australiana, pretendía demostrar lo fácil que resulta a los farsantes engañar a los medios de comunicación y, al hacerlo, engañar a la población en general

Eso ocurrió en 1988. Hoy tenemos internet, que nos permite consultar casi cualquier cosa en cuestión de segundos. Y, sin embargo, la presencia de estafadores en los medios de comunicación se mantiene. El campo de actuación de los charlatanes ha cambiado, eso es cierto; ya no se dedican tanto a contactar con muertos como a inventar (y vender) terapias o espiritualidades. El placebo se adapta a los nuevos tiempos.

Resulta un tanto descorazonador que los medios sean (sigan siendo) tan fácilmente manipulables por aquellos que hacen del engaño su modo de vida. Si algo demostraron Randi y Álvarez en 1988 es que para estafar a un país entero solo se necesitan ganas y un buen dossier de prensa.

En 1988 un espiritista apodado el Gran Carlos aterrizó en Australia para actuar en la Ópera de Sidney. Era un tipo misterioso y encantador que decía comunicarse con "el otro lado". Su principal habilidad consistía en conectar con un espíritu de 2.000 años de antigüedad.